Por: Mario Galeana
Las biografías de Adhara Pérez que se encuentran en internet dicen que tiene 10 años, que a los tres fue diagnosticada con Asperger y que posee un coeficiente intelectual más alto que el de Albert Einstein o Stephen Hawkin.
No suelen mencionar que a los cuatro años entró en coma y que en medio de esa bruma recuerda haber visto a dos grupos de extraterrestres, unos buenos y otros malos. No dicen que le gustan las princesas y que en sus conferencias usa una canción para inspirar a otras niñas.
Y tampoco dicen que, más allá de los titulares de noticias, ella no se siente una “niña prodigio” o una “niña genio”, sino una niña para la que es perfectamente natural pasar la tarde con sus juguetes y, por la noche, imaginar que se convierte en la primera astronauta con autismo.
Pero todo eso contó Adhara en una conferencia realizada en el marco del foro E-Tech Evolving Education, que se realizó en Puebla para abordar la transformación digital, la inclusión y el bienestar social en la educación en la pospandemia… era que todavía no llega al mundo.
En la tarima, Adhara mostró la inquietud que podría tener cualquier otro niño de 10 años –o cualquier persona adulta– que encara a una multitud que no conoce. Se acomodaba el pelo, se alisaba el vestido y hablaba con cierto nerviosismo.
Pero en su discurso revelaba la inocencia de las infancias y, al mismo tiempo, la excepcionalidad de su mente.
Contó, por ejemplo, que cuando iba a la escuela primaria sus compañeros se burlaban de ella y no entendía por qué. Ella se dormía en su pupitre dibujando agujeros negros, muerta de aburrimiento por no poder expresar que las cosas que enseñaban los maestros ella ya las había comprendido.
“A veces el autismo no se nota por fuera, pero está por dentro. Por eso hay personas que luego ofenden a los niños con autismo y los hacen sentir mal”, dijo.
En distintas entrevistas, la madre de Adhara, Nallely Sánchez, ha dicho que una maestra le dijo hace seis años que diera gracias si la niña llegara a tener un oficio. Descontenta por el trato de los profesores, Nallely llevó a su hija al Centro de Atención al Talento (CEDAT), y allí los expertos confirmaron que tenía un coeficiente intelectual de 162 (IQ), dos puntos más que Einstein y Hawkin.
Adhara fue cambiada a una escuela especial. A los cinco terminó la primaria, a los seis y medio la secundaria y el bachillerato a los siete. Entonces entró a estudiar dos carreras universitarias en línea: una ingeniería Industrial en Matemáticas en Unitec y una ingeniería en Sistemas por la Universidad CNCI.
Stephen Hawkin la contactó para prometerle que un día se iban a conocer. Pero la muerte llegó antes a la vida del físico, y el encuentro no pudo realizarse.
En los últimos dos años, Adhara ha trabajado en la creación de una pulsera que prevenga las convulsiones en infancias con Asperger, que le ocurrieron a ella.
También trabaja en un libro titulado No te rindas, cuyas ganancias serán entregadas a centros de atención para niños con autismo.
Alguien de la multitud preguntó a Adhara qué cambiaría de la escuela o qué le diría a los maestros para mejorar la educación de las infancias.
Ella vaciló un poco, pensó algunos segundos hasta que respondió: “Yo no quiero ser maestra, mi sueño es ser astronauta. Pero, si lo fuera, no dejaría que le hicieran bullying a los niños. Creo que, si realmente pudiera ser maestra, mi escuela sería para niños con autismo”.