Álvararo Ramírez Velasco
Hace tres meses que el COVID-19 le arrancó la vida a Crescencio. Junto con el dolor de su partida, llegó también para sus hermanos la esperanza de regresarlo a casa, para que descanse en el camposanto de su natal Santa Cruz Huehuepiaxtla, en el municipio de Axutla, Puebla.
La familia Flores Méndez ha dado esta lucha y han conseguido que el poblano de 56 años regrese este miércoles, para que sus padres lo reciban y tengan un lugar físico para abrazar su recuerdo.
En esta pequeña comunidad de la Mixteca Poblana, famosa por su cerro de La Peña, vivirá hoy un día de sentimientos tan encontrados que confunden: mucha tristeza, por recibir a uno de sus hijos, pero también paz y hasta alegría de que haya podido regresar a su descanso en la tierra original.
Es el primer poblano, hasta donde hay registro, que retorna en cuerpo, tras la feroz pandemia que pegó especialmente a Nueva York.
Las cenizas de 105 paisanos y paisanas que murieron también por coronavirus, llegaron el lunes y se les rindieron honores, en una ceremonia emotiva, que encabezaron el gobernador Miguel Barbosa Huerta y el cónsul general de México en Nueva York, Jorge Islas López.
Desde el lunes y en la semana, estarán llegando a sus pueblos.
EL ÚLTIMO VUELO A MÉXICO
Luego de un velorio simbólico, muy breve, en el que un sacerdote latino dio las últimas palabras, Crescencio dijo adiós a Nueva York, ciudad en la que por más de tres lustros construyó y dio mantenimiento a campos de golf.
A esa ceremonia en Brooklyn, en la Daniel J. Schaefer Funeral Home, solamente pudieron asistir 10 de sus familiares, por las medidas sanitarias.
Luego, su cuerpo fue embarcado en el vuelo de regreso a casa, desde el aeropuerto John F. Kennedy, uno de los tres de la zona triestatal; llegó la tarde de este martes al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Los trámites obligaron a una nueva parada, en su camino de regreso, en la capital del país, por la noche del martes.
Crescencio termina así una larga ausencia en el suelo patrio, de más de 18 años, desde la última vez que visitó Huehuepiaxtla, en donde ya lo esperan hoy sus padres, Reyna Méndez de 86 años de edad y Francisco Flores de 88.
MÁS DE 20 AÑOS DEL SUEÑO AMERICANO
Crescencio Flores Méndez dejó su pueblo mixteco muy joven, en la década de los 80, para irse a acomodar la vida y buscar el éxito en Estados Unidos.
Desde allá siempre vio por sus padres, y luego de algunos años se asentó en Nueva York.
Desde allá han dado esta lucha por traerlo de regreso, sus hermanos Alberto, Javier y Gilberto Flores Méndez, y también Gerardo y Lupita, en México.
Ellos han sabido unirse y convertir el luto en un decidido acicate para conseguir la repatriación del cuerpo de Crescencio.
Estas 12 semanas, desde su fallecimiento el 18 de abril, en los momentos en que el coronavirus cobraba decenas de miles de vidas en Estados Unidos cada día, la familia ha tenido desesperación y dolor, pero también mucha esperanza.
POR TIERRA A CASA
Una funeraria contratada por el gobierno de Puebla, a través del Instituto Poblano de Asistencia al Migrante (IPAM) tiene a cargo el traslado por tierra de Crescencio hasta el municipio de Axutla y a su comunidad.
En el traslado aéreo y en los trámites, nada sencillos, participó el Consulado General de México en Estados Unidos.
El cuerpo del poblano llega limpio ya del coronavirus. Las autoridades sanitarias de los dos países lo han verificado, pero aun así su ataúd está sellado, por todo el tiempo que ha pasado desde su muerte.
En el panteón de Huehuepiaxtla también descansan los abuelos de Crescencio, pero estarán en distintas tumbas.
La Peña, que vigila al pueblo, también mirará ahora a su hijo que ha regresado de Nueva York.
LOS ÚLTIMOS 3 MINUTOS
Las despedidas desde el corazón han sido muchas para Crescencio en estos 88 días, desde su fallecimiento.
Ha venido dejando a los suyos poco a poco.
Pero ni así, por momentos, mengua la tristeza.
A semanas de su muerte, ya entrado el mes de mayo, cuando el virus había dejado por completo su cuerpo, sus hermanos obtuvieron el permiso para reconocerlo en la funeraria.
Estuvieron a su lado, cuando “a su cuerpo ya solamente la cubría una sabanita; estuvimos muy cerca de él”.
Alberto, en entrevista, cuenta que apenas pudo estar tres minutos. El dolor ya no le permitió más. Se salió del lugar en donde lo tenían en la funeraria.
En aquellos días, no había certeza del cómo ni del cuándo iban a poder regresarlo a México, a Puebla, a Huehuepiaxtla.
Las autoridades les propusieron a los hermanos la cremación. Pero un no definitivo, desde el dolor y la decisión, marcó la lucha para traerlo de regreso.
Recuerda Alberto que, en esos días tan confusos, cuando volvió a verlo ya sin vida, en silencio y desde el pensamiento, tuvo un último diálogo con Crescencio.
Le prometió que, con sus hermanos, conseguiría la meta y su deseo de tener su tumba en su pueblo natal.
Se despidió así de su hermano mayor, de su compañero de vida de los últimos 20 años.
Hoy Crescencio ha regresado.
En Huehuepiaxtla hay tristeza, pero también hay paz y calma, por tenerlo al fin en casa.