Con más de 38 años como investigador y miembro de 25 sociedades científicas, entre ellas la Academia Mexicana de Ciencias y la Academia Nacional de Medicina de México, el doctor José Ramón Eguibar Cuenca afirma en exclusiva para Crónica Puebla que la fabricación de una vacuna como para contener el coronavirus es relativamente fácil, pero deben seguirse protocolos que la retardarán de un año a 18 meses.
Negó que haya tardado el llamado de alerta global por parte de la Organización Mundial de la Salud y destacó la colaboración de la comunidad científica internacional, pero en el caso de México fustigó no haber aprendido la lección de hace diez años con la pandemia de la influenza, debido a deficiencias en el sector salud.
El investigador poblano, de acreditada trayectoria académica, habló también de la miopía que existe al no invertir en tecnología, infraestructura, capacitación y en la producción de fármacos y consideró como “muy claro” que la política entorpece las decisiones de salud.
Ante la pandemia global provocada por el COVID-19, Eguibar Cuenca, actualmente director de la Dirección General de Investigación de la BUAP, destacó que todas las enfermedades emergentes significan un enorme reto, “ya que al ser nuevos los agentes nadie, lo subraya, tiene la capacidad de respuesta en nuestro sistema de defensa o inmune”.
Esto implica que absolutamente todos los seres humanos del orbe somos susceptibles, afirmó al sostener que el coronavirus llegó para quedarse, “salvo que todos fuésemos inmunes y entonces al no tener a quién infectar, se extinga”.
En esa lógica, explica que los virus “estrictamente no son seres vivos, son sólo material genético con una envoltura que usualmente toman de las células a las cuales infectan. Por lo tanto, para “sobrevivir” requieren pasar de célula en célula en el mismo individuo o entre individuos”.
Ante una eventual falta de previsión por parte de la comunidad científica, justificó que por ello hay un sistema de vigilancia epidemiológica por parte de la Organización Mundial de la Salud, instancia que emite alertas sobre estas enfermedades.
Y así lo hizo, aseguró, con los dos coronavirus previos el SARS-1 (Síndrome Agudo Respiratorio Severo), el cual fue contenido en el sureste asiático, en particular Hong-Kong y con el MERS (Síndrome Respiratorio Agudo del Medio Oriente), el cual persiste en esa zona, en particular entre carniceros y cuidadores de camellos y dromedarios.
Tras lamentar la rápida expansión de la pandemia apuntó que la propagación del virus es exactamente igual en todos lados y de hecho el virus se ha mostrado estable, es decir, no ha mutado. “Y eso es bueno porque permite construir escenarios posibles de la tasa de infectados, el porcentaje de enfermos leves (80%), un 15% que requieren de hospitalización y solo el 5% que serán traslados a una UCI (unidad de cuidados intensivos).
¿Por qué entonces la tasa de letalidad ya rebasó el 10%?, se le preguntó. “Esto requerirá de un análisis ulterior pero se puede deber solo a la enorme cantidad de personas que padecen diabetes mellitus, hipertensión arterial u obesidad”, dijo. Ante ello, reafirmó que la humanidad entera depende de la investigación científica y de sus redes de colaboración internacionales. Las revistas científicas por primera vez pusieron en acceso libre todos los artículos relacionados con el coronavirus y con la enfermedad COVID-19. “Esto es inédito y habla de compromiso con la humanidad”, subrayó.
“En tan solo 4 meses se detectó el virus, sabemos la secuencia de las letras de su genoma que en el caso del coronavirus son de ácido ribonucleico o ARN y ésta se puso en una base de datos de uso para cualesquiera interesados en bancos de datos genéticos accesibles a través de internet”, expuso.
“Asimismo se conocen las secuencias de coronavirus en todos animales y se puede, a través de programas de computadora denominados de bioinformática, comparar como los coronavirus de murciélagos, civetas, pangolín y se han dado las noticias porque se tienen secuencias homólogas hasta en un 90%, lo que implica su relación entre los distintos coronavirus”.
“Al conocer los componentes del virus ya se pueden hacer los antígenos potenciales y así ya se han desarrollado las vacunas que están en fase de investigación en animales y algunas han llegado a la fase I, que es de prueba en sujetos humanos sanos”, abundó.
Eguibar Cuenca deploró por otra parte no haber aprovechado en México la lección de hace más de 10 años que se afrontó la pandemia de la influenza, “pero así es, desgraciadamente; después de más de una década seguimos con deficiencias en el sector salud, no aprendimos de la influenza A H1N1 o de capacidades para hacer vacunas o pruebas de diagnóstico”.
Al respecto puntualizó que para evaluar un virus se requieren de laboratorios con equipo sofisticado como es el que extrae el ARN y lo amplifica, luego a nivel clínico se necesitan médicos capacitados en intubación, saber utilizar los respiradores, además de contar con estándares de camas en unidades de cuidados intensivos con todo el personal capacitado.
EL DAÑO DEL POPULISMO
“Es claro que la política entorpece las decisiones de salud, lo hemos visto con Trump, Bolsonaro, Johnson, y desde luego López Obrador. Estos populistas de distinto signo anteponen la política a las decisiones de salud pública”, dijo.
Al reconocer que la industria químico-farmacéutica “sólo se mueve por el interés económico y es poco solidaria”, enfatizó también que “es un error no tener una industria que produzca sus fármacos genéricos, o los elementos que se requieren en biología molecular; esto es ciencia y tecnología”, reclamó.
“En ello tenemos que invertir, lo requerimos, nos urge”, dijo enfático aunque con desánimo, “porque hay una absoluta miopía de su valor estratégico y que eso es un factor clave para el desarrollo del país y para la tecnología que es solo el uso de los descubrimientos científicos. Al preguntarle qué sugiere hacer en el futuro inmediato, contestó sin reparo que lo inmediato sería invertir.
Y hacerlo, dijo, en capacidades científicas y hospitalarias, “sin descuidar que un factor muy relevante es la distribución de los hospitales, que en el caso de Puebla, deberían estar a lo largo de su territorio de manera estratégica”.
Cuestionado sobre qué se ha hecho bien frente a la pandemia, y qué faltaría, respondió sin titubeo: “Siendo honesto y sincero muy pocas cosas”, al tiempo de cuestionar entre otras cosas el llamado “método centinela”, que a su juicio “se ha usado mal porque es un sistema de vigilancia epidemiológica”.
Como ejemplo refirió que las clínicas rurales, citadinas y hospitales reportan los casos de enfermedad, por ejemplo neumonía, aquellos pacientes que se les inflaman los pulmones; luego hay que ver qué ocasionó la inflamación pulmonar, puede ser un virus, una bacteria o un hongo, e incluso puede deberse a la exposición a químicos.
“¿Cómo sabemos si es en coronavirus que causa el COVID-19?”, se preguntó.
“Pues se debe hacer mediante pruebas como el PCR, y eso no se ha hecho, y entonces se queda como un caso de neumonía. Por eso aparece un factor que corrige y es el famoso factor que es 8, 30 ó 50, dependerá de la ecuación matemática del modelo”, respondió.
Reprochó también el falso debate sobre el uso de cubre boca, “cuando es claro que es útil para evitar que el virus SARS-CoV-2 se propague desde un enfermo a sujetos sanos”, y en cuanto a los filtros sanitarios que muchos han usado, aseguró que no han sido efectivos y hasta ironizó que “tardíamente se llevó agua a la Central de Abasto para garantizar el lavado de manos”.
Al tratar e interpretar la razón por la que mucha gente no acata los llamados de confinamiento y mantiene su movilidad, e incluso hay algunos escépticos, pese al incremento de contagios, deduce que hay dos facetas: “una es la político-social, no le creemos a los gobiernos y sus gobernantes; y la otra obedece a una escasa formación en salud de la población en general”.
El investigador, nacido en el barrio de San José y cuya madre fue enfermera, confiesa que durante el largo confinamiento, además de atender asuntos laborales, ayuda en casa: “Lavo ropa, trastes y pisos; incluso, aunque mal, también cocino”.