Diana López Silva
Ni sociedad ni gobierno de Puebla aprendieron la lección que dejó el derrumbe del colegio Rébsamen en Ciudad de México, que quitó la vida a 26 personas hace cinco años.
En ello coinciden –entrevistados por Crónica Puebla– especialistas en ingeniería civil desde el desempeño profesional y la academia:
Los desarrolladores incumplen con el cálculo estructural experto y usan materiales de mala calidad.
Los compradores de vivienda no conciencian riesgos y tanto los arrendadores como los propietarios de inmuebles meten sobrecargas en pisos altos y cambian giros sin hacer una nueva evaluación de peso ni movimiento.
Y la autoridad, obligada a supervisar para cumplir y hacer cumplir con los cálculos que permiten evitar riesgos, carece de revisores suficientes para cumplir y hacer cumplir los reglamentos de construcción y de funcionamiento de inmuebles comerciales, de vivienda o para la producción.
Aún más: en Puebla ni siquiera hay estudios sísmicos de las zonas donde crecen las manchas urbanas.
SUPERVISIÓN, INDISPENSABLE
Enrique García, maestro de ingeniería estructural del Colegio de Ingenieros Civiles del Estado de Puebla A.C. aseguró que de los sismos hay que aprender que la supervisión es la clave.
“No hay desastres naturales, la naturaleza es como es; nosotros somos quienes, de manera imprudente, construimos donde no se debe o como no debe hacerse”.
Las cargas de construcciones están definidas. El artícuo 17 del Código Reglamentario Municipal de Puebla, por ejemplo, indica “cargas muertas”, que constituyen el piso, los muebles y maquinaria; y “cargas vivas”, que son los ocupantes.
El problema, aseguró el especialista, ocurre cuando los particulares deciden cambiar el uso o destino de las construcciones sin revisar las estructuras.
“Una casa transformada en escuela pasa de una persona por habitación a 80 con mobiliario para clases. Eso requiere una revisión estructural, cada cambio de uso en el destino y de refuerzos estructurales está en el Reglamento”.
También sucede cuando un particular amplía un inmueble: en una terraza, voy a festejar con mis familiares y voy a acumular 80 personas; si estuvieran gorditos, de 100 kilos cada uno, estamos hablando de ocho toneladas, como ocho tinacos de agua; es importante saber cuál es el destino de una construcción y cuánto peso debe soportar “.
Tras el colapso del colegio Rébsamen, el 19 de septiembre de 2017, se ofrece un millón de pesos por información para dar con el Director Responsable de Obra (DRO), Francisco Arturo Pérez, por la muerte de 19 niños y siete adultos.
En opinión de García, debe haber más personas implicadas en el derrumbe de esa escuela y en la seguridad de las edificaciones en general.
“Están concentrado toda la responsabilidad en un profesionista; pudo haber cometido el error, pero hay más responsables de esa tragedia”.
Indicó que en el Colegio de Ingenieros Civiles de Puebla los expertos impulsan que la autoridad investigue al propietario, el diseñador, el constructor, el DRO y el corresponsable de seguridad y estructura, “esas cinco personas deben ser consideradas responsables”.
El estructurista explicó que la obligación del DRO es asegurar que el proyecto cumpla con la reglamentación vigente, ya que es un particular que auxilia a la administración pública, pero los demás son copartícipes.
“Cuando el DRO pone su firma, está diciendo que esta construcción cumple con el reglamento; termina siendo el responsable legal”.
Aclaró que la resistencia de una trabe o una columna tiene que ver con procesos numéricos, cálculo, que debe ser hecho por un profesional y el propietario debe asesorarse, también, con un experto.
Los dos entrevistados coincidieron en que la responsabilidad debe ser la constante para evitar tragedias.
“Se plantea como requisito la licencia de construcción, el estudio de geotecnia, la memoria de cálculo estructural; sin embargo, la revisión es un requisito pero no hay quién lo haga, así, no podemos asegurar que eso que se está planteando esté bien hecho”.
Quienes se dedican a la ingeniería civil han encontrado un punto de autoregulación, “pero las autoridades no tienen la capacidad humana para revisar todos los proyectos que corresponden a la ciudad”, dijo.
LA SOCIEDAD OLVIDA
Eduardo Ismael Hernández, profesor investigador de la Facultad de Ingeniería Civil de la UPAEP, opinó que desde 1985 a la fecha se ha avanzado en buena medida desde el punto de vista técnico, científico, ingenieril, y se han mejorado las normas de construcción, “como sociedad no aprendemos”.
“Se nos olvidan muy rápido los temblores y aunque existen normas de construcción, muchas veces no se cumplen a cabalidad. Si no se cuida el cálculo del diseño sísmico de las construcciones y se emplean materiales deficientes, es probable que una edificación sea vulnerable y represente riesgo”.
Si inmobiliarios y desarrolladores incumplen las normas de construcción y ocupan material de baja calidad, ponen en peligro a familias que buscan vivienda segura.
La autoridad falta a su obligación de promover y hacer que se cumplan las normas de construcción y así genera vulnerabilidades innecesarias en un país y una región altamente sísmicos, indicó.
No hay estudios de peligro sísmico en la zona donde crece la mancha urbana; determinar cómo responde el suelo ante los sismos para evitar daños y colapsos es indispensable. Pero no hay una política pública para detectar las zonas más susceptibles; sólo lo ha hecho Ciudad de México, la entidad más afectada, indicó.
¿QUÉ HACER?
Para Francisco Javier Méndez Ramírez, coordinador del Diplomado de Gestión Inmobiliaria de la Ibero Puebla, deben tomarse en cuenta tres cosas: Primera: quienes vayan a rentar un bien inmueble deben estar conscientes de que esté bien construido.
Segunda: quien va a rentar, debe ser doblemente precavido de tener estudios de factibilidad de especialistas en análisis estructural y que puedan calificar factores de riesgo.
Tercero: ya instalados, tener planes de contingencia, rutas de evacuación, simulacros y todo para minimizar afectaciones.
Para uso comercial, mencionó que, cualquier remodelación o cambio de la capacidad estructural en cualquier bien inmueble requiere nuevamente de un estudio y hacer lo correcto “y que a estas instituciones no les gane el querer ofrecer más cupo para alumnos, cuando pueden poner en posible riesgo la integridad en caso de sismos”.
¿Riesgoso, piso alto?
Fabrizio Pizar Rojas, presidente de la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios (AMPI), señaló que, a raíz del sismo del 2017, la vivienda vertical generó “una animadversión”: la gente tuvo miedo de vivir en pisos altos de departamentos.
Para contrarrestar esa idea, comentó, se ha trabajado en una estrategia informativa con los compradores.
“Los desarrolladores deben hablar de cálculos estructurales al vender una vivienda vertical; hay que dar mucho más información”.
Este mes entrará en vigencia la norma 247 SE 2021 que básicamente ordena cumplir lo que se promete.
Pizar Rojas detalló que esa regulación por parte de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) obliga a los desarrolladores a mostrar licencias y que todos los permisos, municipales, estatales y federales estén en orden, para evitar problemas de regulación que pueden retrasar la escrituración”.
Subrayó la importancia de que propietarios de inmuebles que tienen gimasios o cualquier giro comercial con maquinaria pesada situados en locales más altos que la planta baja se apeguen a dictámenes estructurales y licencias de normatividad que emiten las autoridades.
“El cálculo estructural determina con precisión las cargas seguras: el Ayuntamiento, cuando expide una licencia, revisa si hay maquinaria pesada y debe hacerse un cálculo estructural”.
Así el inmobiliario se protege de incidentes por sismos, ya que es el Ayuntamiento quien avala el funcionamiento de giros con cargas pesadas.
“Siempre nos amparamos en la licencia.
Nosotros no somos ni fedatarios ni autoridades; nos amparamos siempre en lo que la autoridad diga y en lo que el notario dé fe sobre lo que la autoridad asiente. Si compraste un terreno y la autoridad te dio las licencias para construir y el notario da fe pública de esto, entonces tú te amparas” y todo mundo hace su parte del trabajo y se mejora la práctica.
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Nadie ha entrado durante 5 años
Mariana Flores
IZÚCAR DE MATAMOROS.- Nadie entra a la parroquia del Señor Santiago desde que hace cinco años la escultura venerada fue triturada por la cúpula que le cayó encima con el movimiento de la tierra.
Quienes rescataron de debajo de los escombros los pedazos de imagen fueron los últimos feligreses que estuvieron en el sitio que representa riesgo de derrumbe.
Desde entonces, un auditorio improvisado, al lado del templo, sustituye el lugar del culto, al lado de los arcos que adornan la entrada a este municipio, por la carretera federal.
La estructura dañada por el terremoto se sostiene con polines y pedazos de metal.
El escombro sigue donde cayó en 2017 a las 13:14 horas.
El personal administrativo dice que no hay fecha para restaurar o demoler el edificio religioso.
Lo que sí está reparado es el santo patrono. Santiago Apóstol, que en su estado original medía 2.5 metros de altura, regresará pronto.
“Todos le lloramos mucho a nuestro santito porque era muy milagroso, pero creemos que se sacrificó para que no se viniera la iglesia abajo porque pensamos que sí se caía todo.
Sentimos mucha impotencia, se nos hizo polvo nuestro patrón”, recuerda Crisanto Hernández, quien limpia el templo desde hace 10 años.
Expertos del Laboratorio de Conservación de Escultura Policromada, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), restauraron la imagen en la Ciudad de México.
El párroco Gilberto Sombrero Hernández informó en su homilía que en la primera semana de octubre, la escultura renovada será entregada.
En ausencia de la imagen original, los feligreses colectaron dinero para comprar una escultura de metro y medio de alto.
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