Karla Cejudo / Jesús Peña
De los 217 municipios poblanos, siete de cada 10 tienen pobladores que vive en riesgo latente por un deslizamiento de tierra, al ubicarse en laderas y barrancas, y más en temporadas de lluvias.
De acuerdo con el estudio Población susceptible por deslizamiento de laderas en los municipios, elaborado por el Instituto para la Gestión, Administración y Vinculación Municipal (Igavim)-Observatorio Ciudadano, 169 municipios tienen población en zonas de alta susceptibilidad al deslizamiento de tierra.
Las regiones con mayor número de localidades con esas características son: Sierra Norte, Tehuacán, Sierra Negra, Sierra Nororiental y la Mixteca.
Destacan 33 municipios en los cuales más de la mitad de su población corre peligro, entre los cuales están Coatepec, Amixtlán, Jopala, Pahuatlán, Huauchinango, Xicotepec y Guadalupe, entre otros.
El estudio también ubicó 26 municipios con una susceptibilidad es muy alta, es decir más de 50 por ciento, como Vicente Guerrero, Zoquitlán, Cuetzalan, Tlaxco, entre otros.
El Igavim tomó datos del Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred) para elaborar su estudio, el cual también sostiene que la población en peligro debe conocer y estar atenta a las condiciones para evitar pérdidas humanas en un evento de esa magnitud.
Entre las señales a considerar está las grietas, hundimientos, inclinación de árboles o flujos de agua en la tierra; ante anomalías, deben reportarlo a Protección Civil municipal o estatal para valorar el riesgo.
Además, el Igavim también llamó a las autoridades municipales a mantener actualizado su Atlas de Riesgo y saber qué zonas son de cuidado, cuándo pedir a la gente salir de sus viviendas y cuándo pueden regresar.
ELOXOCHITLÁN Y TEZIUTLÁN, DOLOROSAS ADVENTENCIAS
Bastaron 72 horas de intensa lluvia para que una colonia prácticamente desapareciera. Familias completas fueron enterradas con la fuerza imparable de la naturaleza. Era la mañana del 5 de octubre de 1999.
La depresión tropical número 11 afectó 81 municipios de Puebla.
En total, se perdieron 263 vidas y los daños materiales se calcularon en 2 mil 300 millones de pesos. Pero un solo municipio, Teziutlán, contó sus muertos con tres dígitos: 100.
La colonia La Aurora, asentada en una barranca, fue motivo de duelo nacional. Allí llegaron el gobernador Melquiades Morales y el presidente Ernesto Zedillo, sólo para atestiguar una escena impactante y contra la que nada se puede hacer.
Pasaron ocho años. Era el 4 de julio y un autobús con 60 personas fue sepultado en San Miguel Eloxochitlán, por un deslave en la carretera Tlacotepec de Porfirio Díaz-Tehuacán. Ni un sobreviviente.
¿Quiénes iban? Principalmente campesinos que viajaban por subsidios del Procampo y maestros. Eloxochitlán, uno de los municipios más paupérrimos del país, donde la pobreza se puede respirar, sufrió dos golpes: el de los deudos que sólo imaginaban la angustia de pensar a sus familiares aplastados por rocas y asfixiándose con la tierra, en medio de la oscuridad; y las desafortunadas palabras, sin el mínimo sentido humanista, de su gobernador Mario Marín Torres, quien dijo “yo no mandé el agua”(que reblandeció la tierra de un cerro y los sepultó vivos).
Dos ejemplos de un peligro real para quienes, por necesidad, construyen una vida en zonas donde las lluvias pueden llevarlos a la muerte.