Guadalupe Juárez
Carlos Varilla está tan angustiado que no puede dormir. Hará todo, todo, para que Mateo, de cinco años de edad, el menor de sus hijos, sobreviva al cáncer.
No lo deja descansar la falta de medicamentos para la quimio, el tratamiento que puede hacer que su hijo conjure la sentencia de muerte que ha visto cumplirse en otros niños.
Con esa medicina, Mateo podría volver a correr bajo el sol en el patio, sin que la fiebre lo tumbe; y comer sin que sea tortura y que deje de estar tan débil y se levante él solo de la cama.
El padre de familia de 28 años de edad y con dos hijos más, de oficio comerciante, también teme que los demás niños que tienen cáncer, al igual que Mateo, recaigan o mueran.
Porque el tratamiento que necesitan llega a costar hasta 15 mil pesos a la semana, que depende del peso del niño y del tipo de cáncer que tiene.
Dinero que él no tiene y que, de no conseguir los medicamentos, puede llevar a su hijo a perder la vida por la leucemia linfoblástica aguda que lo consume –al igual que al 37% de los niños que enfermaron de cáncer en 2018–, porque en lugar de glóbulos rojos y plaquetas en la médula ósea, en la parte roja, esponjosa, adentro de los huesos crecen células malignas.
Lo ha visto con otros niños en los últimos meses: sus padres desestimaron la falta de medicamentos, pero la enfermedad carcomió a los pequeños.
Por eso ha invertido uno de sus días sin ir a trabajar, aunque tenga que mantener a otro hijo de 10 y una hija de seis años, porque dice que, ahora, esa es su lucha.
Si tienen que salir a protestar y cerrar un bulevar, lo hará, si tiene que sentarse por horas en una mesa al lado de un hospital para recolectar firmas y convencer a la gente, lo hará.
Por aquellos niños que viajan hasta por cinco horas para llegar al Hospital del Niño Poblano o por los otros padres que ha conocido, que llegan desde la Sierra Norte del estado y que a veces no hablan español y es más difícil explicarles por qué no hay medicamentos.
Porque aunque ahorita Mateo lo acompaña y sonríe, mientras espera que den las tres de la tarde y reciba su quimioterapia, el cáncer sigue ahí, acechando, como a cientos de niños.
Cuando su hijo enfermó, su esposa y Carlos lo llevaron con varios médicos, ninguno les dio un diagnóstico certero y Mateo llegó al Hospital del Niño Poblano muy grave.
Antes de eso, de pasar horas en el hospital, cuidar meticulosamente lo que hace el menor de sus hijos, no se imaginó que tendría que luchar contra una enfermedad de esta forma.
Carlos y otros padres de niños con cáncer en el país se han unido al Movimiento Nacional de la Salud con la esperanza de reunir las 100 mil firmas que necesitan para enviar una iniciativa a la Cámara de Diputados.
De lograrlo, pedirán que se garantice el suministro de medicamentos necesarios para una quimioterapia a los niños y adolescentes que enfermen de cáncer en el país.
Porque en los últimos dos años, hay una falta de medicamentos que componen el coctel de las quimioterapias.
Si un día hay uno, pero el que la completa no, la quimioterapia se cancela y los padres con sus niños tienen que regresar en otra ocasión, a ver si tienen más suerte cuando vuelvan.
Pero una sesión a la que no asistan, es un paso hacia atrás.
Antes de 2018 –asegura Carlos– no faltaban las medicinas, su única obligación como padre era llegar el día de la cita con los especialistas y a las sesiones de quimio en el hospital.
Hasta que un día, ya no había medicamentos para el tratamiento, aunque sí está su lugar en el hospital y ahí trabajan los mejores doctores, cree con seguridad, porque Mateo recibe ánimo.
Pero sigue sin ser suficiente, para salvar vidas.
Peores cánceres, en huesos de niños
Están cansados y pálidos.
Aparecen moretones y marcas rojas en la piel, fiebre –como si fuera ua infección– y duelen los huesos.
Son los síntomas que tiene un niño cuando enferma del cáncer más mortal en la entidad: leucemia linfoblástica aguda.
El 37% de niños y adolescentes que llegan a Oncología padecen esta leucemia, de acuerdo con el informe Cáncer en la infancia, niñez y la adolescencia en el estado de Puebla.
Análisis situacional de salud durante el 2018.
El segundo peor para menores es el tumor maligno del hueso y del cartílago articular, conocido como osteosarcoma porque el cáncer se aloja en las células que ayudan a los huesos a crecer. Por eso es poco común en adultos.
Un niño –en cambio– crece demasiado rápido y ese es un síntoma claro. La estatura no corresponde a su edad.
En Puebla, 5.24% de los menores de edad que enfermaron de cánder, padecieron este tipo.
El tercer tipo de cáncer que padecieron los niños en 2018 es el tumor benigno de la mama, con 4.35% de los casos. A diferencia de los otros, este no es mortal.
Varones niños y adolescentes también se enfrentan a tumores malignos en los testículos. Los síntomas: malformaciones, abultamientos, dolor en el abdomen o ingle.