Dulce Liz Moreno
La fiesta que a deshoras impedía el descanso de los madrugadores estuvo a nada de acabar en tragedia: nueve personas, en un tercer piso, quedaron atrapadas, sin modo de escalar dos niveles a la azotea ni bajar, pues las ventanas dan a tragaluces vacíos y los muros son planos, sin hendiduras para apoyarse.
Los vecinos, hartos del ruido, hacia las tres de la mañana vertieron pegamento industrial en la cerradura por fuera.
Los enfiestados lo descubrieron cuando el primero quiso salir y no pudo. Llamaron al conocido más cercano. Les dio la noticia del encierro. Tres horas después, regresó con un cerrajero.
¿Y si hubiera temblado?, ¿o alguien se hubiera infartado?, ¿hubiera un incendio? Ayer, funcionarios municipales de Puebla capital indicaron que aumentan las quejas de vecinos que piden intervención de la autoridad para castigar al de la puerta contigua por molestar desde que empezó el confinamiento por coronavirus.
En un interrogatorio breve a líderes de colonia y administradores de fraccionamientos, hecho por este diario, los detalles confirman el alza, “pero de agresividad; el encierro hace que la gente sea mucho más violenta y menos tolerante”, asegura Rosa María “ni digas mi apellido, porque me tuercen”.
“Héctor” es administrador de un conjunto cerrado de viviendas en Cuautlancingo. “Hace ocho días hubo golpes entre dos que se tapan las entradas de los coches”; y otra ciudadana con el mismo encargo, en uno de Momoxpan: “El lugar de estacionamiento del del rincón, que no habita la casa pero es suyo y siempre está ocupado cuando viene causó balazos; tenía una urgencia por el coronavirus”.
En dos fraccionamientos con entrada en bulevar Valsequilo, los castigos a morosos de cuotas son los cierres de flujo de gas, luz e internet o cable, “y son a la mala; pero no hay ni tantita comprensión de que estamos pasando una crisis”, dice “Luis”.
Revanchas contra niños y mascotas
Desde la negativa a regresar balones escapados a patios ajenos hasta lanzamiento de cubetadas de agua sucia, cuenta una de las lideresas de colonia entrevistada que pide anonimato, “porque me puede tocar a mí por hablar”.
Esas son las venganzas que entre sus vecinos ocurren, en departamentos de 65 metros cuadrados y edificios de tres a cinco pisos.
Contra mascotas, una vecina reconoce, en secrecía: “Estaba hasta el cepillo deque los gatos dejaran apestoso mi jardín. Molí un foco y puse el polvo en platitos con atún. Se acabó el problema”.