Guadalupe Juárez
Un celular que costó una vida puede valer en el mercado negro mil pesos. Sí, en Puebla te pueden cortar la garganta, disparar en la cabeza o acuchillar en el abdomen y dejarte desangrar en la esquina de tu casa por mil pesos.
O al menos esa es la cantidad mínima que pedirá un ladrón a un comprador que, por lo regular, es un técnico que sabrá configurar el equipo para desbloquearlo o hacerlo funcionar, en caso de que esté reportado como robado.
Un Huawei P20 Lite –uno de los modelos más robados, confía un eslabón de los que conforman ese mercado negro– en un estira y afloja con el ladrón puede ser comprado en mil 500 pesos, como máximo, y ser revendido a 2 mil y 2 mil 300 pesos.
Si está reportado como robado a tiempo, y ya no es posible reactivarlo, sólo servirá como reproductor de música, cámara, o utilizarán las piezas para reparar otro equipo; por eso, se llegan a comercializar en 300 y 500 pesos.
El precio de lo que cuesta un celular robado se fija de acuerdo con su valor comercial cuando el modelo es nuevo. El ladrón aspira a vender cada uno de los que roba en buenas condiciones a, por lo menos, 30% de su valor.
Los modelos que más se ofrecen en el mercado negro son los de las marcas Huawei, Motorola y LG.
El Iphone no es el más cotizado por los delincuentes; hay complicaciones para desbloquearlo, pero no es imposible.
Para ello, entra un nuevo aro en la cadena: el técnico. Tiene listo el acceso a una cuenta desde su Mac y logra cambiar la del teléfono antes de que el propietario pueda hacerlo y, de conseguirlo, lo configurará en “modo fábrica” y lo hará funcionar.
En general, si un equipo nuevo cuesta 10 mil pesos en el mercado legal, el ladrón podrá venderlo en tres mil pesos al intermediario y éste lo dará hasta en 7 mil, ofreciéndolo como teléfono de segunda mano.
Cuando un equipo es reportado como robado en seguida del atraco, el IMEI –que es una huella digital única en cada equipo– ingresa a la lista mundial de celulares robados y así es más difícil que los delincuentes puedan habilitarlo para usarlo de nuevo; pero, otra vez, no es imposible.
Con programas específicos –también comercializados en el mercado negro y hasta de otros países– los técnicos pueden burlar sellos de seguridad para cambiar esa huella digital, algo muy común en Ciudad de México, a la vista de todos en plazas de tecnología; en Puebla todavía es actividad poco conocida y más discreta.
Por eso, los técnicos en la entidad, antes de comprar un celular robado, checan en la lista oficial para saber si el IMEI ya está reportado. Y evita comprarlo.
BARA, BARA…
Si el equipo ya está habilitado en modo de fabricante, es llevado a tianguis y en puestos ambulantes de la capital poblana.
De manera discreta en las calles del Centro Histórico, todavía son vendidos algunos de los equipos.
Ahí, son rematados.
Otros puntos donde llegan a comercializarse o donde los ladrones suelen ir a ofrecerle a otros para que los vendan es el tianguis de automóviles en la colonia Villa Verde, en Bosques de San Sebastián y San Ramón.
Pero la principal vitrina del mercado negro es Facebook. Ahí se compran más rápido. La lista de celulares que son robados suele ser difundida en esta plataforma, una manera que tiene el ladrón de evitarse la molestia de revenderlo con un técnico o programador que lo libere.