El día siguiente, y los subsecuentes, tras el sismo de 1985, en el que se calcula que murieron 15 mil personas, fueron ejemplo de solidaridad. Desoyendo las indicaciones de las autoridades de no salir de sus casas y de no contribuir a la confusión, miles de defeños salieron a las calles, entre grietas y escombros, a realizar tareas de hormiga, a organizar la ayuda, a salvar vidas. De no ser por ese impulso humanitario, dice Monsiváis, “a la catástrofe la hubiesen reforzado las sensaciones generales de derrota”.
Fotografía: Cuartoscuro