Era 1933 y una mujer indígena camina –dejando atrás– el mercado de El Alto, donde cada día las familias van a abastecerse de lo básico para la comida y otras necesidades.
La tranquilidad es notoria. La fuente de San Juan de Dios y un puesto de periódicos llaman la atención de las personas, mientras un carro solitario recorre la calle.
Pasarán 53 años –hasta 1986– cuando el mercado se vuelva Garibaldi, como lo señalan las familias cercanas, época en la cual se volvió gastronómico, abierto día y noche, donde comenzaron a llegar los mariachis, tríos y bandas.
Una estampa de nostalgia, de la Puebla que ya se fue.
Imagen: Mediateca INAH