Son célebres las ofrendas de Huaquechula, Puebla.
Lo llamativo de sus altares de muertos obedece a su monumental tamaño, su forma piramidal y su hermoso tono blanco derivado de las telas raso, las flores blancas y la luz artificial o de las ceras.
Son patrimonio cultural del estado y cada año atraen a miles de personas.
Sin embargo, pocos saben que de forma paralela a este que es todo un ritual cargado de simbolismos, las familias con algún difunto suelen preparar comida –mole de preferencia– y organizar una fiesta con baile para recibirlo desde el más allá con gran alegría.
Este año, por la pandemia de COVID-19, no se pudo.
Hay altares, con sana distancia, pero no bailongo (como el de la imagen), que data del 2 de noviembre de 2012.
Los habitantes de Huaquechula esperan que el año próximo todo vuelva a la normalidad.
Fotografía: Agencia Enfoque