Tratamientos que se llevan mal, enfermedades que no se atendieron, malos hábitos de alimentación, adicciones, polifarmacia –uso de múltiples medicamentos para tratar un mismo mal– provocan vejez prematura y envejecimiento patológico.
Estas dos condiciones se han revelado en los adultos mayores de Puebla que son atendidos por coronavirus.
En experiencia de especialistas, la cultura personal y familiar, que no prioriza el autocuidado, representa el generador de la mala salud que padecen los mayores de 60 años, que son dos de cada 10 contagiados de COVID-19 en Puebla y seis de cada 10 fallecidos por esa causa.
Hugo González, vicepresidente del Consejo de Geriatras del estado de Puebla, asegura que prepararse para los 60 implica cuidado integral, que inicia con alimentación e hidratación adecuadas para afrontar el deterioro normal del envejecimiento.
Pero continúa con ejercicio adecuado para prevenir problemas cardiacos, tránsito y constipación intestinal. E incluso el cuidado diario pasa por elección de calzado apropiado y acondicionamiento del sitio donde se vive, para evitar caídas y otros accidentes.
La falta de autocuidado ocasiona que haya personas que padecen enfermedades cardiacas y condiciones crónicas desde que tienen 40 o 50 años, ese es el envejecimiento prematuro.
El patológico ocurre cuando personas mayores de 60 cargan tantos males del pasado sin atención médica correcta que llegan a ser dependientes de otros al grado de requerir ayuda para acciones básicas como alimentarse, vestirse o ir al baño, advierte González.
CODEPENDENCIAS NOCIVAS
Además, hay entramados de relaciones codependientes entre familiares que aumentan las costumbres de insanía, explica el psicólogo Edward Fisher Naveda.
Ejemplifica: un hombre joven que acostumbró a depender de su esposa para tomar medicamento cuando estuvo enfermo, que había que recordarle que se cuidara ante frío o lluvia, llega a mayor esperando que alguien siga haciéndose cargo de él; si su pareja ya no puede hacerlo o falleció o se separaron, espera y hasta exige que otra persona lo atienda, y no asume su responsabilidad de cuidarse.
Se ve en los hospitales ahora mismo: los enfermeros no tienen tiempo ni es su papel rogarle al paciente que coma, haga ejercicios de respiración que no requieren equipo especial o tome agua; están concentrados en aplicar tratamientos y no pueden hacer por el enfermo lo que le corresponde; la recuperación implica esfuerzo personal, asienta Fisher Naveda.
Esta codependencia influye en el abandono de sí mismas al que se entregan personas mayores de 70 y de 80 años, “y se acentúa cuando están solos por circunstancias de la vida o de la dinámica familiar”, asegura Diana Arévalo, psicóloga que hace trabajo voluntario en el asilo Vivir de Amor, de Cholula.
Hay una pregunta clave en clínica para personas mayores de 60: ¿se siente solo o deprimido? Y la mayoría de pacientes se quiebra al sincerarse con el médico o el terapeuta, porque el estilo de vida influye en la salud mental, indica el geriatra González.
La soledad hace estragos físicos: quita el apetito de los mayores; eso les desencadena inmovilidad y desacondicionamiento, y ante la falta de personas cercanas que ayuden al paciente, la condición se agrava, añade González.
Se añaden a las enfermedades las cargas emocionales propias de los mayores de 70: fallecimiento de amigos y familiares queridos o de recursos económicos, indica Arévalo.