Dulce Liz Moreno
Mañana llegan las almas de quienes murieron por COVID-19.
La creencia popular ha calendarizado el orden en el que los difuntos, que en el mundo prehispánico se encuentran en el Mictlan, tengan permiso de regresar por la noche a sus casas, guiados por el color y olor del cempasúchil y las luces de las ceras. Y los días 29 de octubre corresponde la visita de quienes fallecieron por agua, resfríos y enfermedades de los pulmones.
Así lo explica Eduardo Merlo Juárez, arqueólogo y antropólogo asesor del Museo UPAEP.
“Mañana regresa una multitud”, afirma respecto de las casi 16 mil personas que el conteo oficial de decesos registra para el estado de Puebla.
Subraya el tono festivo de esta tradición: “es el gusto de los vivos de dejar bien refaccionados a los difuntos, que se lleven un buen itacate”.
Esta celebración es única en el mundo, afirma cuando enumera sus rasgos: alegría como distintivo principal.
En seguida, convivencia con las almas en torno de la mesa puesta para banquete –“en los pueblos aún se sientan todo el día, frente a la ofrenda, los familiares de mayor edad, a platicarle al difunto las novedades que hay desde que se fue”– donde se cambia la comida para que no se eche a perder y se deja puesta toda la noche, que es el lapso en que los fallecidos regresan.
Los únicos que vuelven desde la mañana son los de hoy. “Son los que no les tocaba morir, como las víctimas de accidentes o asesinatos” y son también los primeros en llegar “para que tengan más días y se les quite el susto; por eso en calles y carreteras hay desde temprano ofrendas pequeñas, para guiar a los difuntos hasta sus casas”.
Luego están como factores de identidad prehispánica los olores y colores únicos: los del cempasúchil “para guiar a las almas que vienen encandiladas por el cambio, pues vienen de la oscuridad del Mictlan a la luz”, que por ello se forma un camino de pétalos o flores enteras a fin de señalar la ofrenda que le toca a cada difunto, “no sea que se meta a una casa donde no le toca y no haya nada que pueda reconocer”.
Por separado hay que tratar al copal que, apunta Merlo Juárez, es el incienso mexicano; la resina de las variedades de árboles copal huele diferente a los que hay en el resto del mundo.
Mañana, cuando les toca a los fallecidos por COVID-19 y todas las enfermedades respiratorias, “hay que recordar que se trata de estar felices, sintiendo su presencia”, recalca el experto.