Cuando toda la verdura fibrosa se echa al perol, hay que maquillarse. La función de “Circo Encuentro” tiene de todo: equilibrio, cuentos, piruetas, magia y monociclo.
El aplauso viene de escalones, puertas y azoteas en los barrios de Bogotá donde más franelas y trapos rojos se asoman desde puertas y ventanas, señal de que la falta de trabajo por la crisis de salud dejó la despensa vacía y no hay nada que comer. Nada. El último acto está cronometrado porque los payasomago-equilibristas sirven el potaje en su punto: “¡sopita de murciélago!”, anuncian, y llueve la ovación.
La comida, hecha con donaciones de tenderos, mercaderes y abarroteros solidarios, es el alivio de las familias que se juntaron a ver el show. Y también de los teatristas organizados por Alexandra Suárez e Iván Pira que tienen los auditorios cerrados. Y hambre. Y también comparten. En Zúrich, de rojo, la Ópera House advierte la crisis de los artistas suizos y de todo el mundo.