El SARS-CoV-2, causante del COVID-19, los coronavirus que afectan al ser humano, así como otros parásitos, bacterias, virus y más patógenos, tuvieron origen en otro animal. El contacto con otras especies y la transmisión de microorganismos que no fueron sus hospederos originales genera zoonosis y da paso a las enfermedades zoonóticas.
Este proceso puede acelerarse y dar lugar a nuevas pandemias, por lo que la protección del medio ambiente es crucial para evitar futuros brotes, señalan especialistas, quienes refieren que no haber tenido uno como el COVID-19 antes, es suerte.
Tan sólo en la fauna domesticada “existe un universo de patógenos”, incluyendo virus en 22 por ciento, puntualiza Rodolfo Dirzo, especialista en biología tropical de la Universidad de Stanford. “Es inimaginable que no hayamos tenido otras pandemias cuando generamos este tipo de facilitaciones e interacción y contacto entre humanos y portadores de patógenos”.
Se ha señalado al pangolín como posible especie intermedia en la zoonosis del nuevo coronavirus, sin embargo, se ha descartado e investigadores en todo el mundo siguen buscando cómo ocurrió. Ésta es además una especie silvestre que se ha comercializado de forma irregular en Asia debido a que se piensa que sus escamas tienen propiedades medicinales. “El genoma de los pangolines tiene una similitud del 90.3 por ciento con el genoma del SARS-CoV-2; es un milagro que no haya ocurrido antes una zoonosis que nos haya afectado, aunque es previsible que ocurra posteriormente en los mercados”.
Junto con la caza, el comercio ilegal, la deforestación y otras atrocidades ambientales, el ser humano ha provocado lo que especialistas llaman “defaunación”, la cual es diferenciada e impacta a las grandes especies y beneficia a las pequeñas. Esta alteración del ecosistema también puede desatar una zoonosis que afecte al ser humano.
“Por ejemplo, los roedores, hospederos zoonotivos pueden impactar en la población humana. Este cambio en la estructura poblacional de las especies es crítico, un problema de biodiversidad que debemos abordar entorno a las pandemias”.
El científico ha llevado a cabo estudios en Kenia, en terrenos defaunados, y halló que la alteración en su ecología, incrementó 2.5 veces más la población de roedores. Posteriormente, se recolectaron especímenes a los que se les extrajo sangre para descubrir la gran cantidad de parásitos, pulgas y otros patógenos que pueden perjudicar la salud del ser humano; la abundancia de éstos aumenta con su población. “Estamos aumentando el riesgo de zoonosis en esas localidades 2.5 veces más”.
ALTERACIÓN ECOLÓGICA
Esta alteración en la ecología se llama “dilución” y se emplea desde hace cerca de un par de décadas en la comunidad científica, explicó por su parte Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM y uno de los científicos más importantes que han estudiado y defendido a los murciélagos.
Después de explicar por qué estas especies no son hospederas de virus zoonóticos más que otros mamíferos y la relevancia en el desarrollo de la humanidad por sus servicios ecológicos, refirió que la dilución consiste en lo siguiente:
“En un ecosistema prístino e intacto están todos los animales, plantas y patógenos, pero están diluidos; cuando entra el ser humano, deforesta y defauna, las especies ganadoras-oportunistas ven la mesa puesta y se van para arriba junto con sus patógenos, sin predicadores o especies que compitan con ellas encuentran el paraíso. Es entonces que puede convertirse en un brote real de una enfermedad que afecte al ser humano”.
Es por ello que la conservación del medio ambiente “debe ser la primera línea de defensa para la evitar siguiente pandemia”, enfatiza, para así disminuir el mecanismo de dilución. El científico puntualiza que esto también es evidencia suficiente para dejar intactos los últimos reductos de ecosistemas sin alterar. “Los últimos pedazos del mundo que aún están intactos deben quedarse así, esa es la salvaguarda para la siguiente pandemia; nada de reservas bioculturales en áreas protegidas intactas —como el gobierno federal buscó establecer en Montes Azules, Chiapas—; se pueden establecer en zonas ya afectas y perturbadas, pero las intactas que así permanezcan por el bien y futuro de los mexicanos y el mundo”.
¿QUÉ PUEDE HACER LA CIUDADANÍA?
Ambos investigadores participaron en la Semana del Medio Ambiente, coordinada por Julia Carabias en El Colegio Nacional, en la mesa “Naturaleza y pandemia”. Los científicos, aunque discreparon en algunos modelos ecológicos, coincidieron en las recomendaciones para la población en materia medio ambiental.
— Difundir la importancia del medio ambiente entre la ciudadanía y los niños, así como promover la ciencia ciudadana.
— Apoyar a las Áreas Naturales Protegidas y los esfuerzos locales que las salvaguardan.
— Votar por líderes comprometidos con la ciencia y el cuidado de la naturaleza.
— Exigir respeto al medio ambiente y sus instituciones —“La Semarnat es la secretaría más débil de todo el gobierno federal y está en proceso de desaparición”—.
— Hacer cambios en la dieta para disminuir la deforestación, lo cual requiere una disminución importante de la carne y disminuir lo más que se pueda el consumo y comercio de especies silvestres.
— Informarse sobre el origen de nuestros alimentos y que sean producidos con respeto y salud a las especies.
— Reducir nuestra demanda de recursos, agua, alimentos, energía…
— Entender que parte del problema global es el incremento poblacional y la desigualdad humana, donde el empoderamiento de la mujer es crítico.
— Tener empatía con la naturaleza: “la biodiversidad no es sólo una bella decoración del planeta, sino una fuente crítica de servicios y bienestar y salud humana”. (La Crónica de Hoy)