Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava
correo: [email protected] web: parmenasradio.org
Más fácil que resolver los conflictos es tipificarlos…
el conflicto es grave, preocupa al electorado,
algo debemos hacer, pero tipificarlo
no sirve para nada, no lo resuelve,
igual debemos hacerlo simplemente
porque algo tenemos que decir.
Daniel Innerarity
En la última estadística de los homicidios dolosos en México se ha calculado que son 109 mil 479 en lo que va de la administración pública federal actual, de diciembre de 2018 a diciembre de 2021 (reporte MX: la guerra en números, de T-ResearchMX).
Es, de verdad, sumamente preocupante lo que está sucediendo en México. Y, al parecer, no se vislumbra forma de detener esta suma de desgracias. Es el resultado de dos problemáticas. En primer lugar, la tendencia que venía al alza ya desde administraciones públicas pasadas, pues lo que se hacía era aparentemente enfrentar la delincuencia organizada, pero con grados muy altos de corrupción, y sobre todo legislando la creación de delitos como para demostrar que se está haciendo algo.
El juez de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, el profesor argentino Eugenio Raul Zaffaroni (en La Palabra de los Muertos, Ediar, Buenos Aires, 2011) ha insistido en lo que se citó en el epígrafe de estas líneas; no se puede combatir la delincuencia y la violencia aumentando la legislación penal. Y esto no es solamente en México, sino en el mundo occidental; esa manía que se tiene de solamente ir legislando más y más delitos, o bien, aumentando las penas. Ya está más que comprobado que no funciona, y resulta que principalmente en las administraciones públicas pasadas sucedió eso, y el resultado es esta estadística de tantos muertos.
Desde luego que no hay que olvidar que al inicio de esta administración pública se situó con esa tendencia de maximizar la legislación penal; primero, al reformar el artículo 19 de la Constitución, y, después, considerar diversos delitos, entre ellos los fiscales como de delincuencia organizada y con ello permitir que exista sobre esos delitos la prisión preventiva; es decir, la inercia de aumentar el volumen de la legislación penal se siguió dando.
En segundo término, en esta administración pública se intentó hacer lo contrario a ese aumento de legislación penal, que consistió en el slogan de “abrazos, no balazos”; sin embargo, eso representa acciones y no abstenciones. Es decir, se deben de llevar a cabo muchas acciones al respecto que no solamente son en el marco del derecho penal; esa parte, incluso, no hay que olvidarla o dejarla pasar, pues de ser así, entonces se llega a un ambiente de impunidad, que pareciera que es a lo que se está llegando, en donde solamente en los casos emblemáticos hay dos que tres seguimientos, pero en la generalidad de los crímenes no pasa nada, por tanto, las muestras, por ejemplo, de los linchamientos, son el resultado de que no hay un seguimiento y aplicación de la legislación penal.
Pero con esa propuesta de “abrazos, no balazos” lo que posiblemente se pretendía era abarcar este problema tan grave desde otras áreas y no exclusivamente la penal; una de ellas fue la creación de apoyos económicos a los jóvenes y a los adultos mayores, pero eso no fue suficiente y no lo será, y la prueba es el número impresionante de homicidios dolosos. Desafortunadamente, dichos apoyos económicos deben estar acompañados de otras acciones, y eso es lo que ha faltado.
Pareciera que ahora la tendencia es dejar pasar todas las cosas, y lo que sobresalta en los medios de comunicación es a lo que debe de darse seguimiento.
En realidad, con estos números de homicidios no debería de dejarse como un dato más; debería de cambiarse el rumbo del combate a la delincuencia. Ya quedó claro que darle solamente la cara penal no resuelve el problema; la propia academia así lo dicta, pero el camino que se tomó es insuficiente e incluso hasta más peligroso, pues estamos en caída libre con la impunidad.
En realidad, lo que está sucediendo es que se deben de abrir otras vías; entre ellas, atacar esa tendencia a la violencia por medio de la educación, pero esta es un verdadero desastre, incluso hasta el nivel universitario, ahora más con la pandemia. Nunca se tomó en serio en esta administración una transformación de la educación por tantos intereses que hay entre sindicatos y demás.
El otro punto olvidado para atacar la delincuencia es que vivimos en un sistema económico y jurídico que estimula el fracaso; cualquiera que pretenda poner un negocio, emprender un proyecto, es un laberinto interminable todo lo que toca el gobierno, por lo que permisos, licencias, concesiones, autorizaciones son verdaderamente tortuosos; llevan a cualquiera al fracaso. A esto hay que adicionar la gran corrupción que hay por todas partes.
Por eso, se debería de insistir en el problema de las políticas públicas del Estado, que por años pareciera que están solamente para castigar, nunca para estimular a quien pretende poner por lo menos un pequeño negocio; solamente las grandes empresas son las que tienen la capacidad de poder hacer frente a esos laberintos gubernamentales, y por ello es el resultado de esta estadística, pues no hay muchos caminos para nuestra juventud, más que aspirar a contratarse como policía; o en la administración pública o el Poder Judicial, para vivir del presupuesto y en la comodidad de los días inhábiles; o bien, buscar el camino al extranjero; o en su caso, delinquir.
Pareciera que esa es la señal que se ha dado por muchos años en estas políticas públicas, llámese “guerra contra la delincuencia” o “abrazos, no balazos”.
Al final estamos llegando a lo mismo. Con esta actitud gubernamental, además de provocar tantos homicidios dolosos, se está matando la esperanza de los ciudadanos de a pie.