El alcalde debe ser un vidente… Si no puede ver al menos diez años hacia adelante, no podrá lograr nada trascendente… Su gobierno debe ser un acto de fe en el futuro, sin dejar de atender los requerimientos presentes…
Más importante que lo que haga es lo que incite a hacer… sus recursos siempre serán muy limitados –tiempo, sobre todo– pero debe mover a su comunidad a resolver por sí misma lo que la autoridad no puede atender…
Debe concentrarse en mejorar el entorno urbano… hacerlo más amable y disfrutable para la mayor cantidad de personas… esto no implica la solución de graves problemas que requieren más tiempo y recursos…
Distinguir lo que se puede y lo que no, es importante; y establecer qué hacer para que lo que no se puede hoy sea factible más adelante… eso es visión… y hablar con claridad –y prudencia– le dará fuerza, porque las grandes soluciones se dan en el largo plazo, requieren enormes recursos económicos y amplio respaldo popular (poder político suficiente)…
La ciudad la hace más la gente que el gobierno… la tarea del alcalde visionario es abrir espacios a la inversión privada para gestar los lugares amables que transformen correctamente a la ciudad…
Sólo con enorme paciencia construiremos la espléndida ciudad que dará ámbitos amables a toda la gente…
Es por ello que afirmamos que el gobierno de un alcalde ocurre en varios tiempos: antes, durante y después… el más trascendente es el después…