Por: Jorge Alberto Calles Santillana
Una. Con su marcha, las mujeres dejaron en claro el lunes pasado que, a diferencia de otros sectores de la población, a ellas el discurso de los otros datos no las distrae, ni las conforta.
La violencia que a diario sufren en múltiples formas y la inequidad permanente en la que transcurren sus vidas las han llevado a manifestarse como la fuerza opositora más contundente y más clara del momento en el país.
La desaparición de apoyos, el incremento en los niveles de violencia doméstica y en el número de feminicidios y, la cereza del pastel, la farsa realizada con Félix Salgado Macedonio en Guerrero, no dejan lugar a dudas: el autoproclamado presidente más feminista de la historia ha superado con su comportamiento a las prácticas de los presidentes del neoliberalismo, epítome en su discurso de las peores maldades y aberraciones.
A ningún presidente neoliberal las mujeres le habían reclamado a las puertas de Palacio Nacional sus políticas públicas de género. Ningún presidente neoliberal se protegió con muros de la paz que terminaron siendo el pizarrón de la denuncia. Por supuesto, grupos infiltrados causaron desmanes, como siempre, para que la atención se pusiera sobre la violencia de las mujeres y no sobre la violencia contra las mujeres.
¿Por qué, señora Olga Sánchez, preocuparse más por actos vandálicos del momento que por el creciente número de mujeres que son golpeadas, raptadas, violadas y asesinadas? Las mujeres lo dejaron claro: la inequidad de género no puede disfrazarse, por avasallante, por cotidiana, por insoportable. Las mujeres lo dejaron claro: no más cuentos, ¡acciones!
Dos. El hecho de que exista un día dedicado a las mujeres es un claro indicio del poder de la cultura patriarcal. Si la equidad fuera un hecho, no habría necesidad de emplear una fecha para que hasta los hombres más opresores se declaren a favor de la igualdad de género, en contra de la violencia y exijan cárcel para los feminicidas.
Pero qué bien que la conmemoración existe porque también da cuenta de que no hay poder monolítico, impenetrable. Las mujeres han conseguido abrir algunos boquetes a esta cultura patriarcal y cada vez lo hacen con más fuerza. Resultaría altamente benéfico para la sociedad toda que no sólo se dedicara un día al año para evidenciar el patriarcalismo.
¿Por qué no volver el día 8 de cada mes, día de las mujeres? No nos vendría nada mal que la denuncia y la exigencia de una sociedad más justa se repitiera una y otra vez. Así, quizás, las mujeres conseguirían empujar mucho más los esfuerzos por la equidad. Que los días 8 de cada mes se tiñan de morado. Que cada día 8 se tiña de mujer. Que cada día 8 se tiña de conciencia crítica, de denuncia sin freno de una cultura patriarcal que nos oprime a todos, no solamente a las mujeres.
Tres. Los experimentos sociales realizados por Jackson Katz, educador y cineasta norteamericano que ha desarrollado un programa de prevención de violencia de género que es ampliamente utilizado por organizaciones deportivas y el ejército de los Estados Unidos, dan cuenta de lo ominoso que les resulta a las mujeres, la mayor parte del tiempo, la convivencia con hombres.
Katz suele preguntar a las audiencias de sus conferencias qué hacen todos los días para evitar el acoso sexual. Pide, primero a hombres, que levanten la mano quienes quieran decir algo. Raramente alguien lo hace. Cuando ocurre, el interesado responde algo así como que “el acoso no es un asunto que le preocupe”.
En cambio, cuando hace la pregunta a mujeres, los salones se pueblan de manos levantadas. Y las respuestas que se escuchan son algunas de éstas: “Tomar las llaves como posible arma”, “Acarrear siempre un teléfono móvil”, “Cerrar bien las ventanas, aún en las noches de calor”, “Evitar beber mucho”, “Estacionarse siempre en áreas bien alumbradas”, “No subirse a un elevador con un hombre solo o con un grupo de hombres”, “Salir siempre con un grupo de amigas, nunca sola”, “No vestir provocativamente”, “Asegurarse que en el bar te sirvan tu bebida estando presente”, “No usar audífonos, ni cuando sales a correr”, “Nunca hacer contacto visual con los hombres en las calles”.
Estos experimentos no dejan lugar a dudas: la cultura patriarcal hunde a las mujeres en un ambiente de inseguridad y depredación, mientras que a los hombres nos conmina a asumirnos no solamente superiores, sino cazadores con licencia.
En el México de hoy, las mujeres, gracias a su convicción por combatir sin cuartel el feminicidio, la violencia doméstica y la inequidad de género, se han convertido en prácticamente la única fuerza que pone en evidencia que nuestra vida pública y social se deteriora cada vez más, a pesar de que los discursos mañaneros pregonen lo contrario.
Por eso quizás sea necesario tener muchos más días de las mujeres, para que nos recuerden que México se vuelve cada día más violento, más desigual, más injusto, y también más cínico.