PALABRA DE MUJER
Rocío García Olmedo
En el contexto de los ya 100 primeros días de gobierno de la presidenta Sheinbaum, se presenta la juramentación –como le llaman en Venezuela– por tercera vez consecutiva en la presidencia del señor Nicolás Maduro para el periodo 2025-2031.
Ello, en medio de acusaciones de fraude, de represión, de manipulación, de violación de derechos humanos, de eventos multitudinarios en su contra y sin haber podido demostrar el haber obtenido la mayoría de los sufragios.
Desde hace algunos años se evidencia en Venezuela una crisis sistémica que han documentado medios internacionales, nacionales -los que se han atrevido-, la comunidad internacional y muchas personas venezolanas que con sus familias han emigrado a México, insertándose en el sector productivo.
Esa crisis política, pero también económica, ha provocado que huyan de su país, no sólo por presiones políticas, sino también por escasez de alimentos y de medicinas, que ha ido mermando su calidad de vida, lo que les ha obligado a desplazarse, especialmente hacia Estados Unidos, donde consideran que podrán nuevamente encontrar una mejor calidad vida para ellas y sus familias.
Según datos oficiales, más de 7 millones de venezolanos han emigrado a diferentes países.
Muchos salieron legalmente. La Secretaría de Gobernación reporta que desde el 2016 hay en México 93 mil 835 venezolanos residiendo de manera legal. Sin embargo, también reporta la Unidad de Política Migratoria que, de enero a agosto de 2024, 266 mil 846 venezolanos han entrado irregularmente al país y que cada año la cifra va en aumento; incluso refiere que en 2021 los y las venezolanos ocuparon el octavo lugar en entradas irregulares.
Ello habla sin duda de una enorme crisis que ahora, tras una polémica elección con una fuerte oposición interna, entre protestas civiles y mundiales, se recrudece.
El señor Maduro juramentó y esto fue posible por el control absoluto de las instituciones en ese país y el uso del ejército, proceso que se inició en Venezuela desde el 2002, eliminando contrapesos, concentrando el poder en una sola persona y centralizando las decisiones.
Ello, con el ejército en las calles, la fuerza de las armas, el cierre de las entradas a Venezuela, por tierra y por aire, el corte en el servicio de internet y en la señal de celulares, el secuestro y detención de opositores, detenciones arbitrarias de periodistas, desapariciones forzadas, líderes opositores en la clandestinidad, irregularidades significativas y falta de transparencia.
Incluso, datos del Foro Penal -una organización de la sociedad civil- señalan que mil 697 personas se encuentran arrestadas por motivos políticos, de las cuales mil 495 son hombres y 202 mujeres, y que también hay tres adolescentes detenidos. Esta organización considera que mil 535 son presos políticos civiles y 162 militares.
Vivir en un régimen represivo, sin oídos para la crítica y la protesta, en el contexto de una enfermiza polarización, ¿será lo quiere el pueblo de Venezuela?; ¿así serán sus ideales democráticos?
¿El uso de la fuerza de las armas para mantenerse en el poder es representativo de un país democrático?
¿Perder libertades y vivir en un país donde los derechos humanos son pisoteados con regularidad es democracia?
¿Enmascarar todo con discursos a favor de la justicia social y del bienestar del pueblo es suficiente para cerrar los ojos y voltear a ver a otro lado?
¿Asumir de esta manera un tercer mandato asegura gobernabilidad en Venezuela?
¿Este método de “transformación democrática” preservará ese proyecto político iniciado por Hugo Chávez?
Por supuesto que hay voces de apoyo a este método de conservación del poder político, pero la percepción generalizada es que fue violada la voluntad del pueblo venezolano expresada en las urnas que votó mayoritariamente en contra del señor Nicolas Maduro, quien, violando las reglas mínimas de toda democracia, se autoproclamó presidente; ¿o qué tipo de democracia representará? Porque dicen los que saben que una “clave esencial de todo proyecto socialista es ser inseparable de la democracia”, que no sólo se circunscribe al ejercicio de votar.
Imponer así una autocracia… imponer un matonismo… Algo no está bien en Venezuela.