Hervey Rivera / @herveyrivera
El anuncio reciente de la conformación de una coalición electoral para las elecciones federales de 2021 por parte de las dirigencias del Partido Acción Nacional, Partido Revolucionario Institucional y Partido de la Revolución Democrática estuvo precedida de una larga historia de encuentros y desencuentros de estos institutos políticos
PRI y PAN tuvieron un acercamiento en 1988 que le permitió al primero mantener un margen de gobernabilidad después de las elecciones presidenciales de ese año, señaladas por varios actores y especialistas como fraudulentas en contra del candidato del Frente Democrático Nacional (FDN), Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, así lo consigna la periodista Martha Anaya en el libro 1988: El año que calló el sistema (Debate, 2008): Para el presidente del blanquiazul [Luis H. Álvarez] el planteamiento de Salinas acerca de un diálogo “no podía dejarlo a la deriva o a la espera de lo que la otra parte decidiera” […] El caso es que, a renglón seguido de esa plática, Luis H. Álvarez suscribió, junto con Vicencio Tovar [secretario General del PAN], una declaración titulada “Compromiso nacional por la legitimidad y democracia”, en la que planteaba que no serían obstáculo permanente frente a la acción gubernamental, y exigían, “con el fin de iniciar el proceso de legitimación por ejercicio y la transición a la democracia plena”, la discusión plena de los puntos de concertación (pág. 124).
Este acercamiento avanzó y se concretó con la incorporación de un militante panista, Fernando Antonio Lozano Gracia, como procurador General de la República en 1994 en el gobierno del (renegado) priísta Ernesto Zedillo.
La colaboración mutua siguió aún en la alternancia a la presidencia con el panista Vicente Fox Quezada, cuando designó como secretario de Hacienda y Crédito Público a un tecnócrata relacionado con el partido tricolor: Francisco Gil Díaz.
A nivel local era el espacio donde se disputaban las posiciones entre el PRI y PAN por lo que la colaboración y los acuerdos de facto arriba señalados se rompieron en aras de una disputa electoral para arrebatar bastiones priístas en comicios estatales. Entonces, Acción Nacional se unió al PRD en una coalición que inicialmente provocó críticas y confusión entre analistas, que en algunos casos fueron exitosas, como en Puebla, para derrotar al entonces hegemónico PRI. Así lo analizan Diego Reynoso y Orlando Espinosa Santiago, coordinadores del libro ¿Alianzas contra natura o antihegemónicas?
Las alianzas PAN-PRD en los estados mexicanos (Tirant Lo Blanch, BUAP, 2017): En total, en 20 elecciones desde 1991 hasta 2016 el PAN y el PRD han formado alianzas electorales o han presentado candidaturas comunes, dependiendo de las leyes electorales de cada estado. Algunas han logrado el cometido de derrotar al PRI, no obstante, las que no lo lograron marcaron un hito en los niveles de competencia electoral provocando resultados reñidos y ajustados, esto es: márgenes de victoria estrechos (pág. 52).
La coalición entre PAN, PRI y PRD es abiertamente pragmática, pretende arrebatar espacios a Morena, unir fuerzas o lo que queda de ellas en candidaturas federales y eventualmente locales para frenar la tendencia que han mostrado estudios demoscópicos sobre la preferencia electoral de Morena y los buenos índices de aprobación presidencial, aún en esta difícil época de pandemia y crisis económica que pueden influir en la decisión del electorado. Los principios y valores de cada instituto político quedan a un lado porque no habría posibilidad de acordar una agenda mínima entre los tres, es una unión para evitar que separados sean arrollados en algunas zonas del país donde el partido gobernante ha afinado su estructura electoral y tiene una aprobación ciudadana que los perfilaría para el triunfo de sus candidatos.