Hervey Rivera / @herveyrivera
El comunismo es una “doctrina que predica una organización social igualitaria a partir de la comunidad general de bienes. Es además el término con el que se designan los regímenes políticos inspirados en ideologías marxistas, y en general, el conjunto de partidos escindidos en 1919 del movimiento socialista para agruparse en la Tercera Internacional” (Ignacio Molina, Conceptos fundamentales de ciencia política, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pág. 24).
México no fue ajeno a la influencia de este pensamiento que influyó y se expandió durante el siglo XX, primero con la obra de Karl Marx y Friedrich Engels, posteriormente con el advenimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922.
El Partido Comunista Mexicano (PCM) se fundó en 1919 y tendría una vida política de altibajos con persecuciones, legalizaciones y una fusión con otras organizaciones. Corresponde a un extenso debate teórico la diferenciación entre socialismo y comunismo, que inicialmente parecerían sinónimos y no lo son, ya que el primero convive más con el reformismo y la democracia mientras que el segundo propone un cambio radical de las relaciones sociales y económicas, por ende políticas.
La reciente polémica en la que algunas organizaciones de la sociedad, secundadas por medios de comunicación masiva, señalan a los Libros de Texto Gratuitos (LTG) de educación básica como instrumentos para propagar el “virus del comunismo”, mostró que para algunos sectores aún es rentable apelar a un término que durante una época provocó tensiones y rechazo.
En México no ocurrió el nivel de persecución que se vivió en los Estados Unidos de América contra quienes se declararon comunistas; las características de esta pugna son distintas en las dos naciones.
El anticomunismo que se practicó con vehemencia en aquel país no tuvo aquí el arraigo ni la consigna con la que instituciones estatales y sociedad actuaron.
No podríamos entender esta época de abiertos apoyos y rabiosos rechazos al comunismo, sin comprender el casi medio siglo de Guerra Fría del pasado siglo, ese periodo que el historiador Eric Hobsbawm considera la época de bipolaridad, cuando la guerra convencional y nuclear estuvo latente entre las dos superpotencias, EU y la URSS, que se confrontaron e intentaron modificar cada una a sus propios intereses la influencia que ejercían en el mundo.
Los partidos comunistas jugaron un importante papel en esta etapa.
En México, por su ubicación geográfica, los gobiernos de la época se alineaban a los intereses de los Estados Unidos aunque integrantes el PCM tuvieran actividad dentro del territorio.
El PCM tuvo una influencia en limitados sectores de la sociedad mexicana, principalmente urbanos y universitarios que a su vez tuvieron participación política que no se tradujo en una oposición que disputara el poder; su terreno era el de las ideas y el de sostener una visión del mundo alternativa.
Comunismo en México
Hervey Rivera / @herveyrivera
El comunismo es una “doctrina que predica una organización social igualitaria a partir de la comunidad general de bienes. Es además el término con el que se designan los regímenes políticos inspirados en ideologías marxistas, y en general, el conjunto de partidos escindidos en 1919 del movimiento socialista para agruparse en la Tercera Internacional” (Ignacio Molina, Conceptos fundamentales de ciencia política, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pág. 24).
México no fue ajeno a la influencia de este pensamiento que influyó y se expandió durante el siglo XX, primero con la obra de Karl Marx y Friedrich Engels, posteriormente con el advenimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922.
El Partido Comunista Mexicano (PCM) se fundó en 1919 y tendría una vida política de altibajos con persecuciones, legalizaciones y una fusión con otras organizaciones. Corresponde a un extenso debate teórico la diferenciación entre socialismo y comunismo, que inicialmente parecerían sinónimos y no lo son, ya que el primero convive más con el reformismo y la democracia mientras que el segundo propone un cambio radical de las relaciones sociales y económicas, por ende políticas.
La reciente polémica en la que algunas organizaciones de la sociedad, secundadas por medios de comunicación masiva, señalan a los Libros de Texto Gratuitos (LTG) de educación básica como instrumentos para propagar el “virus del comunismo”, mostró que para algunos sectores aún es rentable apelar a un término que durante una época provocó tensiones y rechazo.
En México no ocurrió el nivel de persecución que se vivió en los Estados Unidos de América contra quienes se declararon comunistas; las características de esta pugna son distintas en las dos naciones.
El anticomunismo que se practicó con vehemencia en aquel país no tuvo aquí el arraigo ni la consigna con la que instituciones estatales y sociedad actuaron.
No podríamos entender esta época de abiertos apoyos y rabiosos rechazos al comunismo, sin comprender el casi medio siglo de Guerra Fría del pasado siglo, ese periodo que el historiador Eric Hobsbawm considera la época de bipolaridad, cuando la guerra convencional y nuclear estuvo latente entre las dos superpotencias, EU y la URSS, que se confrontaron e intentaron modificar cada una a sus propios intereses la influencia que ejercían en el mundo.
Los partidos comunistas jugaron un importante papel en esta etapa.
En México, por su ubicación geográfica, los gobiernos de la época se alineaban a los intereses de los Estados Unidos aunque integrantes el PCM tuvieran actividad dentro del territorio.
El PCM tuvo una influencia en limitados sectores de la sociedad mexicana, principalmente urbanos y universitarios que a su vez tuvieron participación política que no se tradujo en una oposición que disputara el poder; su terreno era el de las ideas y el de sostener una visión del mundo alternativa.