Palabra de mujer
Rocío García Olmedo / [email protected] @rgolmedo rociogarciaolmedo.blogspo.mx
Sin duda, en el imaginario colectivo quedó claro que la estrategia que ideó el presidente Andrés Manuel López Obrador en la figura del gobernador-precandidato, con el único propósito de dividir la votación en el 2024, fue fallida.
La persona que se prestó a ello fue el gobernador de Nuevo León, Samuel García, vía el juego simulado para su proceso de postulación por parte del dirigente nacional de Movimiento Ciudadano (MC) y, por supuesto, de la reiterada defensa y protección que en todo momento mostró el propio López Obrador.
Este juego simulado derivó en otro que pretendió hacer el propio gobernador-precandidato a la mismísima Constitución de su entidad, demostrando, sin duda, que está muy lejos de ser capaz para ocupar un cargo público.
Se ha sumado a ese grupo de personas que ha provocado que la ciudadanía no crea en la política.
Lamentablemente la entidad federativa que gobierna tendrá que recibirlo nuevamente como gobernador hasta que termine su encargo, a menos que decida tan sólo por ética pública no regresar a ocupar esa responsabilidad.
Esto, porque se ha demostrado que dichos espacios no son para cualquiera, cuando menos hasta que se tenga una mayor formación y experiencia para no seguir deteriorando esta disciplina.
Seguramente muchos neoleoneses deben estar arrepentidos del voto que le otorgaron en el pasado.
Todo esto que acaba de suceder me recuerda la lectura de uno de los Cuadernos de Ética para Servidores Públicos (2009) que relata que los antiguos griegos sostenían que para ocupar un cargo público eran necesarias al menos tres condiciones que son:
- a) Capacidad para el cargo.
- b) Lealtad para la Constitución.
- c) Virtud y Justicia.
Este ensayo debiera ser de lectura obligada.
Pensando en ello, ¿hemos encontrado cuando menos alguna de estas tres condiciones en quienes nos gobiernan?
Lo pregunto porque el próximo año estaremos tomando decisiones políticas al momento de votar y podríamos llevar a cargos públicos a personas no necesariamente aptas para este momento.
El análisis de resultados de gobierno puede ser un factor muy importante para nuestra toma de decisión y eso podemos hacerlo ahora.
Más allá de las obras emblemáticas que cada año vuelve a mencionar el presidente, ¿se han cumplido los compromisos asumidos al inicio del gobierno?
Primero observamos que esa polarización recurrente lo que ha dejado a cinco años es un país dividido y pregunto: ¿esto es positivo?
Sólo algunos datos documentados por diversos/as analistas y expertos/as lo reflejan: las fuerzas militares no fueron regresadas a los cuarteles.
Al contrario, se fortalecieron, pero ¿esto redujo los niveles de inseguridad? Creo que no, se han generalizado; en cambio, sí hay una militarización del quehacer público.
En materia de salud hay más de 3 millones de muertos por el fracaso de la estrategia de salud ante la pandemia y sus efectos colaterales.
También se registra desabasto de medicinas y una infraestructura cada vez más deteriorada.
Los resultados del proyecto educativo aún no pueden medirse. La corrupción y la impunidad no se han eliminado.
Se lucró en mucho con el caso Ayotzinapa, que aún no se resuelve.
La violencia se ha incrementado. El crimen organizado se ha extendido. Se trastoca el Estado de derecho.
Hay muchos compromisos pendientes y muchos otros incumplidos.
Falta conocer las consecuencias negativas que aún no pueden dimensionarse y que le tocará enfrentar a la siguiente administración en el país.
Estas consecuencias requerirán que todas, todos, observemos al menos las tres condiciones necesarias para ocupar un cargo público en las personas que pretenden gobernarnos.
No hay que seguir permitiendo esos juegos simulados y fuera de la ley. Un poco de ética nos caería muy bien.