Por: Hervey Rivera
En la anterior entrega expuse la diferencia entre los términos conspiración y teoría de la conspiración. El estudio de las primeras es una labor de especialistas que dedican años para indagar, clasificar, escribir, demostrar hipótesis sobre un determinado suceso. Las segundas son explicaciones que conducen a individuos o grupos a urdir hechos en el secretismo.
¿Por qué son tan atractivas las teorías de la conspiración para amplios sectores de la población? Adolescentes, jóvenes, personas maduras y adultos mayores, con instrucción elemental o universitaria; consultan, buscan y propagan una “explicación” sobre un acontecimiento que una organización, grupo, corporación o persona propiciaron “entre sombras”.
Una posible respuesta es porque esas teorías de la conspiración responden a un fenómeno con una explicación sencilla y de “causa-efecto” a problemas complejos con múltiples aristas. Siempre será más entendible un escrito en clave conspirativa que un estudio que implique el conocimiento y exposición de un conjunto de temas históricos, religiosos, culturales, económicos.
El científico social no sostiene la ausencia de intereses y agentes sociales actuando para lograr objetivos pero, a diferencia del teórico de la conspiración, sostiene que lo social es una compleja red de relaciones y no una cadena monocausal de eventos.
Hay gente que conspira. ¿Quién lo pone en duda? ¿Acaso no hay gobiernos más poderosos que otros gobiernos? ¿Acaso no hay corporaciones internacionales con mucho dinero? ¿Acaso no hay agencias de espionaje con agentes y contra agentes? El científico social no niega estos hechos pero, a diferencia del teórico de la conspiración, conoce de las consecuencias no esperadas de la acción y presenta esas consecuencias como resultado de una red de múltiples relaciones que no admite explicaciones causales únicas1.
La reina de las teorías de la conspiración contemporánea es el atentado a los edificios de las torres gemelas y el pentágono el 11 de septiembre de 2001 (11-S) en Nueva York y Washington respectivamente, ciudades de los Estados Unidos de América.
Una probable explicación involucró al grupo, secreto obviamente, “Project for a New American Century” de la que formarían parte el entonces secretario de defensa Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney, que urdieron el plan para transformar a los Estados Unidos en la única superpotencia mundial2.
Las anteriores líneas son más sencillas de comprender que todo un contexto histórico que se remonta a la intervención de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) en Afganistán durante 1978, los nexos entre la élite política norteamericana y la monarquía saudiarabe en la que el petróleo es un elemento estratégico, los acuerdos militares entre ambas naciones y las pifias de las dependencias de seguridad e inteligencia norteamericanas, entre otros hechos que parecerían no conectados.
Leer y estudiar el informe de la comisión nacional sobre los ataques terroristas contra los Estados Unidos de seiscientas páginas resulta solo uno de los trabajos tediosos y complicados para conocer la postura oficial del tema.
¿Para qué tomarse el tiempo de consultar el documento cuando un video de diez minutos en Youtube “explica” quienes “realmente” planearon el primer ataque en territorio continental a los Estados Unidos de América? La facilidad de consulta en la red y una explicación construida en clave conspirativa siempre será más popular que cualquier estudio con referencias y fuentes impecables.
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Pérez Hernáiz Hugo Antonio. (2011). “La sociedad iluminada: Las teorías de la conspiración como respuesta secularizada al problema de mal en el mundo”, en Insterticios, Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, Vol 5 (1), pág. 117.
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Pérez Hernáiz Hugo Antonio. (2018). “Hacemos mejor ciencia que la ciencia misma. Las teorías de la conspiración como discurso académico”, en Aposta Revista de Ciencias Sociales, Nº 76; Enero, Febrero y Marzo; pág. 83.