Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
Ayer iniciaron las campañas electorales más complejas y comprometedoras de las últimas décadas en este México polarizado y vulnerable.
Las y los aspirantes a competir por un cargo de elección, o bien para reelegirse y ocupar un escaño en la Cámara de Diputados, arrancaron ayer sus actividades proselitistas en medio de la distracción circunstancial por la Semana Santa, también en el inicio de una incipiente campaña de vacunación regional y en la segura antesala de un tercer embate de la pandemia que aún no se manifiesta, pero ya se incuba en decenas de miles de poblanos y mexicanos.
En Puebla, las y los candidatos a una curul en la Cámara de Diputados en San Lázaro comenzaron ayer su comprometedora carrera para alcanzar el triunfo en los 15 distritos electorales que representa el territorio poblano. Tienen el aval del Consejo General del Instituto Nacional Electoral INE para formar parte, mediante el voto mayoritario, de la 65 Legislatura.
La ley y las formas tradicionales establecieron por muchos años que el periodo de campañas era una transición delimitada para que los aspirantes lograran hacer contacto con los electores a fin de lograr su atención y, a partir de ello, sembrar sus ideas y propuestas a través de los eventos masivos como mítines y reuniones organizadas por las estructuras partidistas.
Hoy, intentar seguir los pasos de ese viejo manual resulta de altísimo riesgo para la salud de los candidatos, de los equipos de campaña, pero, sobre todo, de los incautos militantes y electores, muchos de los cuales seguirán al pie de la letra la vieja práctica de la asistencia masiva condicionada a las dádivas de cada candidato.
La ética es hoy una barrera invisible, pero no por ello inexistente, en la desesperada carrera de los candidatos y sus equipos para conseguir meterse unos instantes en la mente y pensamientos de una sociedad rodeada de incertidumbre y problemas como lo son su literal supervivencia física y económica en un país marcado por el desastre de las malas decisiones.
Los decretos lanzados por las autoridades para tratar de disminuir los elevados índices de contagio, hospitalizaciones y muertes por COVID-19 establecen que no puede haber encuentros públicos o privados con fines de distracción, esparcimiento y, por supuesto, para promover candidaturas, sin embargo no hay ni capacidad ni estructura para impedir, y mucho menos para sancionar, estas convocatorias lanzadas en pro de la «democracia”.
Los partidos lo saben. Los candidatos y candidatas afirman haber “calculado” ya el tamaño del riesgo; no bstante, la ansiedad y voracidad de muchos y muchas protagonistas buscarán desafiar a la pandemia bajo el principio de que “el contagio y la muerte de muchos es un riesgo que se debe tomar si quieren garantizar un lugar en San Lázaro”. No son pocos los que ya comentan que una posición en la cámara amerita perfectamente el riesgo.
Un análisis reciente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPAL) apunta a que en las más recientes elecciones celebradas en diferentes países y estados de la República Mexicana, durante el primer año de la pandemia, no se registró oficialmente un incremento de contagios y muertes atribuibles a la enfermedad, no obstante los científicos y autoridades sanitarias de diferentes naciones han afirmado en más de una ocasión que los procesos electorales y las votaciones no son compatibles con una pandemia que se mueve y trasmuta al ritmo que lo está haciendo el virus del SARS-CoV-2.
Es así como México entra en el proceso electoral más importante de su historia con números preocupantes en materia de COVID-19 y con una proyección más delicada aún. Este fin de semana se alcanzaron los 2 millones 250 mil casos positivos de contagio y se superaron las 204 mil muertes reconocidas oficialmente por las autoridades sanitarias.
Sin embargo, el escenario de una inminente tercera ola de contagios, hospitalizaciones y muertes promete una crisis sin precedente para los mexicanos que decidieron disfrutar unos cuantos días de sol, playas, paseos y contagios que habrán de pagar con semanas de angustia, enfermedad y, en el peor de los casos, muerte.
Lo grave del caso es que la enfermedad ya se incuba en estos momentos en decenas de miles. Más grave aún es que esos mismos incautos han comenzado a regresar a sus lugares de origen a contagiar involuntariamente a tras muchas decenas de miles personas más que apostaron por la prudencia y la responsabilidad.
Los investigadores, científicos y especialistas de la salud que no someten su opinión a la política sostienen que el tercer embate de una misma ola para los mexicanos provocará escenarios “catastróficos”, pues el país no cuenta con la infraestructura hospitalaria, ni con los tratamientos suficientes, ni con el personal necesario y repuesto para atender los miles de casos positivos que comenzarán a presentarse en la primera quincena de abril.
Y es éste el cuadro dantesco en el que los partidos políticos buscarán hacerse de la mayor cantidad de las más de 21 mil posiciones y 15 gubernaturas que están en juego según el calendario electoral.
Nadie sabe con mediana cercanía a la realidad cuáles van a ser las condiciones en las que los mexicanos llegaremos a la cita del 6 de junio para votar por el rumbo de este país; tampoco se sabe si la pandemia nos condicionará, por el miedo a mayores contagios, a un escenario en el que la gente se quede en su casa para tratar de evitar la enfermedad.
La otra posibilidad incierta es si las y los mexicanos decididos se arriesgarán a formarse en largas filas a fin de emitir su voto y, con ello, consolidar el actual régimen o mandatar un cambio histórico dadas las actuales circunstancias del país.
En cualquiera de los casos, los partidos políticos, sus candidatos y sus militancias están llamados a la conciencia colectiva y a la responsabilidad elemental, elementos conductuales que, en definitiva, no son parte de su integridad.
Así, se espera que los llamados para acudir a mítines de potenciales contagios se comiencen a registrar ante la mirada dubitativa de las autoridades. Preparémonos, pues, para ser testigos del ejercicio más irresponsable que en pro de la democracia lanzarán todos los partidos, los mismos que están dispuestos a quemar lo último que les queda de decencia para garantizar un lugar en la ubre del sistema.
Las “Covicampañas” y sus saldos también quedarán registrados en la historia.
Fotos: Agencia Enfoque / Cuartoscuro