Lesly Mellado May
La crisis generada por COVID-19 está pegando con mayor severidad a las mujeres, pero también implica mayor visibilidad del trabajo de cuidado que realizan sin remuneración.
Cuando cerraron las guarderías, escuelas, servicios y estancias para la tercera edad, centros de atención para discapacitados, entre otros, fueron las mujeres quienes asumieron el rol de los empleados de estos sectores, triplicando su carga de trabajo.
Esta época, calificada por algunos expertos como una crisis civilizatoria, abre paso para institucionalizar el cuidado como actividad que debe ser remunerada, subsidiada y valorada, porque además estamos cerca de agotar el bono demográfico (en esta década en América Latina y el Caribe habrá más niños y adultos mayores que población económicamente activa).
ONU Mujeres y la Cepal ofrecieron un diagnóstico sobre el impacto de esta crisis. COVID-19 está generando la peor contracción económica de los últimos 100 años, el PIB en América Latina caerá 9.1% y el comercio se reducirá en casi 24%; la tasa de desocupación alcanzará 13.5%, habrá 44 millones de desocupados y cerrarán 2.7 millones de empresas formales.
Las mujeres serán afectadas de forma desproporcional por aumento de desempleo, pobreza y sobre carga de cuidados, especialmente en los hogares de los quintiles más bajos.
La tasa de pobreza de las mujeres aumentaría a 37.4%, lo que equivale a una variación del 22% con respecto a 2019.
Alrededor de 118 millones de mujeres de la región de América Latina y el Caribe se encontrarán en situación de pobreza.
La desocupación femenina alcanzará una tasa de 15.2%, un aumento de casi 6 puntos respecto a 2019.
Más de la mitad de las mujeres están ocupadas en sectores de alto riesgo de ser afectados por la contracción económica: comercio, manufacturas, turismo, servicios administrativos y actividades inmobiliarias.
Estos organismos internacionales proponen una reactivación sostenible priorizando a las mujeres: crear un pacto fiscal y de género para mitigar la emergencia; reforzar el financiamiento de políticas para mujeres como servicios integrales de atención en violencia de género, salud sexual, ingreso básico de emergencia a quienes están en situación de pobreza; invertir en la economía del cuidado incluyendo formalización, remuneración y seguridad social de todos los trabajadores; y expandir cobertura de programas de empleo y protección para mujeres migrantes, indígenas, afrodescendientes, rurales y con discapacidad.
La economía del cuidado es clave para una recuperación económica sostenible y se requerirá un pacto fiscal con foco en las mujeres para orientar recursos a la inversión, la creación del empleo y la inclusión digital y financiera.
Las recomendaciones hacia la implementación de políticas de cuidado en el mediano y largo plazo son: crear sistemas de cuidado robustos, resilientes diseñados e implementados desde un enfoque de género; invertir en infraestructura de cuidados, en tecnología y sistemas de transporte que ahorren tiempo; transformar mercados laborales para permitir la reconciliación de trabajo remunerado y cuidados no remunerados, fomentando la corresponsabilidad social entre familias, Estado, mercado y comunidad; integrar la economía del cuidado en la planificación, diseño e implementación de las políticas macroeconómicas.
Durante la presentación de este diagnóstico y propuesta para mitigar el impacto de la crisis COVID-19 en las mujeres, la ONU y la Cepal hicieron énfasis en la inversión para disminuir la brecha digital, pues para tener éxito ante el cambio en el mercado deberán tener acceso y habilidades para ingresar al nuevo esquema económico.
En el acto, algunas directoras nacionales de políticas públicas a favor de las mujeres expusieron parte de sus planes para enfrentar la crisis, pero en el caso de México participó la secretaria ejecutiva de Inmujeres, Patricia Estela Uribe, quien se limitó a hablar del problema, pero no de la forma en que habrá de resolverse.
El gobierno federal mexicano ha optado por subsidios directos a la población sin diseñar un esquema que permita verificar que ese dinero efectivamente sirve para detonar el desarrollo humano y social.
En teoría, las tandas del bienestar serían una buena apuesta para que las mujeres puedan hacer frente a la crisis económica, pero sin una capacitación para multiplicar ese capital semilla, no habrá posibilidad de mitigar la pobreza.