Dr. Anselmo Salvador Chávez Capó / Profesor Investigador de la UPAEP
La caída de uno de los bancos más fuertes de Suiza, el Credit Suisse, ha ocasionado una crisis en el sistema financiero internacional y, aunado a la crisis en Silicon Valley Bank, generó un ambiente de incertidumbre a nivel global que hizo sonar las alarmas en todos los intermediarios y los inversionistas alrededor del mundo.
Los problemas del este banco se hicieron evidentes a partir de junio de 2022, cuando el Tribunal Penal Federal de Suiza condenó a la institución bancaria por no evitar el lavado de dinero de una banda búlgara de traficantes de cocaína. Asimismo, en su informe anual para 2022, encontró debilidades materiales en sus procedimientos de informes y control durante los últimos dos años.
Las dificultades continuaron durante el último trimestre de 2022, ya que se vio afectado por las salidas de efectivo de los clientes cuando se retiraron más de 110 millones de francos, retiros que continuaron durante marzo, incluso después de que comenzó una gran campaña para recuperar la confianza de los clientes; sin embargo, las acciones de Credit Suisse cayeron en una baja récord el pasado miércoles 15, por lo que sus bonos llegaron a niveles que indican profundas dificultades financieras.
Sus dudas sobre el prestamista plagado de escándalos se combinaron con una venta masiva global de acciones bancarias por encima de los mínimos regulatorios de capital y liquidez y, aunque sufrió retiros históricos por parte de clientes nerviosos por su dirección futura, la situación empeoró el 15 de marzo, cuando el intermediario suizo pidió 54 mil millones de dólares al Banco Nacional de Suiza, provocando que generara un entorno de incertidumbre a nivel macroeconómico en el ecosistema bancario mundial.
La solución a esta situación se dio con la participación de su principal competidor, UBS Group, el cual remonta sus raíces a través de unas 370 instituciones, separadas a lo largo de 160 años; que culminó con la fusión del Union Bank of Switzerland y la Swiss Bank Corporation en 1998.
Después de salir de un rescate estatal durante la crisis financiera de 2008, el banco construyó una reputación como uno de los administradores de patrimonio más grandes del mundo, atendiendo a personas de alto y ultraalto patrimonio neto a nivel mundial.
UBS acordó comprar Credit Suisse por 3 mil 230 millones de dólares, más del doble de una primera oferta, a pesar de que el banco estaba valorado en unos 7.4 millones de francos (8 millones de dólares), en una operación que evitó el colapso de la entidad y el pánico en los mercados.
Con esto, de acuerdo con el Banco Central de Suiza, en voz de Thomas Jordan, presidente de la junta directiva del banco central, si UBS no hubiera adquirido Credit Suisse habría tenido graves consecuencias para la estabilidad financiera nacional e internacional y para la economía suiza, por lo cual correr ese riesgo habría sido
irresponsable.
Al final, entre otras conclusiones se puede destacar:
• La adquisición de UBS por la irrisoria suma de 3 mil millones de dólares afectó de manera directa a los accionistas, privándolos de una parte de su riqueza
• También habrá pérdidas de puestos de trabajo, quizás miles de ellos, debido a que hay sucursales de ambas instituciones en casi todas las ciudades suizas. Una vez que se complete la adquisición, no tendrá mucho sentido que UBS las mantenga abiertas.
• El daño más costoso de todos podría ser la reputación de Suiza como un lugar seguro para invertir.
Entonces, ¿qué pensar de un sistema que permite que un banco de 167 años de antigüedad se derrumbe en unos pocos días, a costa de muchos puestos de trabajo y pérdidas masivas en el valor de las acciones?
¿Dónde estaban los reguladores? ¿Cómo no vieron lo que estaba pasando? Es difícil evitar la conclusión. Dicen
ahora algunos suizos que las mismas personas que deberían haber actuado para evitar el colapso de Credit Suisse estaban dormidas al volante.
Por todo ello, hay que vigilar que esto no pase en México.