Por: Jorge Alberto Calles Santillana
Agenda Ciudadana
Estamos tan acostumbrados a la discusión polarizada y al debate entre no-argumentos que se nos escapa poner atención al fondo de los hechos que transcurren ante nuestros ojos. En estos días varios de ellos merecen análisis:
Uno.- La intervención del secretario de Gobernación, Adán Augusto Hernández, en la promoción del proceso de revocación, acompañado del comandante de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio, empleando un avión de ese cuerpo para su traslado entre Torreón y Hermosillo, lo que evidencia la desarticulación de la función pública, el peligroso empoderamiento del ejército y la soberbia con la que el poder exhibe su alianza con él. s.
Por si fuera poco, el hecho trató de ser interpretado en el marco de la política cotidiana; recurso nada sorpresivo, por supuesto. Adán Augusto se “destapa”, predominó como versión. Fue otro “anillo al dedo”. El presidente se encargó de azuzar ese debate. “Es buen funcionario, pero no es presidenciable”, dijo.
La controversia tomó ese camino. Pero lo cierto es que si Adán Augusto está considerado o no como posible sucesor de López Obrador es, de momento, totalmente irrelevante. Lo que debe preocuparnos es que Adán Augusto rompió con la figura de secretario de Gobernación que había creado desde su arribo al cargo, un secretario abierto a escuchar todas las voces políticas y tratar de mantener procesos de negociación con ellas.
Eso le ha merecido reconocimientos por parte de propios y extraños. Su actuación le había devuelto a la secretaría buena parte de la función que le corresponde y que había sido alterada con la designación de Olga Sánchez, a quien solamente se le había encargado atender el asunto de Ayotzinapa, como claramente se lo había hecho saber el presidente.
Las funciones de la secretaría habían sido trasladadas a Julio Scherer Ibarra, quien fungía como consejero jurídico del Poder Ejecutivo. La llegada de Adán Augusto hizo pensar que, al menos en Gobernación, se retomaba la función pública con apego a la normatividad.
El hecho del fin de semana refleja que no fue así; demuestra que la estructura toda se mueve en la dirección marcada por el presidente y con el ritmo que él determine. Demuestra que la voluntad presidencial es más importante que la ley. Adán no respetó las determinaciones del Tribunal Electoral y destruyó sus relaciones con los partidos de oposición; éstos, de inmediato, dejaron de reconocerlo como interlocutor.
No menos grave es la compañía del comandante. Queda claro que la lealtad al presidente va más allá de un lema en las insignias de los uniformes. El Poder Ejecutivo y el militar son uno. Por ahora, los dos funcionan al servicio del primero. Por eso, el secretario no tiene empacho en mostrarse al lado del avión en compañía de Rodríguez. ¿Qué fuerza puede tener reclamar el apego a la ley cuando quien la viola muestra, literalmente, sus armas?
Dos.- Las relaciones con los Estados Unidos están en el momento más crítico, en muchos años. La posible aprobación de la reforma energética preocupa a los vecinos por el daño en sus inversiones, por el golpe a la libre competencia en los mercados energéticos y por el desprecio hacia las energías limpias.
En los últimos meses, funcionarios de varios niveles han visitado Palacio Nacional tratando de hacerle ver al presidente las consecuencias negativas que para el área y, especialmente, para el país, podría tener la aprobación de ese proyecto. Poco se ha sabido de estos encuentros. Poca información ha proporcionado el presidente en sus conferencias matutinas. Se ha limitado a señalar que ha habido buenos acuerdos y que ha guardado silencio cuando los representantes del gobierno norteamericano han indicado que habrá comisiones norteamericanas de vigilancia del TMEC.
Pero los reportes de la contraparte no dejan ver sino profundos desacuerdos. Queda claro que la propuesta de reforma no será modificada. Difícilmente se transformará el estilo presidencial.
Lo cierto es que, de aprobarse, la reforma acarreará al país problemas serios. En primer lugar, los Estados Unidos reclamarán fuertes indemnizaciones.
Con un presupuesto limitado y con escasas fuentes de ingreso, el gobierno federal se verá en problemas para solventar esos pagos. Por si fuera poco, las inversiones extranjeras se reducirán de manera significativa.
Nuestra economía resultará muy golpeada. Pero, además, nos veremos enfrascados en retóricas nacionalistas y llamados a defender la patria que no servirán sino para profundizar la muy peligrosa polarización que vivimos.
Tres.- El futuro del Instituto Nacional Electoral está echado. Sea cual fuere el resultado de la revocación, el presidente impulsará una reforma electoral cuyo objetivo es minimizar al instituto y devolver al estado el control de los procesos electorales. Echar por la borda un esfuerzo de tres décadas por tener procesos electorales confiables.
No hay duda: la elección del 2024 será la más complicada y peligrosa que hayamos vivido en mucho tiempo. 2024 será el año que vivamos en peligro, con un partido empeñado en preservar el poder y el “legado” lopezobradorista, decidido a hacer lo que sea con tal de conseguirlo –probablemente con una legislación a modo– y con el apoyo de la fuerza militar. La cohesión social podría quebrarse. Nuestro futuro político no es nada halagüeño.