Alejandro Montiel Bonilla
Sin duda alguna, comprender el profundo alcance que tienen las redes sociales, en la transformación cultural de todas nuestras sociedades, seguirá siendo una materia de estudio que no dejará de cambiar en los próximos años. Y es que a medida que nuevas redes sociales surgen, también parecieran hacerlo nuevas formas de apropiación por parte de los usuarios, y es en este cruce de dinámicas –por una parte, lo que los creadores de las redes sociales intentan lograr en los usuarios y, por el otro lado, la práctica real de utilización en el lado de los usuarios–que surge una ingente cantidad de información.
Por eso, el documental que presentó la plataforma Netflix, llamado “El dilema de las redes sociales” proporciona material muy valioso para comprender un poco más, tan solo un poco más, de qué forma están estructuradas y por qué son tan adictivas para la mayoría de los seres humanos.
Uno de los principales aportes de este material reside en que los personajes que aparecen expresando su testimonio fueron parte central, durante varios años, de la estructura organizacional en las empresas multinacionales que sustentan la mayoría de las redes sociales que todos conocemos, y que, por algún motivo ético, dejaron ese trabajo. En el documental se dicen abiertamente varias cosas que antes eran evitadas o silenciadas.
Por ejemplo, que el principal motivo de las redes es vender productos y para ello deben utilizar todas las tecnologías de persuasión posibles, para que los usuarios permanezcan utilizando o tengan físicamente cerca, su dispositivo móvil. Esto respondería la pregunta de millones de personas: ¿de qué forma las redes sociales ganan dinero, si tal parece que todo lo que nos ofrecen es “conectarnos entre nosotros”?
En otra parte del documental, también se explica cómo a través de la obtención de la información permanente de los usuarios con el uso de las pantallas móviles, estas plataformas pueden asegurar el éxito publicitario para su anunciante, algo que antes de esta era de redes sociales, simplemente no era posible lograr. Por ello, es un hecho que cada vez que se ofrece un servicio gratis en las redes, en realidad lo que se busca es conocer y obtener la mayor cantidad posible de prácticas y hábitos de uso de los usuarios digitales.
Quizá para la mayor parte de la gente sea muy difícil creer que una plataforma digital puede conocernos mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos, y que puede predecir nuestros comportamientos en la mayoría de las situaciones, si no es que en todas. A casi todos, el planteamiento anterior les puede parecer un tema de ciencia ficción, y quizá una de las dificultades para poder concebir que exista un poder de conocimiento tan profundo de uno mismo es que los avances científicos alrededor de estas plataformas han escalado de una manera tan vertiginosa.
Sobre todo, el perfeccionamiento matemático y tecnológico se ha hecho a la manera de secretos empresariales, los cuales por definición están ocultos a la población en general. De la misma forma, los centros difusores tradicionales de conocimiento como son, por ejemplo, las universidades, no tienen a su disposición para su análisis todos los tipos de técnicas de persuasión psicológicas a las que son sometidos los usuarios de Facebook o Tik Tok. Sin conocer lo que los científicos y la inteligencia artificial están controlando y manipulando en miles de millones de personas, solo una cosa es segura: el control social de las diferentes poblaciones en el mundo ya no está en los –gobiernos democráticos o no–, localizados en cada país, sino en los diferentes nodos que controlan las redes sociales en el mundo.