Por: Dr. José Manuel Nieto Jalil
Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur
Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
Conducir un auto eléctrico nos da mucho placer, no emite prácticamente ningún ruido, no vibra, no tiene cambios, es suave y su reacción es increíble. Por otro lado, los autos eléctricos cuentan con lo que se llama frenado regenerativo que, al soltar el acelerador, la inercia del vehículo carga la batería, y esto hace que no sea necesario tocar el freno frecuentemente como se hace en un auto convencional.
La progresiva entrada de las energías renovables y la masificación de tecnologías a nivel mundial han hecho que los carros eléctricos e híbridos sean los de mayor crecimiento en ventas en los últimos años, este crecimiento se debe fundamentalmente al aumento de la conciencia ambiental y en paralelo por el hecho que los carros eléctricos e híbridos pueden circular todos los días independientemente de que existan restricciones de no circulación en determinadas horas o días de la semana como ocurren en muchos países del mundo.
Manejar un auto eléctrico ofrece diversas ventajas, entre las más destacadas tenemos que un auto eléctrico consume más o menos unos 13 kilowatts por hora (kWh) de energía cada 100 kilómetros, proporcionando una autonomía de unos 300 km debido a que cuenta con una batería de unos 40 kWh de energía. Adicionalmente, recorrer un kilómetro en un auto eléctrico representa un ahorro entre un 40% a un 60% que si este mismo recorrido se hiciera en un auto que use combustible tradicional.
Los autos eléctricos, no producen gases de efecto invernadero y en paralelo al no usar combustible no genera alguna partícula material que provoque enfermedades respiratorias, ni óxido de nitrógeno, altamente tóxico, entre otros contaminantes. Las nuevas tecnologías, utilizadas en vehículos eléctricos, computadoras portátiles, teléfonos celulares o aviones de última generación, están apostando por las baterías de litio, y este mercado global está creciendo vertiginosamente.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), se encuentran reservas de litio en 17 países. A nivel mundial se estima que las principales reservas se encuentran en Bolivia, Argentina, Chile, Estados Unidos, Australia, China, Canadá, Alemania y México.
De estos países los principales productores se concentran en Australia con un 48%, Chile con un 29%, Argentina y China con un 9%, mientras que los principales consumidores de litio en el mundo son China, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón, Bélgica y Alemania, cuyo destino principal es la industria de computadoras, celulares y autos eléctricos.
El litio es el más liviano de todos los metales de la tabla periódica, es un metal alcalino blanco que se corroe rápidamente al contacto con el aire y no existe en estado libre en la naturaleza, sino solamente en compuestos. Se comercializa principalmente como carbonato de litio, cloruro de litio e hidróxido de litio. El litio no es en sí mismo venenoso ni peligroso para el medio ambiente (aunque los métodos actuales de extracción de litio tienen impactos ambientales negativos).
Actualmente, el carbonato es el producto de mayor utilización industrial con cerca de un 71%, seguido del hidróxido con un 24%. Los principales usos del litio se centran en dos categorías, en primer lugar, el segmento de baterías de ion-litio, ampliamente usadas en la fabricación de autos eléctricos, artículos electrónicos y sistemas de almacenamiento energético y, en segundo lugar, están los usos tradicionales de litio, incluyendo vidrios y cerámicas, grasas y lubricantes, sistemas de aire acondicionado y productos farmacéuticos, entre otros.
Parte de este gran auge se debe a los creadores de una batería potente y ligera que puede hacer posible un mundo libre de combustibles fósiles y que se les considera los padres de las baterías de ion-litio recargables, me refiero a los investigadores John B. Goodenough de Estados Unidos, el británico Stanley Whittingham y el japonés Akira Yoshino, premiados en el 2019 con el Premio Nobel de Química.
El silicio contribuirá, gracias a su capacidad de almacenamiento, a la progresiva reducción de los costes de la batería, así como a la reducción en peso y tamaño. A diferencia del petróleo, el litio no es un combustible y (normalmente) no se quema. Es una materia prima, como el hierro, que se utiliza para fabricar un producto y se puede reciclar al final de su vida útil.
El gran reto para la movilidad eléctrica es conseguir avanzar en la autonomía y duración de las baterías. La investigación se centra en superar esas limitaciones. Cuando se consiga, nadie duda de que el litio se convertirá en el nuevo petróleo.
México cuenta con el proyecto de Sonora (Bacanora Minerals), ubicado en el estado homónimo en el norponiente de México. Actualmente se encuentra en etapa de preproducción y se estima que aportaría alrededor de 35 kilotoneladas hacia mediados de la década.
La gran preocupación que existe en México en la explotación del litio se centra en la administración ineficiente de recursos en el subsuelo de México como lo ha demostrado la historia, Pemex constituye un buen ejemplo, es por ello por lo que muchos analistas consideran viables el establecimiento de regulación que permita la explotación de los minerales de forma sostenible social y ambientalmente, que genere ingresos al Estado mexicano y sobre todo por la no existencia en la actualidad de la subsecretaría de Minería.
La tecnología de las baterías tiene el potencial para rehacer la economía mundial. Los cambios se desarrollarán durante varias décadas, transformarán casi todos los aspectos de la sociedad humana y presentarán infinitas oportunidades de inversión. Tal como lo hizo el petróleo en su día, las baterías permitirán que nuevas empresas pasen a un primer plano de la actualidad económica y que otras desaparezcan. (Preguntas y dudas a: [email protected]).