Por: Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
Según el plano del ingeniero Ordóñez y Macías, en 1849 fue descubierta una traza urbana del siglo anterior (año 1776) de su colega ya occiso Ignacio Castera, ubicando una inusual, tardía y reinstaurada calle de Cuauhtémoc, con un extraño empedrado mencionado en ciertas crónicas de la Puebla de los Ángeles.
Esa calle es la actual 15 Poniente 100.
Pero vayamos años más atrás.
En 1537, seis años después de la fundación de este pueblo, o la Puebla, como la conocemos hasta hoy, el regidor Alonso Valiente solicitó al cabildo de este terruño, dibujar un plano del pueblo, o la Puebla, naciente.
La petición obedeció a que los predios que eran regalados a los pobladores recién llegados, en ocasiones, eran dispuestos a más de dos españoles –por error– lo que provocó incluso duelos en las nacientes calles apestosas y terrosas de esta ciudad.
Los duelos eran escenificados sobre la futura calle Cuauhtémoc, esto es, ya fuera de la ciudad.
Entre hierbas mal nacidas, pero también entre ramos de plantas y flores pertinentes para las fosas que resguardaron tantos cadáveres de peleoneros mala-copa por un terreno de esta Puebla. O pueblo.
No por menos, décadas después en esta zona del actual barrio del Carmen, hubo un panteón inmenso que abarcó hasta la actual 19 Poniente, cruzando la “calle de los Arbolitos”, actual 17 Poniente, o “calle que va de El Carmen hasta Santiago”.
¿Por qué “calle de los Arbolitos”?
Porque fue una delimitación india para que los españoles no enturbiaran su salud, la limpieza y la sanidad siempre presente entre los indios nativos.
Aquí nos tocó nacer.
Y aquí es donde nos toca vivir.
En el pueblo de los Ángeles.
O como muchos le dicen: La Puebla.
El pueblo nuestro.
(Texto leido en el pánel Lecturas por la Ciudad. Abril 28 de 2022. El Realengo).