Iván Mercado
@ivanmercadonews
FB: IvánMercado
El cambio de régimen es el desmantelamiento de un sistema político agotado, por otro modelo, cualquiera que este sea, con mejores o peores resultados.
Este cambio de régimen suele suceder o bien por el un golpe de estado, por una revolución, por un derrocamiento financiado o por la decisión directa de una sociedad que vota en plena libertad a través de un proceso democrático.
Una vez instalado, el nuevo régimen opta por reemplazar una parte o bien, todas las instituciones existentes del estado. Lo mismo el aparato administrativo o la burocracia. Suele desaparecer las estructuras operativas ineficientes pero también las que probadamente son ejemplo internacional por su eficacia.
El nuevo régimen que es capaz de llegar con el respaldo de millones y millones de votos, puede intentar cambiar el modelo económico, incluso, establecer nuevos mecanismos de control y regulación gubernamental.
Y así lo ha venido anunciando Andrés Manuel López Obrador desde que pronunció su primer mensaje al pueblo bueno y sabio, después de rendir protesta como presidente de México:
“Este no es un cambio de gobierno, el que comienza para todos es un cambio de régimen…”
Fieles a la deformación del viejo sistema, nadie lo entendió o nadie le creyó.
Hoy, simpatizantes o no, todos somos testigos de múltiples cambios de forma en la llamada Cuarta Transformación, y esta realidad está provocando un evidente choque ideológico entre mexicanos “felices” y mexicanos indignados por los mecanismos de transformación para un país que se hunde rápidamente en un fango creado por pasadas administraciones, las mismas que no supieron poner un alto a su voracidad y que hoy solo encuentran el argumento mediocre… “Están resultando peores que nosotros”.
La memoria de corto, muy corto plazo, es uno de los males colectivos que ha aquejado a los mexicanos desde hace más de medio siglo. Los abusos sexenales ocurrieron sistemáticamente con los gobierno priistas y panista, pero también con los de izquierda que por hartazgo, desesperación o ignorancia de los electores, llegaron a gobernar grandes territorios como la propia capital del país.
Hoy pocos recuerdan a detalle la serie de abusos, torpezas, escándalos y traiciones que fueron cometidas por la pasada administración federal, actos altamente ofensivos que en muchos casos se leyeron como incomprensibles a la luz de un inminente proceso electoral que prometía un cambio radical para México. No pocos decían: “Parece que en este gobierno (Enrique Peña Nieto) lo hacen intencionalmente…”
Y aquí estamos, siendo testigos de lo que exactamente se les prometió a las mexicanas y mexicano hartos de tanta estupidez, corrupción e impunidad: El desmantelamiento de ese México construido a lo largo de décadas, para dar paso al tan anhelado y largamente acariciado cambio.
Así es como han llegado la austeridad republicana, los jóvenes construyendo el futuro, el programa sembrando vida, el banco del bienestar, la Guardia Nacional, la construcción de Dos Bocas, El Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucia entre otros.
Y así es como se han ido la reforma educativa, el seguro popular, el programa prospera, el programa de empleo temporal (PET), los comedores comunitarios, las estancias infantiles, el fondo nacional del emprendedor y el consejo de promoción turística, entre otros muchos.
Todo esto ha sucedido en menos de 2 años. Millones aplauden las decisiones transformadoras del nuevo régimen, otros muchos millones solo observan, critican en redes y se sorprenden por el rumbo que esta tomando este nuevo México, y hasta ahora, unos cuantos, solo unos cuantos miles, se expresan abiertamente en contra de la cuarta transformación.
El modelo de polémica social se replica de la escala nacional a los estados y hasta municipios con carácter de capitales; El ejemplo más claro es el debate que se ha desatado en Puebla por la aprobación de la nueva Ley de Educación Pública, una ley que establece políticas más duras para las instituciones privadas de educación al sumarlas al sistema educativo estatal, incluso, imponiendo sanciones económicas y administrativas por abusos como la retención de documentos o la negativa para brindar educación.
La polémica crece al obligar a la universidad pública a abrirse a los procedimientos de fiscalización estatal en el manejo incluso de recursos públicos federales.
El articulo 105 en particular, ha sido tomado como ejemplo de los riesgos de una ley aprobada con una rapidez inusitada. Y es que su redacción descuidada o intencional establece que los bienes muebles e inmuebles de las escuelas particulares pasarán a ser parte del sistema educativo estatal… “Los muebles e inmuebles destinados a la educación impartida por las autoridades educativas estatal y municipales y por los particulares con autorización o con reconocimiento de validez oficial de estudios en el Estado de Puebla, así como los servicios e instalaciones necesarios para proporcionar educación, forman parte del Sistema Educativo Estatal”.
Aunado a lo anterior, las nuevas disposiciones establecen que los muebles e inmuebles deberán cumplir con los requisitos de calidad, seguridad, funcionalidad, oportunidad, equidad, sustentabilidad, resiliencia, pertenencia, integridad, accesibilidad, inclusividad e higiene. Eso es lo elemental.
Sin embargo hasta ahora, la nueva Ley de Educación en Puebla, sólo ha merecido un incipiente debate de ideas entre los rectores que conforman el llamado Consorcio Universitario y un puñado de diputados locales medianamente informados sobre la propia ley.
Más allá de eso, solo posiciones expresadas en medios de comunicación y burlas de diputadas y diputados exhibidos por su particular ignorancia en el uso de plataformas digitales.
Y ha sido justo ese acto de torpeza e ignorancia en el Congreso de Puebla, lo que “despertó” a muchos sectores de la sociedad que no estaba informada o no había entendido los alcances de la ley.
Ver y escuchar la sorna de los obedientes, los serviles, los hipócritas y los traidores a sus propios principios a cambio migajas, puede ser un detonante de nuevas acciones de inconformidad, mismas que iniciarán con un movimiento denominado #ConLaEducaciónNo en el cual se tienen programadas una serie de acciones para definir protestas y defender legalmente derechos que pueden verse en “peligro” por una ley que a decir de varios rectores, es riesgosa y ambigua.
De la ley hay mucho que informar y mucho que discutir, sin embargo, para alcanzar ese debate constructivo hace falta una autoridad receptiva y una sociedad interesada en crecer.
Bajo este principio, el escenario se antoja poco prometedor para alcanzar una ley mucho mas enriquecidora para el bien de los poblanos.
Así como la nueva Ley de Educación de Puebla, muchas leyes están construyéndose y cambiando bajo la óptica de un nuevo régimen, uno que llegó por la vía pacifica del voto y que desde un inicio, anunció el desmantelamiento de ese México que vivimos, construimos y permitimos por décadas.
Por lo pronto, este sábado 30 de mayo, miles de mexicanas y mexicanos protestaron y exigieron la dimisión del presidente López Obrador en 70 ciudades del país a través de las llamadas caravanas del movimiento #FRENA, ciudadanos convencidos de que el rumbo al que están encaminando al país no es el deseado.
Sin embargo, apenas son miles en una nación de 120 millones que está en franca metamorfosis, para bien o para mal. El cambio está en marcha y como reza el dicho: “El que avisa, no traiciona”, y en México, todos fuimos avisados.