Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido/ Es relativo
Dos grandes historiadores y sociólogos, el maestro Héctor Aguilar Camín, en unión del maestro Lorenzo Meyer, escribieron un magnífico libro titulado A la sombra de la Revolución Mexicana.
En él nos señalan: “Conviene subrayar para recordar que la Revolución que Madero liberó, no fue hija de la miseria y el estancamiento, sino de los desarreglos que trajeron el auge y el cambio”. Un cambio que se reconoce trajo desarrollo al país, pero que no había beneficiado al pueblo de México, al que Porfirio Díaz llamó “El tigre” cuando se embarcó hacia Europa (sin dejar de reconocer que en la época Porfiriana hubo importantes cambios y desarrollo).
Señalo lo anterior, y uso la palabra cambio de los historiadores mencionados, porque a partir de ya estamos viviendo en el mundo una vertiginosa época de cambios, de grandes y profundos cambios en todos los aspectos a los que tenemos que acostumbrarnos y enfrentarlos las mexicanas y mexicanos.
¿Quién es “el tigre” a quién se refirió Porfirio Díaz? Para opinar, recordemos rápidamente nuestra historia y encontraremos que en nuestros orígenes no formábamos ni una nación, ni un Estado; éramos muchos grupos diseminados y diferentes, pero eso sí, grupos que estaban en permanentes conflictos bélicos.
Al llegar Cortés, los pueblos estaban sojuzgados y la cultura ya era decadente por la propia división en que se vivía, eran los permanentes pleitos.
Hubo una epidemia de viruela que influyó para que Tenochtitlán cayera en manos de los españoles. Así llegamos a la época de la lucha de la Independencia de México en la que también estuvimos con divisiones en todos sentidos.
Con posterioridad se establece otro conflicto, otra lucha entre liberales (Federalistas) y conservadores (Centralistas), lucha que bajo otras formas sigue actualmente dividiendo a los mexicanos. Reconocen los historiadores que de 1821a 1850 (29 años), hubo en México 50 gobiernos.
Todo esto generado por división entre los mexicanos. Por esas divisiones, perdimos cerca de 2 millones 400 mil kilómetros cuadrados de nuestro territorio y 110 mil kilómetros por el Tratado de La Mesilla, área que representa más de la mitad de nuestro mapa actual.
Por seguir con divisiones, tuvimos una intervención extranjera el 14 de septiembre de 1847 que llevó a ondear la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica en el Palacio Nacional, y terminamos con una intervención europea que nos impuso como Emperador a Maximiliano de Habsburgo.
Esto generó la existencia de dos gobiernos: el del Emperador y el de Benito Juárez… desastrosa división de los mexicanos. Aparece Porfirio Díaz, quien se levanta en armas contra el presidente Benito Juárez, y después contra el presidente electo Sebastián Lerdo de Tejada.
Todo ello producto de la división de los mexicanos. Se declara presidente de México a Porfirio Díaz, quien gobierna más de 30 años, y si bien es cierto hubo desarrollo en nuestro país también existió miseria, injusticias, lo que llevó a surgir la Revolución Mexicana con más de un millón de mexicanos muertos.
En esta etapa y la Posrrevolucionaria, se incrementó la división de los mexicanos. Se reconoce como movimiento armado a la que se denominó Guerra Cristera, división de los mexicanos por razones religiosas.
Posterior a todo ello, se han creado en nuestro país múltiples partidos políticos, y México sigue aún con grandes problemas sociales y económicos, pobreza extrema, que aunados a conflictos internacionales y a fenómenos de violencia, delincuencia y enfermedades, ponen en riesgo la marcha de todas las esferas de la vida de la nación. Sin embargo, la división política se acentúa en nuestro país por la división de los mexicanos.
Así a grandes rasgos trasciende la historia de nuestro país, y en todas esas etapas ha estado presente “el tigre”, es decir, la división incomprensible de los mexicanos.
La división es “el tigre”, y ello impide que tengamos un país en pleno desarrollo, en calma, en unidad plural, todos y todo lo queremos resolver con violencia, aunque se tenga razón, pero con división y violencia.
Para que no haya tigres en ningún lado o bando, mi opinión es que nuestro país, para estar en los tiempos nuevos, necesita de la educación, de la cultura que nos conduzca por los caminos de la Ley, el Derecho, la Ética y la Moral.
Necesitamos ser humanistas, vivir en un estado de Derecho que implica que ciudadanos y autoridades ajustemos nuestros actos a la Ley, una sociedad Ética en donde nuestra conducta para vivir en sociedad sea el respeto a los demás y a las normas que debe seguir nuestra vida en comunidad.
Una sociedad Moral, donde en pluralidades se respete el pensamiento. No es fácil, pero debe ser ya la meta de la mujer y el hombre, la meta del Estado, la meta de las organizaciones religiosas, políticas y educativas. Pasará tiempo para lograrlo, pero debemos trabajar para triunfar, y a través de diálogo entre los tigres, se pueda ir por los caminos de la conducta y el concenso y desaparecer odios, pobreza, miseria, marginación, injusticias y desigualdad.
En otro aspecto, si al tigre se le escucha, se le atiende, se le incorpora a la colectividad con educación, trabajo, salud, seguridad, respetando su dignidad, el tigre dejará de ser el tigre del otro ser humano. Copiando lo que señalan los autores Aguilar Camin y Meyer al final de su libro, creo que aplica muy bien al tema esta idea: “No se trata ciertamente de una promesa de días, ni de semanas, sino de años y a lo mejor de décadas, pero la sociedad mexicana acude al término de un acuerdo fundamental consigo misma, un verdadero cambio de época que hace convivir en nosotros a la vez, el desconcierto y la necesidad del cambio, el peso inerte del pasado y el clamor cimentado e indefinido del futuro”.