Adolfo Flores Fragoso [email protected]
Una extraña edición ilustrada de editorial Bruguera fue el primer libro que mi padre me regaló: Robinson Crusoe. Ya heredado en vida, por cierto, a mi hijo.
Mi madre estaba orgullosa de que pudiera leer sin haber cumplido los cinco años de edad. La historia es simple: Pepita Gomís tenía un programa de televisión por las tardes en el que enseñaba a leer y escribir a los chamacos que la veían. En mi caso, fue la abuela Caritina quien me ponía el canal con esas clases, con un lápiz y un cuaderno sobre un tapete, mientras mis padres trabajaban y ella atendía su tienda, allá en la muy poblana colonia Santa María.
Así fue como algunos niños nos comenzamos a educar, gracias al Telesistema Mexicano de los años 60. La mejor parte de “Telekinder” –así se llamó el programa– era cuando Pepi – ta impartía sus clases de historia de México.
Hablaba de las guerras y matanzas que “nos hicieron patria”, con una voz y una dicción tan cautivante, como quien narra un inocente cuento infantil.
Pepita sabía también manejar los silencios y mostraba con ellos sus enojos, contra quienes no habíamos hecho la tarea sugerida el día anterior.
Estoy hablando de la televisión de los 60 del siglo pasado, insisto. Los que saben de esto dicen que un micrófono y una imagen no hacen un buen “comunicador” a quienes están enfrente ellos.
Creo que es lo que está fallando en este tiempo de educación a distancia. Si en clases presenciales muchos fallamos, qué esperar cuando intentamos instruir frente a una fría pantalla y un micrófono mal puesto.
La pedagogía enfrenta nuevos retos. Redefinir vocaciones y disposiciones para ser un profesor en la cercanía y en la distancia, y no serlo sólo por aspirar a tener “una plaza” –a veces comprada– y una buena jubilación. Los sistemas educativos están a prueba en este momento en todo el mundo. En México, creo que muchos profes saldrían reprobados.
Y que no le echen la culpa a la internet. Eso es pretexto. Pepita Gomís lo hizo con talento en televisores en blanco y negro. Hasta nos enseñó a leer sin la necesidad de internet.