Alejandro Montiel Bonilla
PARTE I
EL CASO
Recientemente, Puebla fue escenario de un fraude que ha sacudido a la sociedad local: la supuesta doctora Marilyn Cote, una falsa experta en salud mental y liderazgo empresarial. Utilizó títulos falsificados y una imagen de prestigio internacional para engañar a miles.
Se presentó como una eminencia académica, respaldada por universidades extranjeras y empresas multinacionales, y se promocionó en redes sociales con videos en los que hablaba en varios idiomas y mencionaba su rol en empresas internacionales.
Su habilidad para manipular los signos del poder en la sociedad capitalista fue clave. Utilizó logos, títulos de instituciones y la promesa de “soluciones rápidas” a problemas complejos para ganarse la confianza de su audiencia. Sin embargo, una investigación posterior reveló que los títulos universitarios de Cote eran falsos y que las instituciones que ella mencionaba no tenían vínculo alguno con ella.
La supuesta experta, como otros fraudes similares, aprovechó la falta de cuestionamiento sobre la autenticidad de los símbolos del poder en un sistema capitalista que promueve más la apariencia que la veracidad.
Este caso se inserta en una problemática más amplia, en que el sistema económico actual, lejos de fomentar una crítica sólida a las estructuras de poder, facilita que estos fraudes prosperen.
Las instituciones, tanto públicas como privadas, a menudo se ven incapaces de frenar estas falsedades, lo que pone en evidencia una de las falencias más graves del capitalismo desregulado: la falta de mecanismos eficaces de control y regulación, incluso cuando se trata de la educación o la salud.
Parte II
El capitalismo salvaje
y la farsa de la imagen
El fraude de Cote no es un caso aislado, sino una consecuencia directa del capitalismo salvaje, un sistema que promueve la desregulación total de los mercados y la mercantilización de casi todos los aspectos de la vida social.
Slavoj Žižek ha señalado que en este tipo de capitalismo, las instituciones públicas son incapaces de controlar los excesos del sector privado, lo que permite que se expandan modelos de “pseudo-autoridad”, como el de la supuesta doctora Cote, quienes manipulan símbolos de prestigio para crear una imagen de éxito y conocimiento.
Este capitalismo pone un valor exagerado en la imagen, como ha señalado el politólogo Giovanni Sartori, quien argumenta que vivimos en una “sociedad de la imagen” donde los contenidos profundos son reemplazados por las apariencias. La imagen de autoridad y éxito se ha vuelto más relevante que la credibilidad basada en la aprobación de instituciones serias, y es esta superficialidad la que permite a los fraudes prosperar.
Cote, con su dominio de los símbolos de poder, entendió cómo manipular esta lógica: logos de instituciones reconocidas, discursos en idiomas extranjeros y una presencia mediática que la validaba ante los ojos de su público.
Para David Harvey, este tipo de fraude es una manifestación de un sistema económico que genera desigualdad estructural. En el capitalismo salvaje, la falta de una educación crítica y la concentración de poder en pocas manos facilitan la manipulación de la mayoría.
Como Cote, otros también saben cómo aprovechar esta ignorancia funcional. La solución no está en enfocarse solamente en
los casos aislados de irregularidades, sino en replantear el sistema que permite que estas manipulaciones ocurran.
En este contexto, los fraudes como el de la supuesta doctora Cote se repetirán mientras sigamos aceptando un modelo que premia la apariencia y la mercantilización de todos los aspectos de la vida humana.
Para evitarlo, es necesario cuestionar las estructuras del capitalismo actual y promover una educación crítica que permita a la sociedad distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre la imagen y el contenido.