Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
Sin importar quién se adjudica desde ya el triunfo que en las urnas o quien en los tribunales resulte, el mensaje de los votantes y de los que le dieron la espalda a su país al dejar de asistir a su cita con la historia, quedó claramente reflejado en las elecciones más importantes del país.
Sí, de un México que a penas comienza a caminar su ruta crítica para consolidarse como una nación adulta.
El verdadero peregrinar de la dolorosa etapa en todo crecimiento comienza justo hoy, lunes 7 de junio, con un territorio dividido y condenado al enfrentamiento sistemático por los próximos meses y años.
Y es que sin darnos cuenta exacta, lo que se comenzó a estregar hace casi tres años fue el control absoluto de un país incauto que creyó sin limitación alguna en las promesas de una transformación imposible para una sociedad con una profunda historia de ignorancia y sumisión como la nuestra.
Hartos de los escándalos, de los abusos y de la inagotable y vigente impunidad, los mexicanos quisimos creer en un cambio casi mesiánico y se entregó de manera desesperada o convencida una cantidad de votos tal, que hoy pesan mucho más que cualquier oposición verdadera o simulada.
Esa condición y poder entregado en el 2018, hace casi imposible pensar en una reconstrucción en la que todos los sectores de la sociedad y todas las clases sociales emprendan sus esfuerzos hacia una misma dirección.
No hay un liderazgo interesado en ello.
En una dinámica simple de posibles escenarios después de el proceso electoral que acabamos de vivir se puede dibujar que la balcanización se impondrá y terminará sirviendo a sus más interesados impulsores.
ESCENARIO 1
El movimiento partidista en el poder gana la mayoría simple y calificada en una cámara de diputados concentrada no en construir, sino es desaparecer todo vestigio de un pasado inadmisible para el actual régimen, y por ende, la vida institucional de toda una nación comienza a ser desmantelada sin recato alguno, sin ninguna consideración sobre los efectos que esta pueda tener en los más pobres o los más ricos de este país.
En este supuesto realmente no importan cuantas gubernaturas se conquistaron o se perdieron, el poder resupuestal y la aplanadora de la mayoría incondicional y arrodillada puede aplastarlo todo, incluida la constitución política de México.
Los congresos locales pasan a un segundo plano y quedan condenados a la supervivencia de un sistema que comienza a imponer, sí, a imponer una cuarta transformación pacífica o no, (a estas alturas eso ya no es necesario cantarlo o procurarlo).
Los resultados no son alentadores en una guerra intestina en donde los incipientes y tímidos contrapesos comienzan a desaparecer rápidamente y donde la sociedad es partícipe a través de sus votos o de su indiferencia en las urnas, de una conversión a un sistema donde las instituciones no tienen cabida, donde el estado de derecho es concebido de una forma totalmente diferente al que por décadas se vivió en una fallida república repleta de abusos y simulaciones. Los mexicanos pues, ganan perdiendo.
ESCENARIO 2
Los partidos opositores a través de un electorado decepcionado y enojado con la actual administración federal logran evitar el tsunami vivido en el 2018 y obtienen una cámara dividida que obliga al poder a negociar o a vetar la creación o imposición de leyes, reformas y presupuestos.
Los estados se dividen en “triunfos” que se definen en los tribunales previamente descalificados por el poder al catalogarlos desde hace meses como promotores del fraude electoral.
Por elemental consecuencia, los congresos locales (obligados por la ley a validar o no cambios de carácter constitucional) enfrentan sus propias batallas de legitimidad e intereses personales al quedar a expensas de la solidez moral de sus integrantes.
La sociedad mexicana se divide aún más entre aquellos que rechazan a un sistema que califican como autoritario y nocivo para una nación que busca el estado de derecho como estandarte de estabilidad.
Pero también están aquellos quienes desde sus emociones y necesidad de legítima justicia, desprecian a los “enemigos”, a los “conservadores”, a los “neoliberales”, a los “corruptos”, esos por quienes hoy no pueden alcanzar la “felicidad” tan insistentemente prometida por un presidente cristiano. También en este caso, los mexicanos confrontados unos con otros, ganan perdiendo.
ESCENARIO 3
La democracia se ejerce, los votos se cuentan, los triunfos se festejan y las derrotas se reconocen. Se hace un llamado con altura de miras a la reconciliación nacional y se convoca de manera racional a la reconstrucción de una nación herida de muerte que sangra y que duele.
Los partidos asumen el mandato emanado de la voluntad de los electores, los gobernadores acatan el mensaje de sus verdaderos demandantes, los alcaldes se dedican a reconstruir y los diputados locales a recuperar dignidad.
La sociedad se mira sorprendida y comprende que solo tiene un país, una patria, un territorio que desde hace mucho ha sido saqueado, arrasado y sometido por unos cuantos grupos que a fuerza de violencia o de concertaciones perversas e institucionales se ha apoderado del futuro de millones y millones.
Entonces los dueños de esas posiciones de poder criminal reaccionan de inmediato y aprietan aún más a un pueblo acorralado por una violencia incesante.
Porque sencillamente no pueden perder lo ya conquistado. Una vez más, los mexicanos ganan perdiendo.
(Este último es, por supuesto, un deseo más que un escenario posible).
La realidad es que después de este 6 de Junio, la polarización ha logrado permear tan profundamente en nuestra sociedad que este México se ha convertido en apenas unos cuantos años en el territorio perfecto para que fenómenos como la ilegalidad, la violencia, la impunidad, el autoritarismo y la ilegitimidad, sencillamente no lo suelten, no lo dejen levantarse y reconstruirse a sí mismo.
La realidad es que el peregrinar de los mexicanos apenas comienza, porque se equivocan aquellos que piensan que es “venciendo” a un hombre, a una ideología o a una cuarta transformación como este país saldrá adelante.
El camino es más largo y tortuoso de lo que nos imaginamos, y este apenas ha comenzado.