Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
Está la clase media asfixiada por las deudas y paralizada por el pánico, y en el pánico cría a sus hijos. Pánico de vivir, pánico de caer, pánico de perder el trabajo
Eduardo Galeano
Han pasado más de cuatro años y quedan poco menos de dos para que termine esta administración pública federal, que, por cierto, da la impresión de que ésta tiene más interés de que finalice que la propia población, pues ha iniciado desde hace algún tiempo considerable muchas acciones para ir preparando la sucesión. Así, se puede poner en la palestra la pregunta de ¿cómo se están ganando la vida los simples ciudadanos de a pie?
Aquellos que dependen de un salario, de un centro de trabajo, de un empleo, y también aquellos que se atrevieron a poner un local comercial, un negocio, un taller, una oficina, una empresa, con la romántica ilusión de crear empleos.
O bien, aquel universitario recién egresado y con muchas ilusiones de salir adelante. Y aquel otro que ha visto la pérdida de familiares y amigos por la pandemia, o bien, de los empleos, por la misma razón. O aquellos miles y miles afectados por el crimen organizado.
También están aquellos que dependen de las remesas; es decir, del dinero que mande su familiar radicado en Estados Unidos de América ante las nulas oportunidades en nuestra nación, particularmente en el campo mexicano; o de aquellos que dependen de las becas gubernamentales; o de los que requieren medicinas agotadas en los centros hospitalarios.
Todos ellos, ¿cómo se ganan la vida en estos tiempos?
Para una respuesta válida no debe perderse de vista que vivimos tiempos muy diferentes a los de hace 30 o 40 años. Los momentos de las generaciones anteriores no son los mismos que los actuales.
En general, el mundo ha cambiado. Pero, particularmente, en algunos países nos vemos más afectados que en otros por los sucesos que se presentan, como cita al respecto de esta nueva realidad mundial el profesor polaco Zygmunt Bauman: “La elección de una carrera laboral, coherente y bien estructurada, ya no está abierta para todos. Hoy, los empleos permanentes, seguros y garantizados son la excepción.
Los oficios de antaño, “de por vida”, hasta hereditarios, quedaron confinados a unas pocas industrias y profesiones antiguas y están en rápida disminución. El nuevo lema es flexibilidad”. (Bauman, Zygmunt. Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Editorial Gedisa, Barcelona, 2008)
Efectivamente, las cosas han cambiado, pero no ha sido generalizado para todo el mundo. Los gobiernos de muchos países han aplicado muchas medidas para tratar de mantener las cosas de la mejor forma posible. Y no nos referimos al problema de la pandemia, sino, en general, a los sucesos que se han presentado con la industria de la tecnología de la información, la biotecnología, la monopolización de muchas actividades económicas, el consumismo excesivo, que han provocado que miles de personas pierdan sus empleos, se encuentren algunos con menor estabilidad, cierren los negocios, oficinas, talleres y comercios. Pero, lo más grave, el grado de violencia en ciudades y poblaciones en general, y que para tratar de contener tantos y tantos problemas los gobiernos de las naciones establecen diversas medidas, a veces paliativas.
Al preguntarnos, en el caso de México, ¿qué se ha implementado?, la respuesta –que es parte del problema central– es que no ha sucedido nada. Los ciudadanos se ganan la vida como pueden; verdaderamente están a su suerte.
Basta con unos ejemplos.
Para impulsar la economía micro y pequeña de la nación se requería una reforma fiscal que nunca llegó, solamente se les dio vuelta a las cosas y se aprovecharon las reformas fiscales de 2020, 2021 y 2022 para apuntalar las facultades de las autoridades fiscales. Hoy pareciera, más que un conjunto de leyes, que el código fiscal es un revólver de las autoridades para usarlo contra los contribuyentes.
De nada sirve el discurso presidencial de que no hay aumento de impuestos, si era imposible soportar cualquier tipo de aumento; ese discurso salía sobrando, además de que en parte es una falsedad. Con lo sucedido en esas reformas fiscales es suficiente para invitar al ensanchamiento de la economía informal.
La misma ausencia de acciones gubernamentales corresponde a la protección de los empleos y los empleados, que no son más que una colección de tropiezos.
En primer lugar, el aumento de los salarios mínimos, como el último del 20%, no es otra cosa más que para incrementar las aportaciones de seguridad fiscal; es decir, se aumentaron las contribuciones, pero esto ocasionará que se den de baja muchos trabajadores de la economía formal, pierdan sus servicios de seguridad social y de sus familiares, y se provoquen conflictos laborales. Además, hay que recordar la torpe reforma de las denominadas outsourcing, que provocó también la pérdida de empleos formales, inestabilidad en el empleo, creación de empresas por los propios trabajadores para prestar servicios a los que algún día fueron sus patrones.
Y luego, la reforma laboral, que corresponde al aumento de vacaciones, que no es otra cosa más que una invitación a las grandes empresas para deshacerse de sus trabajadores y tecnificarse. En el caso de las pequeñas empresas, las está dejando sin la poca efectividad con que contaban y en menos condiciones de competir contra las grandes empresas.
Ya ni hablar de abrir en tiempos de esta administración pública federal un negocio, tienda, oficina o taller. Los permisos, licencias y autorizaciones ahogan cualquier esperanza de apertura. No se metió mano por esta administración pública federal a la amplia y contradictoria regulación que existe al respecto, en donde hay invasión de facultades entre los estados, municipios y federación; todo un galimatías que no se pretendió nunca resolver, porque, en lugar de ello, se ensancharon las vías de la corrupción.
Al final del camino de esta experiencia tan amarga no hay más que recordar esa pregunta que hacen los niños a sus padres: Entre buenos y malos, ¿por qué siempre ganan los malos? Es decir, entre lo lícito y lo ilícito, ¿por qué pareciera que siempre gana lo ilícito en nuestra nación.