Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] / web: parmenasradio.org
“La mayor parte de los grandes temas que se han
popularizado en las democracias contemporáneas
no lo han sido gracias a los partidos, los gobiernos
o los parlamentos, sino por la opinión pública
desorganizada o los movimientos sociales.
Daniel Innerarity
En este mes de julio de 2021, en México, se cumplen tres años del cambio de gobierno desde un partido hegemónico a uno, al parecer, de la oposición. Por lo cual, se han puesto en la palestra las evaluaciones sobre su rendimiento, su capacidad y la transformación que tan pomposamente iba a llevar a cabo, según sostenía esta administración pública.
Desde luego que, según las evaluaciones que se hace a sí mismo el sistema actual de gobierno, el resultado es extraordinario: es el discurso de muchas palabras. Sin embargo, habría que ponerlo en el contexto de lo que se dice en las calles, en las ciudades, en los pueblos, en el campo, en los barrios, en las colonias, en los fraccionamientos; en resumen, en la preocupación del ciudadano de a pie.
La visión del ciudadano común, que es el que se preocupa por su devenir y su familia, pareciera otra. En general, lo que se percibe es que “se ha gobernado tras lomita»”. Esto es, que éste es un gobierno muy alejado de los verdaderos problemas de la población; que es un sistema que asoma la cabeza cuando políticamente puede, pero que cuando no, entonces mejor se olvida del tema o saca a la luz pública una gran cantidad de argumentos para excusarse y decir que no es su responsabilidad; que los problemas son herencia de los malos gobiernos del pasado, de la pandemia, e incluso del clima; con lo cual nunca resuelve los problemas de fondo, que son los que le duelen a la sociedad en general.
La muestra es el botón de la catástrofe de la línea de metro que se desplomó en Ciudad de México por pésima construcción, vigilancia, mantenimiento, etcétera. Por lo pronto, en la palestra, ese punto ya se término; los muertos allí quedaron, los deudos también, y de responsabilidades particulares a constructoras y servidores públicos no se dijo nada; por el contrario, ahora hay que darle las gracias al constructor que, caritativamente, hará las reparaciones a su cargo, a decir de la voz oficial.
Ahora bien, ¿cuándo y cómo? Eso es lo de menos. Lo que hay que demostrar es la “buena voluntad” del constructor, que en países serios ya estaría procesado, juzgado y en la cárcel.
Lo mismo sucede con la economía del país. Todas las señales que envían las voces oficiales son traducidas por la generalidad de la población en que no es el momento de invertir en México y que eso hay que dejarlo para otra ocasión. Por tanto, dependemos, desde los inicios de esta administración pública federal, de las remesas; es decir, del dinero que los mexicanos envían del extranjero. Por lo que, respecto de las medianas y pequeñas empresas (que son tan importantes en la función económica y social del país), como se sostuvo desde el palacio nacional el año pasado: “La que tenga que quebrar que quiebre”, lo cual demuestra el nulo interés del sistema ante la iniciativa privada, que no es un tema de importancia para las políticas públicas actuales; con lo que éstas asumen, paradójicamente, la posición más neoliberal que puede haber al respecto.
Hoy, más que nunca en México, este nulo apoyo a la mediana y pequeña empresa es una muestra contundente de un gobierno neoliberal, ya que un gobierno de izquierda siempre se caracteriza por proteger a los más débiles –y los pobres no son los únicos más débiles, ya que estos, incluso, son los que dan votos–. Por lo que, con la pandemia, es claro que hoy el más débil en la economía son las medianas y pequeñas empresas, que están viviendo a su suerte con un gobierno “tras lomita”.
Respecto a la seguridad pública, se puede decir muy poco. La violencia se ha incrementado a pasos ya inimaginables; nunca se pensó que se llegara a tales grados de violencia, maldad y crueldad en el pueblo mexicano. Hay una guerra no declarada en las calles y en las ciudades de muchas regiones del país; la guardia nacional (ya semi-militarizada) ha respondido muy poco a esas exigencias; los apoyos económicos a los jóvenes y a los adultos tampoco han hecho algo al respecto, más que tenerlos callados, y, en tanto, cada día se ven casos más inhumanos de desapariciones y muertes violentas.
Es nulo lo que ha sucedido respecto de lo que se requería verdaderamente cambiar en estos tres años para transformar la nación, pues la corrupción nunca se ha combatido, más que en el discurso. Prueba de ello es la salida de la secretaria encargada de este tema. Igual ocurre en la educación y los sistemas educativos, donde no se hace más que formar a personas operativas.
En resumen, una evaluación de la opinión pública desorganizada –a decir de Daniel Innerarity– es que se está gobernando “tras lomita” de los grandes problemas de la nación.