Hervey Rivera / @herveyrivera
En cada sucesión a la gubernatura en el Estado de México, analistas, articulistas y periodistas abordan la existencia del mítico Grupo Atlacomulco, referido al municipio ubicado al norte del estado, en el que nacieron siete gobernadores de aquella entidad.
En orden cronológico, los gobernadores fueron Isidro Fabela, Alfredo del Maza Vélez, Salvador Sánchez Colín, Carlos Hank González (señalado como hijo adoptivo de Atlacomulco), Alfredo del Mazo González, Arturo Montiel Rojas y Enrique Peña Nieto.
En esta elección, la mención del Grupo Atlacomulco no es la excepción, porque al actual gobernador, Alfredo del Mazo Maza, lo han antecedido en el cargo su padre, Alfredo del Mazo González (1981- 1986), y su abuelo Alfredo del Mazo Vélez (1945-1951).
Según la biografía del primero, nació en Toluca, la capital de la entidad, por lo que no se le incluye en la lista como “hijo pródigo de Atlacomulco”.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha gobernado el Estado de México, el más poblado del país con 17 millones de habitantes, de los cuales más de 12 millones son electores y podrán votar en los comicios del próximo 4 de junio y en las elecciones federales de 2024.
El peso político, económico y social del Estado de México es muy importante para los partidos y la clase política nacional.
El Estado de México ha sido por décadas el “granero de votos” del PRI, y ahora, con posibilidades de triunfo de Morena, pasaría a formar parte de las entidades gobernadas por esta fuerza política de cara a la sucesión presidencial de 2024.
Le atribuyen a Isidro Fabela, político y diplomático mexiquense, gobernador de 1942 a 1945, la fundación del Grupo Atlacomulco, puesto que durante su mandato y los siguientes otorgó estabilidad a la entidad, sumida en crisis.
Rogelio Hernández Rodríguez, investigador de El Colegio de México, escribió el que considero el libro más relevante sobre el tema: Amistades, compromisos y lealtades, líderes y grupo políticos en el Estado de México, 1942-1993 (El Colegio de México, 1998), y es claro respecto a que el Grupo Atlacomulco no tuvo la influencia ni consistencia que se le ha atribuido.
“No puede decirse que lograra sobrevivir más allá de 1957, a menos que se acepte que los gobiernos de Gustavo Baz y [Juan] Fernández Albarrán fueron igualmente dominados por Fabela y su grupo, y que Carlos Hank, gobernador en 1969, por el sólo hecho de estar vinculado a Fabela, constituyera su prolongación natural.
Todo esto es más que una evidencia, un supuesto de muchos observadores.
Las dudas sobre la permanencia del Grupo Atlacomulco no han dejado de expresarse, aunque tampoco se han logrado documentar y menos aún han logrado superar la fuerza de la conseja popular” (págs. 40 y 41).
Pareciera que la referencia geográfica a varias generaciones de políticos mexiquense que han gobernado, señala Hernández, no alcanza a explicar si la transmisión del poder era exclusivamente por motivos de oriundez.
O bien, si la posible explicación radicó en una élite local que había desarrollado e incorporado valores y experiencia política y administrativa en constante pugna con el gobierno federal.
Sobre estos puntos se desarrolla su valiosa e interesante investigación, que presentó el autor como tesis doctoral y que posteriormente editó como un libro.