Dr. José Manuel Nieto Jalil
La historia de nuestro planeta está marcada por eventos catastróficos que han moldeado su evolución y han influido profundamente en el desarrollo de la vida. Entre estos eventos, el impacto de meteoritos ha jugado un papel crucial.
Uno de los más significativos es el impacto que ocurrió hace aproximadamente 66 millones de años en lo que hoy conocemos como la península de Yucatán.
Este impacto tuvo un efecto catastrófico en la Tierra, liberando miles de millones de toneladas de azufre y dióxido de carbono que bloquearon la luz del Sol y provocaron un invierno nuclear.
Esta drástica alteración del clima llevó a la extinción del 75% de las especies existentes, incluidos casi todos los dinosaurios.
El evento no sólo alteró radicalmente el curso de la vida en la Tierra, sino que también nos ofrece valiosas lecciones sobre los peligros que pueden venir del espacio, y cómo la humanidad podría enfrentar futuras amenazas y oportunidades en su camino hacia la exploración y posible colonización de otros cuerpos celestes, como la Luna.
Recientemente, se publicó en Nature Geoscience una nueva investigación elaborada por científicos del Imperial College de Londres, la Universidad de Friburgo y la Universidad de Texas en Austin.
En esta investigación, los científicos concluyen que una de las causas del poder mortífero del impacto del asteroide que creó el cráter de Chicxulub fue la inclinación con la que golpeó la Tierra.
Para elaborar su modelo, los científicos examinaron la forma y la estructura del subsuelo del cráter de 200 km de ancho utilizando datos geofísicos.
Además, tuvieron en cuenta los resultados obtenidos de una reciente perforación realizada in situ, que extrajo rocas en las que se evidencian las fuerzas extremas generadas por el impacto.
Con estos datos, por primera vez, lograron reproducir en simulaciones 3D todo el evento, desde el impacto inicial hasta el momento en que el cráter final fue formado.
Las simulaciones concluyeron que el asteroide se acercó a la Tierra desde el noroeste y la golpeó con un ángulo de aproximadamente 60° sobre el horizonte, maximizando la cantidad de gases y escombros expulsados a la atmósfera superior y provocando un invierno nuclear.
Este estudio no solo ha ofrecido información importante sobre el impacto que exterminó a los dinosaurios, sino que también nos ayuda a comprender cómo se forman los grandes cráteres en otros planetas.
Adicionalmente, esta investigación proporciona un marco para avanzar en nuestra comprensión de los impactos de asteroides en general. Por ejemplo, los datos obtenidos y las simulaciones pueden ser utilizados para diagnosticar detalles sobre posibles asteroides que podrían impactar la Tierra en el futuro.
Esto tiene implicaciones cruciales para la defensa planetaria, ya que entender mejor la dinámica de los impactos puede mejorar las estrategias de mitigación y prevención.
Otro aspecto interesante de la investigación es que las técnicas y tecnologías desarrolladas para este estudio podrían ser aplicadas en la exploración de otros cuerpos celestes.
La Luna, por ejemplo, con su superficie marcada por numerosos cráteres de impacto, podría ofrecer pistas adicionales sobre la historia del sistema solar.
Estas investigaciones no sólo aumentan nuestro conocimiento científico, sino que también nos preparan mejor para futuras misiones espaciales y la posible colonización de la Luna y otros planetas.
En otro artículo recientemente publicado en la prestigiosa revista Geology, investigadores de la Universidad de Manchester y el Imperial College de Londres, liderados por Geoff Evatt, cuantificaron el flujo de material espacial que cae sobre la Tierra.
Descubrieron que alrededor de 17 mil meteoritos impactan nuestro planeta cada año, basándose en monitoreos y búsquedas en áreas limitadas.
Para obtener estos datos, los investigadores pasaron dos años en la Antártida, donde la búsqueda de meteoritos es más fácil debido al contraste entre las rocas negras y la nieve blanca.
Esto les permitió extrapolar los impactos observados a nivel global.
Además, incorporaron la mecánica orbital en sus cálculos, revelando que la probabilidad de impacto varía con la latitud. En el ecuador, la probabilidad de impacto es un 12% mayor que en los polos, donde es un 27% menor.
Sus resultados, comparados con los datos de la NASA, sugieren que caen unas 40 mil toneladas de material extraterrestre cada año, mayormente en forma de polvo.
El próximo 13 de abril de 2029, el asteroide Apophis, de 340 metros de largo y bautizado como El Dios Griego del Caos, se acercará a la Tierra a unos 31 mil kilómetros de nuestra superficie, lo que en términos astronómicos es como rozar el planeta.
Su paso cercano será una oportunidad increíble para la ciencia. Sin embargo, su descubrimiento y los cálculos orbitales iniciales revelaron que Apophis tenía un 2.7% de probabilidad de impactar la Tierra en 2029.
Afortunadamente, observaciones adicionales descartaron por completo esa posibilidad.
No obstante, los cálculos actuales muestran que Apophis todavía tiene una pequeña posibilidad de impactar la Tierra, menos de una en 100 mil, en muchas de las décadas a partir de ahora.
Por ello, astrónomos, astrofísicos y otros investigadores del espacio se han unido para monitorizar estos cuerpos celestes y preparar estrategias que eviten un posible impacto que podría tener consecuencias catastróficas para la vida en la Tierra.
¿Qué pasaría si un asteroide impactara la Tierra? ¿Estamos preparados para enfrentar tal amenaza? ¿Podemos desviar un objeto peligroso antes de que cause una catástrofe?
Con el avance de la tecnología y el conocimiento científico, la humanidad ha desarrollado estrategias innovadoras para evitar estos desastres cósmicos.
En la actualidad, existen varias propuestas sobre cómo desviar un asteroide peligroso.
La NASA ya ha probado con éxito una de estas estrategias en la misión DART (Double Asteroid Redirection Test), que impactó y desvió el asteroide Dimorphos. Este logro marca un hito significativo en la defensa planetaria, demostrando que es posible alterar la trayectoria de un asteroide mediante el impacto de una nave espacial.
La misión DART no sólo cambió la órbita de Dimorphos, un pequeño asteroide que orbita a un asteroide mayor llamado Didymos, sino que también proporcionó datos valiosos para futuras misiones de defensa planetaria.
Además de la técnica de impacto cinético demostrada por DART, se están explorando otras estrategias prometedoras.
Cada una de estas técnicas ofrece diferentes enfoques para desviar asteroides, adaptándose a sus distintos tamaños y composiciones.
La misión DART demuestra que, con ingenio y determinación, la humanidad puede enfrentar las amenazas cósmicas.
Continuar innovando y colaborando a nivel global es clave para proteger nuestro hogar planetario. Al final, el futuro de la Tierra y de la humanidad puede depender de nuestra capacidad para prever y desviar estos peligros celestiales, asegurando así la continuidad de la vida en nuestro planeta.