ESCAPADAS
ALEJANDRO CAÑEDO PRIESCA
Hace algunos años, tuve la oportunidad de ser el guía de un grupo en una peregrinación a Tierra Santa. Esta experiencia, compartida con el entonces vicario episcopal de Puebla, don Humberto Vargas, un profundo conocedor de la región, me permitió no sólo acercarme a lo espiritual, sino también descubrir una ciudad que desafió mis percepciones sobre el Medio Oriente.
Jerusalén, una de las ciudades más reconocidas del mundo, está profundamente ligada a la historia de las tres grandes religiones monoteístas: el cristianismo, el islam y el judaísmo.
Aunque su imagen suele asociarse únicamente con su parte histórica y religiosa, Jerusalén también sorprende con su dinamismo contemporáneo: avenidas llenas de vida, hoteles de lujo, restaurantes excepcionales y una vibrante escena nocturna. Es una ciudad que respira tradición y modernidad a la vez, una combinación única que la convierte en un destino inolvidable.
En el corazón de la ciudad vieja, dividida en los barrios judío, musulmán, cristiano y armenio, se encuentran los tesoros históricos y espirituales que atraen a miles de peregrinos cada año.
Los viernes, por ejemplo, la Vía Dolorosa se llena de devotos que rememoran la Pasión de Cristo a través del Viacrucis, desde la Iglesia de la Flagelación hasta la Iglesia del Santo Sepulcro, construida en el lugar de la Crucifixión. Aquí, los visitantes tienen la oportunidad de acercarse al sepulcro que albergó el cuerpo de Cristo, un lugar profundamente significativo para los cristianos.
Sin embargo, Jerusalén también es hogar de sitios sagrados para otras religiones. En la Explanada del Monte del Templo, se alza majestuosa la Cúpula de la Roca, una joya arquitectónica islámica cubierta de oro, construida en 691 por el califa Abd al-Malik. Según el Corán, este es el lugar del viaje nocturno de Mahoma, mientras que, para los judíos, es donde el patriarca Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac. Al pie del monte, el Muro de los Lamentos, único vestigio del Segundo Templo, ofrece un espacio de reflexión y oración cargado de simbolismo para el pueblo judío.
Fuera de las murallas, Jerusalén sigue revelando su historia. El Museo Yad Vashem conmueve a todos los que lo visitan al honrar la memoria de los 6 millones de judíos asesinados durante el Holocausto. Este espacio no sólo preserva el recuerdo de una de las tragedias más terribles de la humanidad, sino que también invita a reflexionar sobre la importancia de la paz y la tolerancia.
Otro lugar imperdible es el Museo de Israel, que alberga los Rollos del Mar Muerto, manuscritos de incalculable valor histórico escritos en hebreo, arameo y griego. Además, la colección arqueológica del museo proporciona un fascinante recorrido por la rica historia de la región.
Para quienes buscan una experiencia más contemporánea, el mercado Mahane Yehuda es un sitio vibrante donde los colores, aromas y sabores de Jerusalén cobran vida. Desde especias exóticas hasta modernos cafés y restaurantes, este mercado es el lugar ideal para experimentar la esencia de la ciudad moderna.
Jerusalén es una ciudad que desafía expectativas y despierta el espíritu. Su capacidad para entrelazar la antigüedad con la modernidad, la historia con la fe, y el dolor con la esperanza, la convierte en un destino único en el mundo.
Ahora que la paz comienza a iluminar nuevamente la región, no cabe duda de que muchos peregrinos y viajeros volverán a recorrer sus calles, redescubriendo su grandeza y modernidad.
Gracias por acompañarme en este recorrido. Viajemos juntos.