Por: Elías Aguilar García/ @Elyas_Aguila
Esfera pública
El presidente Andrés Manuel López Obrador llega a su segundo informe de gobierno en medio de crisis sanitaria y económica que afecta a nuestro país, con un nivel de aprobación de 56% contra 41% que lo desaprueba (gráfica 1), de acuerdo con una encuesta telefónica realizada por Indicadores SC en una muestra de 300 electores de Ciudad de México.
La popularidad del presidente puede considerarse alta, si tomamos en cuenta que estamos en una crisis por la pandemia de coronavirus, que ha provocado la pérdida de más de un millón de puestos de empleo y la caída de 17% del Producto Interno Bruto.
López Obrador no está de acuerdo con estos niveles de aprobación. Ayer cuestionó los datos de la encuesta presentada por el periódico Reforma, con porcentajes similares. El cuestionamiento no es entendible, tiene una alta popularidad, pese a la actual contingencia, a menos que la aprobación la relacione con la preferencia partidista.
Algunos de mis clientes y amigos confunden popularidad con preferencia partidista. Se cree que el ciudadano que aprueba a un alcalde, gobernador o presidente, muy probablemente votará por el partido que representa, pero resulta que no es así.
La aprobación está solamente relacionada con el presidente: con su carisma, forma de ser y de gobernar. Y muchas veces la popularidad de un gobernante es ingrata, pues a pesar de que un elector aprueba la forma en que se desempeña el gobernante, cuando le preguntas por cuál partido votaría, contesta que depende de quién sea el candidato o que todavía no sabe porque requiere de más información para tener una preferencia.
Hay muchos ejemplos de cómo la aprobación no es suficiente para generar lealtad partidista. Estos son algunos casos: Aristóteles Sandoval, gobernador de Jalisco, y José Calzada, de Querétaro, cerraron su administración con más de 60% de aprobación, pero los votantes prefirieron un cambio de partido.
No siempre es así. Depende mucho de cómo realizan su gestión los gobernantes, si tienen una forma de involucrar a la ciudadanía en las decisiones y en la resolución de sus problemas. Ejemplos de dichos esquemas de gobierno son el Programa Nacional de Solidaridad de la década de los 90 y recientemente los gobiernos municipales del PAN en el Bajío y en Jalisco, cuyos alcaldes le daban un peso muy importante a la participación ciudadana, que permitió involucrar a la población en la solución de los problemas en sus colonias, de tal forma que el nivel de aprobación del gobernante estatal se igualaba con el gobierno que representaban, lo que facilitaba un voto mayoritario para Acción Nacional, independiente de la identidad del candidato o de la elección.
Esta situación la detecté en 2000 con la presidencia municipal de Héctor Pérez Plazola en Guadalajara, sustituto de Francisco Ramírez Acuña, candidato a gobernador en ese momento. La alcaldía la ganó Fernando Garza, de Acción Nacional, con relativa facilidad. Regresando a la actualidad, vemos que la popularidad presidencial no se ha convertido en una lealtad hacia Morena.
Así lo demuestra la encuesta realizada por Indicadores SC en el espacio donde AMLO goza de mucha popularidad, debido a que se desempeñó como jefe de gobierno de Ciudad de México de 2000 a 2006, con resultados positivos.
Como lo muestra la gráfica 2, 53% de los entrevistados dijo que votó por López Obrador en el proceso de elección de 2018. Pero al responder por quién votarían si esos comicios se repitieran, 45% dijo que volvería a preferir a AMLO, lo que representa una caída de 8%. En cambio, Anaya pasó de 20% a 29% en el mismo esquema de medición, es decir que ganó 9% sin hacer nada desde 2018.
Esto pasa en una de las zonas más favorables para el Ejecutivo federal y Morena. El presidente hace mal al negar la confiabilidad de las encuestas que lo colocan con 56% de aprobación porque debilita su imagen en forma innecesaria, pues la cifra es alta, dadas las condiciones. Los datos de la encuesta de Ciudad de México muestran, pues, un escenario muy competido en 2021. Es muy probable que Morena logre mayoría, pero requerirá gobernar con alguno de los partidos de oposición y, muy difícilmente, será el PAN.