Alejandro Montiel Bonilla
Recientemente y con gran beneplácito de los medios de comunicación, algunos maestros se han lanzado a la empresa de crear sus avatares digitales como un medio para apoyar y mejorar la atención de sus alumnos en las pantallas. Si bien se debe felicitar este encomiable esfuerzo que realizan con sus propios recursos y tiempo disponible, sin recibir una paga extra por parte de ninguna institución, estamos obligados pensar en las consecuencias que esto puede originar.
1. Nuestros niños y jóvenes viven en una sociedad repleta de estímulos visuales y auditivos, cada segundo, la mayoría de los niños debe fragmentar su atención en los mensajes que reciben. Ya es bien conocido que Google, el gigante monopólico de la información, desde hace varios años desarrolla contenidos que sean capaces de reflejar su esencia en tan sólo ocho segundos.
Uno de los mayores retos para los alumnos en esta pandemia, es mantener la atención fija en la pantalla intentando captar el discurso del profesor durante horas, se comprende que los intentos por hacer que esto sea “menos tedioso” es lo que está en el centro de las preocupaciones de los profesores que han creado esos avatares, sin embargo, la invitación a reflexionar apunta a ¿qué cosa está en el centro de la educación?, ¿facilitar o intentar facilitar el desarrollo de las clases virtuales, o formar en el educando una habilidad, ya muy escasa en nuestros días, que es la capacidad de atender y comprender el discurso de una persona? ¿O es que hoy, ya nos parece una proeza heroica tener que comprender lo que dice un profesor en pantalla, solo viendo su rostro y escuchando su voz? En realidad, al menos hasta ahora, las clases virtuales se contemplan como una situación emergente, no definitiva.
Creo que por muy encomiables que sean los esfuerzos de esos maestros creadores de avatares digitales, existen muchas tareas más complejas y áridas en la relación con el educando y que pueden ser desatendidas, si hay gran inversión de tiempo en tareas que pueden ser muy lucidoras dentro de los medios de comunicación y en la sociedad en general, pero que pueden ir en detrimento de la búsqueda de habilidades formativas en el educando, como es el desarrollo de la atención en el discurso estructurado de un profesor.
2. Desde hace seis años, dos profesores de la Universidad de Oxford presentaron un estudio en el cual mediante avanzados cálculos matemáticos y utilizando la información disponible en las principales economías del mundo, mostraban que 702 profesiones en el planeta se iban a sustituir rápidamente por procesos computarizados avanzados o robots.
En México, en algunas universidades, ya se imparten cursos por medio de las imágenes digitales en 3D de los profesores de su claustro académico.
Económicamente esto es un gran logro, de esta forma, un mismo profesor puede atender no a 40 alumnos, sino a 400 o más en el mismo tiempo. Tomando en cuenta este punto, parece que de manera totalmente inocente, los profesores que han invertido horas en la creación de avatares digitales facilitan el camino para ser sustituidos por los gigantes informáticos de la web, pues una vez que el alumno busque ya no a su profesor de la vida real, un hombre o mujer con todas sus imperfecciones, sino a un simpático avatar que transmite los conocimientos de manera más agradable y amena que su profesor, por qué no buscar uno más atractivo físicamente, con mayores recursos de conocimiento y disponible en todas las plataformas digitales; es decir, algo que solo puede ofrecer un gigante informático.
El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.