Cuando el mundo de los negocios se apodera de la cultura, empieza la desaparición
de las grandes orquestas de tango.
El bandoneón se va del barrio…
y la pelota también se va del barrio.
Ya está en los escritorios.
…
El futbol deja, culturalmente, de representar al barrio
César Luis Menotti
Como aficionado de a pie del equipo Puebla, otrora llamado camoteros, ahora La Franja, veo con tristeza, ya no con preocupación, que tiene los minutos contados en la primera división.
Por cierto, le fue puesto el uniforme con la franja, dicen los que saben, para emular al prestigiado River Plate de Buenos Aires, Argentina, que –dicho sea de paso– alguna vez igual que el Puebla anduvo descendiendo a la segunda división de esa nación.
Con los recientes resultados del equipo, todo da a entender que en cosa de unos cuantos meses el color de la franja se convertirá en azulgrana y revivirá al tradicional Atlante en la primera división que, por cierto, ya está de regreso en la ciudad de México, de donde nunca debió de salir, menos refugiarse en Cancún, pero el dinero manda.
El verdadero “equipo del pueblo”, que es el Atlante, se encuentra en la liga inferior en México. No representa nada competir allí; el que gana, no gana absolutamente nada y en tanto no exista ascenso, no hay forma de que tenga algo de interés.
Los equipos que están ahí alguna vez militaron en la primera división. Pero, de nuevo, es el dinero el que manda y no el deporte.
Se ordenó que no exista descenso en México para evitar que algunos “consentidos” del dinero descendieran, caso de Las Chivas del Guadalajara, que vive con la angustia de alinear únicamente jugadores nacionales por tradición. En cambio, todos los otros equipos contratan extranjeros y se despachan con la cuchara grande.
Hay equipos que parecieran más representantes de las Naciones Unidas que de sus propias ciudades, como los de Nuevo León. Valdría la pena hacer memoria de cuál fue el último jugador novato que debutaron esos equipos que haya nacido en esa entidad tan fructífera del norte de México.
El éxito de que el Puebla se vaya a la Ciudad de los Deportes en la capital del país, en algunos meses, es resucitar la historia del Atlante que, a pesar de andar en el sureste mexicano y regresar a la capital del país en la liga inferior, aún mantiene aficionados.
Eso es algo muy parecido a La Franja. Al parecer, directivos y propietarios de los últimos años han realizado todo su esfuerzo para desaparecer a los aficionados que subsisten a pesar de tantos cambios de jugadores, de horarios de los partidos, de ponerlos imprudentemente a jugar los viernes a las nueve de la noche, confundiéndolo con espectáculo sólo para adultos.
Por ello hoy, más que nunca, los aficionados de La Franja, estamos en peligro de extinción.
Y es que el pretexto para sostener que el Puebla no mejora siempre ha sido que no hay empresarios poblanos que apuesten por invertir en el equipo.
Por ello es que, hoy, quien arrienda el equipo es una televisora que anda con los números rojos en sus inversiones, perseguida por las deudas y, por tanto, sin interés en invertir. Igual que cualquier empresario poblano, que por mucho amor al deporte y al equipo que se tenga, no va a tirar su dinero en una liga en donde todo es corrupción.
Basta con observar que no hay descenso, la importación de jugadores extranjeros es casi ilimitada, representantes y comisionistas son los que ganan en las transacciones de los jugadores, los gastos de mantenimiento de un plantel son enormes, hay un desorden en las fechas de los juegos, las televisoras fijan los horarios de los partidos.
Además, hay nula posibilidad de debutar jóvenes sin que pasen por la vía de la corrupción y lo que cualquier aficionado observa –no es mucha ciencia– aunque se niegue, es la sospecha de los partidos arreglados.
Si no hay una competencia limpia, menos aún habrá interés algún día de invertir en el futbol.
Lo cierto es que La Franja lleva el rumbo de aquellos equipos desaparecidos de la primera división y que han quedado en el olvido, como el Morelia, la Piedad, Veracruz y desde luego y principalmente, los Lobos de la BUAP, que nunca se hicieron públicas las razones por las cuales se vendió, cuales fueron las condiciones, por qué nunca se recuperó, no obstante que ese equipo fue de los últimos que subieron a primera división con meritos deportivos y no con méritos monetarios.
Todo da a entender que, en los próximos meses, para que los poblanos vean futbol deberán acudir a Ciudad de los Deportes.