Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Es relativo
Alguien decía que las guerras sirven para mover la economía, otro que las guerras impiden el crecimiento demográfico que bloquea el desarrollo de los pueblos, otro, simplemente que las guerras son necesarias
Porque el ser humano es proclive a las guerras sin importarle los muertos que genera de todas las edades y sexos, usando armamentos materiales y químicos y ahora a los virus. ¡Lo que nos falta por ver dicen los abuelos!
A través de todos los tiempos el ser humano ha estado en conflictos bélicos, con todas las consecuencias colaterales; conflictos universales o internos, pandemias, avances de delincuencia organizada, o de simple violencia por la posesión y venta de enervantes, lo malo es que parece que nos estamos acostumbrando (?) a vivir dentro de esos esquemas y con el miedo a sus consecuencias humanas y comerciales y de sobrevivencia de las instituciones.
El presidente Obama decía que las guerras eran necesarias, y tal vez tendría sus razones.
El hombre que quiere los conflictos no dialoga, acepta las muertes y la destrucción de la civilización y la cultura.
El tema de hoy nace porque quisimos hablar de un monumento declarado patrimonio cultural de la humanidad, y para ubicarlo tuvimos que ir a Roma, a la gran Roma del mundo jurídico; y nos encontramos con que la obra de la que hablamos se vincula en su nacimiento al desarrollo del pueblo romano.
Así podemos decir que en las cátedras en la Facultad de Leyes se nos enseñó que Roma vivió permanentemente en conflictos bélicos: en sus etapas históricas y sociológicas de la monarquía, la República y el Imperio, Roma creaba sus grandes ejércitos porque fue un pueblo que a través de las guerras sostuvo sus instituciones y amplió en mucho su territorio, conquistó en su época a través de las armas “todo el mundo conocido”.
Pero las tribus bárbaras fueron tomando por la fuerza a las provincias romanas, invasiones que generaron la decadencia del Imperio Romano, lógico, por razón de las guerras.
El Imperio de Roma se había dividido previamente a las invasiones guerreras, esto aconteció cuando el emperador Teodosio el grande, a través de una división administrativa pero real, creó el Imperio Romano de Oriente y el Imperio Romano de Occidente, este último fue tomado por los bárbaros y sólo supervivió el Imperio Romano de Oriente con capital de Constantinopla (hoy Estambul). Esta, a su vez, se convirtió en la capital que se conoció como el Imperio Bizantino. Fue un término referido a la antigua ciudad llamada Bizancio
Se convirtió en una de las ciudades más esplendorosas del mundo, en contra de la civilización occidental y comercial pues tenía todas las rutas por tierra y por mar para vender y controlar la comercialización en su beneficio
Con el tiempo Constantinopla recuperó el territorio del Imperio Romano de Occidente que se extendió por todo el Mediterráneo.
El emperador del Imperio Romano de Oriente fue un genial jurista que legó monumentales obras de Derecho.
A pesar también de estar en permanentes conflictos bélicos creó la famosa iglesia de SANTA SOFÍA o Hagra Sophia. Se le conoce como la iglesia de la Santa Sabiduría de Dios, y está dedicada a la Divina Sabiduría; fue iglesia del papa y después fue sede del patriarca de Constantinopla, donde se practicaba la ortodoxia bizantina, que por razón de las batallas se convirtió en una mezquita, luego transformada en museo y finalmente como mezquita de la ciudad de Estambul.
Se señala que en la época de las cruzadas saquearon Constantinopla, se llevaron todos los tesoros, todo producto de la época bélica. Finalmente fue conquistada por el sultán Turco Mehmet II.
Hay otra mezquita llamada Azul, en Estambul, más grande que la de Sofía y otros monumentos que hablan de la historia de Constantinopla, así como del arte Bizantino.
La iglesia supervivió a todas las guerras.