Alejandro Montiel
Es incuestionable que, en las principales ciudades de México, así como en numerosos lugares a nivel global, estamos presenciando un aumento significativo en la prevalencia de la obesidad infantil y juvenil . Esta percepción no es solamente una cuestión de apreciación individual, sino que está respaldada por varias investigaciones.
De acuerdo con datos de la UNICEF, en México el sobrepeso y la obesidad comienzan desde la primera infancia, con al menos uno de cada veinte niños y niñas menores de cinco años padeciendo obesidad . Esta epidemia se extiende por todo el planeta, pues en Estados Unidos, la obesidad se ha triplicado en los últimos cincuenta años
Esto nos indica que estamos frente a un problema de salud pública preocupante.
En un intento por abordar esta situación, el gobierno mexicano ha adoptado la medida de etiquetar agresivamente los productos que se venden en el mercado, informando acerca del exceso de grasas, azúcares o sodio que contienen. Esta decisión ha provocado opiniones encontradas, pues algunos mexicanos consideran que esta iniciativa es exagerada e inútil, mientras que otros la ven como una solución práctica.
Sin embargo, es evidente que esta medida no solucionará el problema de la obesidad. Por consiguiente, ¿cuáles son los principales factores que contribuyen al mantenimiento y propagación de este estado de obesidad?
Como es el caso, para cualquier cambio social hay una diversidad de factores estructurados y entrelazados por el sistema socioeconómico en el que vivimos. Uno de los más evidentes es la situación económica de la mayoría de las familias mexicanas, especialmente aquellas que viven en la periferia de las urbes, donde los precios de los productos alimenticios son a menudo mucho más elevados que en los centros comerciales.
Estas familias suelen tener un presupuesto muy limitado, lo que les impide obtener alimentos de buena calidad a precios accesibles. Esta situación la observo todos los días en la tiendita de mi calle, donde madres de familia llegan a comprar la presentación más pequeña de algún producto debido a la limitada economía familiar. Además, estas familias no tienen una gran variedad de productos a su disposición, los cuales suelen tener una calidad nutricional deficiente.
Si comparamos esta situación con la de hace un par de décadas, veremos una gran diferencia. Entonces, era común ver a los trabajadores llegar a los expendios a comprar alimentos más nutritivos, como una docena de tortas de agua, un cuarto de galantina o queso de puerco, una lata de chiles y quizá una cerveza.
Por otro lado, en la actualidad los trabajadores suelen optar por productos menos nutritivos, como los populares pastelillos industriales, los yogures bebibles y, si les alcanza el dinero, por algunas frituras como fritos o cheetos. Esto demuestra claramente la ingesta de alta concentración de azúcares y sodio que tiene esta clase de comida, así como la escasa proteína disponible.