Por: Hugo Arquímedes González Pacheco M/ [email protected]
Desde mi escritorio
La finalidad de la renovación educativa es crear y ofrecer a los alumnos las mejores experiencias de aprendizaje posibles a través de un proceso sustentado, efectivo y de calidad permanente, que ayude a la satisfacción personal del desarrollo integral de los estudiantes sin faltar el apoyo profesional al docente, así como los materiales didácticos y tecnologías a las escuelas.
La renovación educativa implica que toda la población estudiantil tenga acceso a los alimentos, servicios de salud, contextos sin violencia, actividades deportivas, artísticas y recreativas. En la comprensión del proceso de desarrollo hay que ponderar la cooperación, así como la difusión de las libertades y capacidades.
Si bien el desarrollo económico es fundamental, resulta insuficiente para garantizar la reducción de las carencias en las escuelas. La pobreza es una negación de las oportunidades y las opciones básicas para el desarrollo humano.
Instruir una respuesta a esta problemática no es tarea fácil. Todo cambio o reforma en la educación y todos los movimientos de renovación pedagógica del magisterio, si se hacen sin los maestros frente a grupo, son nulos.
Sin embargo, asumir esa tarea definitoria es para mí un hermoso reto porque me siento histórica y emocionalmente vinculado a esos movimientos, en los que he tenido la oportunidad de cultivar gran parte de mi saber y mi compromiso con la educación, aunque ahora esté jubilado. Quiero decir que es ya un saber maduro, experimentado.
Un saber que ha ido creciendo en el caminar de cada día en las aulas, junto al conflicto, la lucha, a veces el miedo en contextos de clandestinidad, que se ha ido conformando desde el dialogo y la crítica, pero también desde el encuentro entre la alegría de ver el crecimiento de los alumnos que he atendido desde preescolar, primaria, secundaria, educación especial, normales, universidades donde laboré con generaciones de docentes que aseguran su continuidad en la filosofía humanista de la educación.
Si la finalidad de los cursos de actualización de la SEP es mejorar la formación del magisterio, entonces han fallado por décadas, la autoformación dirigida de los Consejos Técnicos Escolares no mejora las prácticas en las aulas por el mal sentido de su saber pedagógico que no impacta en los docentes.
Desde mi punto de vista, los saberes que se cultivan e intercambian entre las y los maestros tienen componentes fundamentales. Son los saberes nacidos de investigación, reflexión colectiva y la cooperación entre docentes que reconocen su insuficiente formación inicial y actualización.
Ellos siempre han estudiado posgrados por su cuenta para mejorar profesionalmente desde sus espacios libres y vacacionales de acuerdo a sus necesidades de formación que deben ser permanentes conforme a la diversidad de cada contexto escolar, con sus propios recursos económicos.
Una Nueva Escuela debe tener un fondo de experiencia acumulada del profesorado que nutra muchas de las propuestas más actuales, que son conocimientos que integran la mejor y más innovadora estrategia didáctica en un claro compromiso social por poner la educación al servicio del ser humano, de la mejora y transformación de la sociedad, así como de la justicia social.
Es decir, es siempre una didáctica orientada por un claro compromiso político contra todo tipo de centralismo, alienación y exclusión de las reformas educativas. Gran parte de los proyectos políticos y pedagógicos para la mal llamada Nueva Escuela Mexicana, me refiero al periodo de transición de la 4T en la educación, se discutieron en el seno de la SEP, la CNTE y SNTE en todos los estados del país en una imposición excluyendo a los verdaderos expertos de la enseñanza: los docentes de las aulas.
Su experiencia y ponencias fueron ignoradas en las simulaciones de los foros de educación dirigidos por Esteban Moctezuma. Pero ¿cómo es el saber de renovación docente? Intentaré sintetizar algunas características que, en mi opinión, lo definen. Primero. La dulzura y la ternura en la relación con la infancia.
Los alumnos de los maestros de innovación pedagógica quieren ir a la escuela, desean estar en el aula, no quieren aprender en casa por la televisión; son felices trabajando en la clase. Obviamente, esta dulzura, esta ternura, no es una característica innata.
Ser un docente ideal en el aula requiere un compromiso con la enseñanza de un maestro o una maestra que sabe que su trabajo le exige ser una excelente persona. La formación pedagógica se integra con las siguientes vertientes: ética, cultura, tecnología, ciencias, artes, deporte, higiene mental, salud, investigación, campismo social e innovación.
Segundo. El placer por el trabajo bien hecho. Es lo contrario del trabajo a destajo o por horas. La renovación pedagógica requiere de tiempo, paciencia, tranquilidad y sobre todo mucha dosis de creatividad e imaginación.
Por tanto, no es un trabajo técnico, es una acción humana que pone en relación un modo de querer pensar en el desarrollo pleno del alumno con un modo de actuar en el bienestar sobre él.
Por eso se habla, en el campo de la renovación docente, de que es la batalla por la dignidad del maestro, por el reconocimiento y la autonomía para hacer crecer múltiples y diferentes iniciativas, creando proyectos propios más allá del currículo oficial con sus mecánicas empobrecidas, así como las creaciones de libro de texto gratuitos. Tercero.
El placer por el estudio y la investigación educativa (el aprecio por el libro). Creo que hay un espacio simbólico, una arquitectura de la renovación en la educación tomando en cuenta las necesidades múltiples de aprendizaje de la vida cotidiana del alumno, porque con la experiencia rutinaria y tradicionalista no nace el enriquecimiento del saber en equipos de trabajo escolar.
Por eso, los docentes que trabajamos con temas de investigación con proyectos comunitarios hemos podido resolver la pobreza educativa con los escasos recursos que otorga la SEP. Me pregunto, ¿qué está ocurriendo realmente en las escuelas de México? De la misma forma, “reflexionar qué vamos hacer para mejorar nuestra práctica docente”.
La necesidad del otro, el cultivo de las buenas relaciones humanas en las escuelas es la forma como se logra la renovación escolar. El universo educativo lo tenemos que sostener haciéndolo girar entre todas y todos los docentes.
Por eso la rabia y rebeldía contra los silenciamientos: de la expresión, del lenguaje, de la cultura, del progreso; la indignación por la violencia de género, el desamparo de la etnia, la ira por no dejarnos ser los maestros del presente. La irritación contra el pensamiento único ¡Ay!, NUEVA REFORMA EDUCATIVA, en mayúscula y en singular, para quienes se han pasado la vida haciendo reformas en minúscula con más fracasos sexenales.
Las y los maestros tenemos un hermoso tiempo en la pandemia para la reflexión del problema en la educación, diseñemos un proyecto educativo de renovación, dejemos la documentación tradicional y de simulaciones en la Nueva Escuela Mexicana. Usted, ¿qué opina?