Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
Si el poder no tuviese
por función más que reprimir,
sino trabajase más que según el modo
de la censura … sería muy frágil.
Si es fuerte,es debido a que produce
efectos positivos a nivel del deseo
Michel Foucaul
Los descuentos de los bancos que no se perciben, otros aún percibiéndolos, no los reclamamos. El tratamiento incorrecto e incluso, despectivo, que se da a la población en general en cualquier oficina de gobierno para cualquier trámite; el perder derechos sin tener la intención de promover ningún reclamo; el aumento de obligaciones, sobre todo a principios de año, como es en el caso de las obligaciones y cargas fiscales; las exigencias que se imponen como las verificaciones vehiculares, el cambio de tarjetas, placas, licencias, etcétera; todo esto no se acude a reclamar o quejar por la gran masa afectada de la población, es lo que ha mantenido en gran parte la paz social y se debe porque, estamos verdaderamente: “adormilados”.
La pregunta debería ser: ¿por qué estamos adormilados? En parte y en primer término es porque el sistema nos reprime, y esto es lo que la historia mundial nos ha enseñado, pasajes de represiones a la población son miles, en donde han muerto millones, esto ya se conoce, pero también, se debe a que el propio sistema procura mantener a la población adormilada, en particular, con la educación de muy mala calidad, meramente operativa y nada reflexiva, pero también, con que los medios de queja, reclamación, impugnación, son un galimatías para todo aquel que pretende introducirse a ese ámbito de las reclamaciones, y se ha implementado un sistema jurídico que es sumamente complejo, oscuro, discrecional, sumamente tardado, deficiente en las resoluciones como para poder estar invitado a acudir a reclamar derechos perdidos, menos aun en el caso que sean cuantificables con montos mínimos.
Incluso, hasta en el caso de los montos máximos, es la misma situación, se vuelve una complejidad, simplemente acudir a presentar una determinada petición, la primera barrera de las autoridades es la negativa de la oficialía de partes para recibir las peticiones, sin embargo, esto lo que ahora esta provocando –y ya, desde hace algunos años– es buscar otros caminos más sencillos y menos complejos que, los aparatos oficiales de impartición de justicia, tal es el caso de la corrupción, este se cree que es el camino más sencillo para poder resolver los problemas y resarcir derechos perdidos.
Pero, eso no es todo, el Estado no está únicamente para reprimir al enemigo, en este caso a su población, pues como bien lo sostiene en la cita de esta columna, el profesor francés Michel Foucalut, no resulta suficiente para mantener la paz de la sociedad la simple represión, sino que es necesario que se busquen otras formas y alternativas para mantener la paz social y con ello aminorar el interés por las quejas, que bien pudieran ser masivas y que llegaran al extremo de que no se puedan controlar, menos aun recibir, tramitar y resolver.
Puede suceder lo mismo que, lo que siempre se dice de los bancos, que estos no cuentan con todo el dinero que han puesto los ahorradores e inversionistas que, si algún día exigen todos estos la devolución de su dinero, no hay forma en que se pueda entregar.
Con el Estado es similar, sus sistemas jurídicos de acceso a la administración de justicia no están preparados para recibir miles de quejas, demandas, denuncias, etc., es más, no están preparados para recibir cientos de estas, por tanto, se colapsaría el sistema de recibir más del promedio normal, por lo cual, reconociendo estas deficiencias del propio sistema y que, no hay el interés de hacer más dinámica la recepción de quejas, se apela a que sea lo menos posible, por lo cual, el Estado debe de prever la forma de buscar otras alternativas para des-estimular el acceso a las instancias gubernamentales en donde se presenten quejas, demandas, denuncias.
Por lo tanto, debe de contar con otra serie de medidas que amarren o frenen cualquier intención de queja de los ciudadanos promedio, es decir, del ciudadano de a pie, que se detenga ante la decisión de quejarse, debido a que se tenga en el pensamiento que puede perder lo más por lo menos, que existe otra serie de situaciones alrededor que pudieran comprometerlo a consecuencias más graves y por ello es preferible no hacer uso de esos mecanismos de defensa de sus derechos.
En pocas palabras, es mejor quedarse así, con los derechos vulnerados y perfectamente adormilados.