Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
Las promesas de campaña son eso: promesas.
Joe Biden no es la excepción.
Fueron ya 28 mil deportados en el mes de febrero del año 2021, y son ya 24 mil en lo que va de este mes.
Queda confirmado lo dicho: junto con Barack Obama, y siendo Biden su vicepresidente, han sido ambos los principales expulsores de indocumentados de los Estados Unidos en las más recientes administraciones.
Hoy se repite la historia.
Y los dichos de Biden quedan sólo como promesas de campaña. Lo sabíamos.
En esta ocasión, gente procedente de Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y México son los más perseguidos.
Y rumanos (quién sabe por qué) que ingresaron por Centroamérica, según datos de la Patrulla Fronteriza del Sector del Valle del Río Grande.
Cifras que no se dieron ni en la administración de Donald Trump.
El congresista texano republicano Chip Roy ya lo denunció: “el presidente Biden fomenta la idea de otorgar amnistía a las familias que ingresen ‘ilegalmente’ al país, pero al final sólo protege a los niños abandonados una vez que pasan la frontera”.
El fondo de este comentario tiene mucho peso.
Queda claro que a Biden le interesan las generaciones jóvenes (algunos “dreamers” incluídos), y detectar en ellas a quienes puedan aportar inteligencia, talento y mano de obra fresca para los Estados Unidos.
Plan con maña: “pasen, pero se quedan los niños, y los jovencitos. Y si son inteligentes y/o productivos, bienvenidos.”
Un esquema tan comunista y seleccionista, que ni en México.
Cada presidente estadounidense sabe cómo activar los motores de su economía.
A costa de indocumentados pestilentemente negados pero necesarios.
Y bienvenidos, como lo piensa el presidente del país del “sueño americano”.
¿Será?