Por: Iván Mercado
“El mundo es lo bastante grande para cubrir
las necesidades de todos, pero siempre será
demasiado pequeño para cubrir la avaricia de
algunos…”
-Mahatma Gandhi-
En unos instantes, se fue todo.
Perdimos libertades, perdimos certidumbre, perdimos estabilidad, perdimos costumbres, perdimos planes, perdimos sueños… Perdimos la relativa paz y tranquilidad con la que vivíamos hace apenas unos días solo que, aún, no nos hemos percatado.
En la historia de nuestra civilización no hay fenómeno socio-económico que se compare a las formas, efectos y profundidad de lo que hoy ya conocemos como “El gran confinamiento”.
Nada.
La Gran Depresión de 1929 fue ciertamente un duro golpe que marcó a un sociedad impactada por una parte, por los efectos de la primera guerra mundial y por otra, por la avaricia, el “sentido de oportunidad” e ignorancia de naciones como los EEUU y Japón; Ambos países buscaron aprovechar la debilidad que habría dejado en el viejo continente los efectos de la guerra.
Tras la confrontación, en una parte del mapa mundial quedaba una Europa dividida, lastimada, países hasta con un 15 por ciento menos de su población estratégica y un conjunto de economías diezmadas por el costo de un conflicto bélico de 4 años; Por otro lado, ese mismo mapa mostraba naciones con el “potencial” para crecer y hacerse del liderazgo mundial en materia económica.
EEUU se lanzó con un mal cálculo por el crecimiento acelerado en su economía y su uso excesivo del crédito (burbuja especulativa) lo que condujo a la histórica caída de la bolsa de Nueva York el 29 de Octubre de 1929.
La profunda crisis duró en su etapa más difícil 4 años para los norteamericanos, sin embargo, sus efectos se prolongaron en el mundo, hasta 1940.
Así, de las dificultades económicas, pasaron a las complicaciones sociales pero también a cambios políticos que abrieron la puerta a regímenes totalitarios; Hitler se encumbró gracias a ese drástico cambio geo-político en una derrotada y endeudada Alemania.
“La gran recesión fueron tiempos desesperados, de alta criminalidad, hambre y lejana autoestima. El desastre llegó por etapas, conforme fueron pasando las semanas, los meses y los años; La pérdida de un trabajo, la búsqueda de otro en la misma línea y después, la súplica cada vez más frenética por algo, cualquier cosa… Lo que fuera necesario hacer por una moneda o por algo de comida. Desaparecieron factorías, quebraron bancos, cientos de miles de negocios cerraron sus puertas, el desempleo se contaba por millones, la gente del campo migró a las grandes urbes para no morir de hambre y la criminalidad se desbordó sin remedio…”; Así escribió el historiador inglés Hugh Brogan, parte del oscuro capítulo de La Gran Recesión.
Una dramático periodo mundial en un planeta de apenas 2 mil millones de habitantes.
Hoy, El Gran Confinamiento guarda nuevos y peligrosos elementos en una sociedad de 7 mil 500 millones de seres humanos, dónde las desigualdades sociales y los avances tecnológicos y de consulta personal resultan contradictoriamente peligrosos en momentos inéditos de auto confinamiento e inminente recesión.
Esta es la primer gran pandemia con una sobre cobertura informativa donde los números se modifican y se consigna segundo a segundo, donde cualquier persona que sepa leer, sin importar su condición social, consume grandes cantidades de datos sin importar cuántos de estos sean reales y cuantos entran en la cada vez más riesgosa categoría de “fake news”.
Los mexicanos lo escuchan, lo leen o lo intuyen, pero en una gran mayoría aún no están conscientes del negro escenario que nos espera. Algunos economistas han comenzado a llamarle a los próximos años “La década perdida” y por ello, resulta de vital importancia reflexionar y comprender el papel histórico que nos toca jugar como sociedad organizada y no como “meros habitantes” de este país.
Es cierto, no había forma de estar preparados para una desgracia que nos marcará en la historia y en eso, lamentablemente estamos todos de acuerdo, pero, enfrentar una pandemia de estas proporciones con líderes que proponen tratamientos a base de desinfectantes o que ven en la catástrofe la perversa oportunidad de imponerse, eso es tan, o más peligroso aún que el propio virus.
La lógica en la propagación del coronavirus se repetirá en sus patrones de comportamiento con respecto a los impactos económicos, sociales y políticos en México: Mientras más tiempo nos lleve comprender que quedarse en casa es por ahora, la única estrategia real para evitar un desastre mayor, más caro pagaremos el precio de nuestra indiferencia e insensatez. Y lo mismo nos puede ocurrir si no comprendemos a tiempo, la necesidad histórica de asumir nuestro rol como sociedad civil y construir exigiendo, las estrategias que logren mejores barreras de contención a un tsunami sanitario, económico, social y político que sin duda, nos puede borrar como nación y como sociedad.
No son tiempos de ocurrencias, son tiempos de grandes decisiones.
No son tiempos de pedir, son tiempos de exigir.
No son tiempos de pensar en rescatar la “parcela”, son tiempos de decidirnos a salvar a nuestro país.
No son tiempos de voltear a ver que regalan los gobiernos, sino de reclamar herramientas propias para evitar que nuestra nación se nos desmorone entre las manos.
No son tiempos de cobardes o perversos, son tiempos de líderes que verdaderamente amen su país y la patria de sus hijos.
Así quedará consignado.
El escenario que nos aguarda puede ser despiadado aún con los que se sienten o se piensan a salvo de esta debacle mundial; Nadie estará seguro si no somos capaces de salir de este shock inducido con el fin de evitar un contagio. Es cierto, la salud es lo más importante, pero no podemos cometer el error de movernos cortoplacistas; No esta vez.
La pandemia nos ha cambiado todo, nos ha sacado a todos de nuestras limitadas o extensas zonas de confort y es vital comprender este nuevo mundo lo antes posible.
Insisto con un ánimo realista, hoy mismo ya hemos perdido libertades temporales, hemos perdido hábitos, hemos perdido planes, hemos perdido certidumbre, hemos perdido tranquilidad, hemos perdido salud y en el extremo, hemos perdido seres queridos.
Está claro que el coronavirus llegó para quedarse entre los humanos y está claro que las circunstancias, el destino, la negligencia o la perversidad que dio origen a este virus y nos impuso esta pandemia, nos manda también un mensaje inequívoco: TODOS tenemos que reinventarnos y adaptarnos lo más rápido posible.
Ya estamos perdiendo bastante, pero sin duda, podemos perder mucho más, solo que aún no nos hemos percatado.
@ivanmercadonews FB IvánMercado