Por: Hugo Arquímedes González Pacheco y Montes [email protected]
Desde mi escritorio
La educación de cuarta del gobierno de AMLO educa para el silencio obediente haciendo a un lado la educación integral y de excelencia que marca su reforma. A pesar de la tercera ola de COVID-19 con la cepa Delta y el aumento de contagios en jóvenes y niños, la preocupación más grande del presidente es que los niños ya no vean internet porque causa mucho daño, lo cual afirma en sus mañaneras. ¿Será más grave que el COVID y sus secuelas o perder la vida de un familiar?
Continúan las malas decisiones por parte de las autoridades educativas, aunado al silencio de obediencia de los líderes sindicales del SNTE y la CNTE, apoyando el regreso a clases; se hacen responsables de las condiciones de salud en todas las escuelas del país, según anunció a los medios el secretario general Alfonso Cepeda Salas, por una sumisión a la decisión y apreciación del presidente y su esposa Beatriz Gutiérrez.
Cuando tomaron algunos gobernadores decisiones anticipadas del regreso a clases como un ejemplo nacional, se provocó contagios en alumnos que acudieron a sus centros educativos, teniendo que suspender las clases nuevamente. Pero en la cabeza del presidente no entra la sensatez ni el sentido común de que la prioridad es la vida de alumnos, maestros, padres y sus familias. Para el regreso a clases presencial tiene que asegurar las condiciones de salud y no dejarles a los padres la decision de llevar a sus hijos a la escuela.
El gobierno federal se ha lavado las manos en esa situación porque deja la responsabilidad a los padres de familia. Si sucede algún percance, el gobierno no se hace responsable, cuestionará a los tutores; así, se contradice. Se dijo que las clases presenciales no son obligatorias, que es decisión de los alumnos y de igual manera del profesor asistir a centros educativos, lo cual es una mentira: al magisterio se le está obligando a asistir para ponerse de acuerdo con los padres de familia para el aseo de la escuela y la compra de agua, jabón, gel, aerosol desinfectante, cloro, termómetro, detector de calidad del aire, cubrebocas, (bozal, según Fernández Noroña), dejando al olvido lo más importante: los servicios médicos y de psicología que supuestamente la SEP va a brindar para la educación emocional y mental de los alumnos.
El tan anunciado en las mañaneras regreso a clases presenciales reside en una disposición equivocada. Es una mala decisión si se tiene en cuenta la cantidad de contagios que tenemos actualmente y que la incidencia de la variante Delta es sobre gente joven. Además, los niños se consideran vectores del COVID-19; solo hay que recordar que, si bien es cierto que los infantes tienen menor susceptibilidad para enfermarse, son portadores asintomáticos y ahora también se están hospitalizando y algunos han muerto.
La historia de muchos que se contagiaron anteriormente fue que a sus niños los cuidaban Personas que estuvieron contagiadas. Una vez que los recogían, niños y bebés regresaban a su casa con el virus de forma tal que contagiaban a su familia. Esto pasará en las escuelas del sistema educativo nacional con su secretaria de Educación de lujo Delfina Gómez.
Las complicaciones en clases presenciales van a llegar, sera difícil disciplinar a los niños para que no se quiten el cubrebocas o para que mantengan la sana distancia al momento de convivir con sus compañeros, algo verdaderamente improcedente. Si los adultos no somos conscientes de las graves condiciones en que vivimos, ¿qué esperamos de los niños y jóvenes? Podrían incluso enfrentar problemas económicos, ya que un alto porcentaje de ellos deben trabajar y el hecho de que lleguen a contagiarse en la escuela les impediría continuar con su actividad laboral.
Con esta “solución” se podría dar continuidad a los programas escolares y la población estudiantil del país regresar a clases como siempre, en el último día de agosto. Tengo la impresión de que el actual régimen desea dar por resuelto al grave problema que existe en educación, como es su costumbre, porque tiene otros datos de la calidad de su trasformación educativa, minimizando la pobreza en las escuelas. Sobre los contagios y las defunciones son solidarios, como buenos patriotas, del dolor de las más de 300 mil familias del pueblo mexicano muertos por la pandemia sin respetar sexo ni edades o clases sociales.
El régimen federal no reconoce su fracaso con el programa educativo “Aprende en casa”. Asumió que todos los padres de familia estarían cuidando a los hijos, que se sentarian a ver la tele para tomar sus clases. Creyeron erróneamente –por no ser docentes– que los educandos estarían sentados, en su silla, como dijo el exsecretario de Educación, atentos a quién esté impartiendo la clase. Además, los maestros asumieron el reto para estar frente a una cámara, con un celular, impartiendo clase en línea.
¿Qué va a pasar con los docentes? ¿El gobierno dará computadoras para el sistema hibrido? ¿Quién certifica la salud en las escuelas? ¿Qué padres se responsabilizarán de decir la verdad sobre familiares contagiados? Hay cientos de preguntas más que no tienen respuesta en este momento.
El hecho de que los niños y adolescentes puedan pasar todo el día frente a la televisión viendo caricaturas y programas de entretenimiento no implica que puedan tomar clases escolares de la misma forma. ¿Por qué? Porque no es entretenimiento, sino trabajo para el que todo ser humano se rebela desde la cuna. Espero que no haya más fallecimientos. Pero creo que esto será como todo en este régimen: nada bueno, muy malo y muy feo.
Es innegable que escuelas y colegios brindan más que contenidos académicos a niños y adolescentes. Además de lectura, escritura y matemáticas, los estudiantes desarrollan habilidades sociales y emocionales, hacen ejercicio y tienen acceso a servicios de ayuda para la salud mental y otros beneficios que no son tan fáciles de implementar cuando el aprendizaje se hace de manera remota.
Por la pandemia del COVID-19, el regreso a clases se convirtió en un proceso complejo que ha generado serias controversias a nivel nacional y altos niveles de ansiedad para alumnos, profesores y administrativos de centros educativos que se enfrentan a la decisión de regresar a la “nueva normalidad”, lo cual apoyan los colegios particulares.
El gran desafío que tenemos por delante es no confundir una buena respuesta de emergencia con un modelo educativo funcional y entender que enseñar y aprender post-pandemia va a requerir una aproximación pedagógica distinta a la que se tenía antes. Tenemos que tomar esas experiencias para poder continuar hacia el futuro tratando de mejorar nuestro sistema educativo. Lo peor que nos podría pasar es regresar a la educación a distancia, extrañando lo presencial, pero podríamos salvar vidas, que es lo más importante.
Los niños quieren regresar a clases por la violencia que viven en sus hogares, sea ésta verbal, física, sexual y psicológica; además, los padres necesitan quien cuide a los hijos y qué mejor que la escuela sin importar las consecuencias. Sólo que tenemos que ser conscientes del cuidado personal y respetar la salud de los demás por una filosofía de amor a la vida.
Usted, ¿qué opina?